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¿Involucrarse o Comprometerse?

Fuente: Cortesía

Este mes de diciembre suele ser bastante caótico. Entre el trabajo, las posadas, las compras y los eventos familiares poco tiempo tenemos para respirar. Pese a ello, también es cierto que es precisamente en estas fechas, cuando más oportunidad tenemos para “re-conectar” con nuestros seres queridos. Y es que, parte de la magia de la Navidad está en estrechar lazos ¿no?

Las relaciones familiares son complejas. Por ello, revisarlas cada cierto tiempo y nutrirlas constantemente es indispensable. Requieren compromiso. No obstante, pareciera que la tecnología, las redes sociales, el consumismo y la rapidez con la que vivimos han dado como resultado una escasez de profundidad en ellas. Efectivamente, el compromiso se está sustituyendo con el involucramiento.

Vernos una vez al año para convivir en la posada de Navidad y luego no “conectar” durante meses es, sin duda alguna, una relación de involucramiento (nivel superficial). Y es que, comprometerse implica tomar parte en las actividades de forma consistente, conocer al otro, preocuparse por su situación y ayudarlo continuamente.

El compromiso es resultado de dos cosas: del grado de satisfacción que nos provoca la relación y de si la posibilidad de abandonarla nos causará la pérdida de alguna inversión importante (i.e. tiempo, esfuerzo, conocimiento, dinero, etc.)—como decía el Principito: “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”.

Y, aunque el parentesco pudiera considerarse dado, lo cierto es que debe confirmarse diariamente. Es una elección; una decisión consciente que a veces lleva implícita la monotonía de lo cotidiano: Se basa en forjar hábitos, en convivir, en escuchar, en crear rituales.

Los rituales—cuando se practican con consistencia y disciplina—ayudan a diseñar una vida con propósito, a reconocer e impulsar, a cohesionar, a integrar, a reforzar los valores familiares, a promover un código de conducta y a definir el tipo de familia que somos y deseamos ser.

Algunos rituales que recomiendo practicar para fortalecer las relaciones familiares y promover el compromiso (sobre el involucramiento) son:

1.- HAZTE EL HÁBITO DE LLAMAR. Date a la tarea de llamar cada día a 2 personas de tu familia. No importa que la comunicación dure, de inicio, tan sólo un minuto. Lo importante es re-conectar. Puedes comenzar con la frase: “Hola, hoy me acordé de ti, así que decidí llamarte para ver cómo estás”. Importante: No envíes un mensaje de texto, debe ser una llamada telefónica. Escucha al otro e interésate por él.

2.- CUENTA HISTORIAS. La mejor forma para transmitir ideas, valores, experiencias y conocimiento es a través de cuentos y anécdotas. Siempre hay algo que recordar y qué valorar—chusco, triste, valiente o decepcionante. Comparte estas anécdotas y vuélvelas parte de la historia familiar. Recuerda: Si no sabemos de dónde venimos, nunca valoraremos lo que somos.

3.- CREA UN “TIEMPO DE FAMILIA”. Designa un tiempo definido exclusivamente para conversar temas de familia—inquietudes, retos en el trabajo, conflictos o comportamientos no aceptados, nuevos proyectos, etc. Puede ser un desayuno, una caminata conjunta… Tú decide. Lo más importante es que durante este tiempo de máximo 2 horas, no se permitan interrupciones (fuera celulares). Reunirse y planificar temas de familia es una excelente manera de definir su esencia (valores) y de impulsar intereses y proyectos compartidos.

4.- CELEBRA Y ASISTE. Organiza y participa en eventos de convivencia familiar. Cumpleaños, posadas, excursiones, asambleas familiares. Involúcrate e involúcralos. El fracaso de una relación familiar es, con frecuencia, un fracaso de comunicación. La indiferencia crea distancia y la distancia crea espacio,…y desunión.

¿Qué estás esperando? ¡Aprovecha estas fiestas decembrinas para re-conectar!

La autora es socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Petrolero y de Retail.

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