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¿Le están “calentando” la cabeza?

Dra. Rosa Nelly Trevinyo Rodríguez.Fuente: Cortesía

Existen ocasiones en que el juicio se nubla, las envidias afloran y los asuntos del pasado reviven. Y es que, ante alguna circunstancia emotiva, de repente los sentimientos de injusticia, las rivalidades atenuadas, las ambiciones mal-entendidas y las inferioridades negadas brotan y rebotan…

Cuando la agresividad se hace presente y el diálogo no es alternativa, es momento de parar y reflexionar. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Por qué? ¿Qué es lo que realmente deseo? Y es que, pudiera ser que “los Otros” nos estén “calentando” la cabeza…

En efecto, cuando “los Otros” nos dicen una y otra vez tal o cual cosa, al final terminamos creyéndonosla, reclamándola o pretendiéndola. O es que acaso Usted no ha escuchado eso de “Tú eres el bueno aquí; tus hermanos no pintan”; “Yo sólo quiero lo mejor para ti…”; “Tú tienes todas las de ganar si se separan…”; “¡Por qué no haces algo! Tienes derecho a manejar tu patrimonio”.

¿Quiénes son “los Otros”? Bueno, Usted juzgue… En algunos casos, el cónyuge, los familiares cercanos (hermanos, hij@s, tíos), los compadres o asesores; y en otros, hasta los falsos “amigos”. Bien-intencionados o no, lo cierto es que sus comentarios y/o exigencias afectan no sólo el desempeño del miembro de la familia, sino también su estabilidad física y emocional. Así que, ¡ojo!

Algunos comportamientos clave que exhiben aquellos que están siendo sometidos a este tipo de presiones son:

1.- Ambivalencia en la toma de decisiones. Por una parte deseamos tomar una decisión, pero por otra hay algo que internamente nos detiene (avance-retroceso continuo). No estamos cómodos con la situación; no hablamos de ella y mostramos indiferencia. Aunque la decisión puede ser buena, ésta se evade y se justifica la posición actual—loop argumentativo crónico.

2.- Falta de compromiso, o en su defecto, compromiso extremo sin posibilidad de negociación. Se experimentan cambios de opinión constantes y se le da largas al asunto sin llegar a nada; o contrariamente, se sostiene una bandera de ataque incesante sin importar las consecuencias. Ambos extremos terminan por desgastar el sistema familiar-empresarial, causando estragos considerables a título personal.

3.- Cambios de humor y confusión. Frustración por no saber qué hacer—¿a quién apoyo?—. Sentimiento de estar entre la espada y la pared. Dado que las presiones “externas” son constantes y exigen respuesta, el cerebro se concentra tanto en ellas que se satura y comienza a obviar lo que está a plena vista. Es así como la percepción se sesga y el procesamiento de la información se vuelve más emocional que lógico.

4.- Vulnerabilidad afectiva y física. Experimentar múltiples sentimientos negativos (culpa, rabia, dolor, envidia, deseo de pelea y/o defensa) puede afectar no sólo la salud emocional, sino también la física. Es común que durante estos períodos, los involucrados detonen paralelamente enfermedades psicosomáticas (dermatitis, gastritis, dolor muscular, insomnio) e inicien o incrementen el uso del alcohol, el cigarro, los medicamentos o las drogas.

5.- Elusión de la Realidad. Existe un claro rechazo de la situación presente; no se busca negociar el contexto, se intenta cambiarlo completamente a favor nuestro. Comienzan los “hubiera” y las magnificaciones de un futuro ideal que difícilmente se concretará. Se sueña despierto y se trata de imponer, por la fuerza, la realidad deseada.

En resumen: La familia empresaria no se salva de las intrigas de telenovela, así que… ¡Cuidado! Cuando sienta que está tocando fondo, ¡pida ayuda!, limite las presiones, aclare posiciones, establezca objetivos y negocie… O en su defecto, sufra las consecuencias.

La autora es socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Petrolero y de Retail.

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