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La impunidad ¿Nace o se hace?

Fuente: Cortesía

En las últimas semanas, fuimos testigos de cómo es un buen negocio hacerse de miles de millones de pesos a un costo de regresar unos cuantos pesos y pasar unos cuantos años en la cárcel. Haciendo cuentas, es algo así como que le paguen un poco más de cinco millones de pesos por cada día de cárcel. ¿Le entraría a este trabajito?

El caso en mención no es más que uno de tantos que se presentan en México. Los gobernadores y demás servidores públicos -más bien que se sirven del público- no es que robaran en el último día de su gestión. Sería imposible hacerlo. Lo hacen durante mucho tiempo. El tema es que hay toda una serie de entidades y mecanismos que supuestamente controlan los dineros públicos, desde las contralorías internas hasta la de Doña Fede, llegando inclusive al CISEN. Doble golpe para el ciudadano de a pie: hay que pagar todos esos aparatos administrativos y además hay que sufrir gasolinazos y otros incrementos, para pagar todo lo que se roban.

Lo que nos lleva a pensar si es que la corrupción y la correspondiente impunidad nace -en el sentido de que la llevamos ya en las venas ya desde cuando somos concebidos- o en algún punto de la existencia de cada quien se desarrolla. No es que la corrupción sea privativa de los políticos de altos vuelos que salpican a todo su séquito, sino que el que esté libre de culpa que arroje la primera piedra: hay corrupción -o cuando menos así comienza- con la mordida al tránsito, con la compra de piratería, con el -textear- en el celular cuando no está permitido y un largo etcétera.

Platicando el otro día con José Luis, conductor de UBER, respecto a este tema, me decía que en México y en particular en Monterrey tenemos una “educación de 20 pesos”, porque eso es lo que se paga al cruzar el puente y ya todos nos volvemos bien, pero lo que se llama bien portados: nada de tirar un papel en la calle, nada de pasarnos un alto, ¿exceder el límite de velocidad? Si es del lado mexicano: por supuesto que YO (con mayúscula) tengo prisa y quítense los demás; si es del lado americano: ¡ni hablar¡ nos volvemos ciudadanos civilizados. Todo por 20 pesos.

¿Por qué de este lado sí rompemos reglas y del otro no? Porque sabemos perfectamente que del otro lado no se andan con cuentos y aplican la ley. Vamos hasta se pasan al aplicarla, pero de que funciona -razonablemente-, funciona. Es decir, la impunidad no se permite.

¿En dónde perdimos la brújula de ser civilizados y no corruptos? Ojalá tuviera la respuesta, pero si ponemos el ejemplo a los hijos con el actuar diario, sería un buen comienzo. Si nos comportáramos honesta y civilizadamente, y el que la hace la paga, no es que no necesitáramos los mecanismos anticorrupción, pero se la pasarían con muy poca carga de trabajo.

PS ¿Sacudir al poder judicial? ¿Y la independencia entre los poderes, Apá? Es claro el signo del nuevo gobierno que está por comenzar: será el del autoritarismo del que tanto se quejaron.

El autor es Doctor en Finanzas por la Universidad de Tulane; cuenta con la Maestría en Alta Dirección de Empresas, en el IPADE. Se desempeñó como Director General de entidades del área Internacional en Santander Serfin. Es Director del programa OneMBA.

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