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Letras chilenas, en desarraigo

La literatura chilena se fragmentó tras la fatídica jornada del 11 de septiembre de 1973, que terminó con el suicidio del presidente Salvador Allende y la ascensión de Augusto Pinochet. A partir de entonces, Chile se narró desde fuera. Roberto Bolaño lo definió así: “Literatura y exilio son, creo, las dos caras de la misma moneda; nuestro destino puesto en manos del azar”.

El autor de Los detectives salvajes dijo esto en Viena, donde el 3 de abril del 2000 dio un discurso dedicado al destierro. Allí afirmó que su patria eran su hijo y su biblioteca, y se preguntó sobre la pertinencia de añorar una geografía hostil.

“¿Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia? La cantinela, entonada por latinoamericanos y también por escritores de otras zonas depauperadas o traumatizadas insiste en la nostalgia, en el regreso al país natal, y a mí eso siempre me ha sonado a mentira”.

No es nostalgia, sino desarraigo lo que resultó del exilio y los años de dictadura, coinciden la escritora Tania Ulloa -quien acaba de publicar Black Out (Ceibo, Chile), una novela fantástica que transcurre entre Alemania y su país natal, con el régimen militar como telón de fondo- y Dauno Tótoro, autor de las novelas policiacas La sonrisa del caimán, Los tiempos de la caimaguana y El caparazón de Ukucma (Del Serbal, España), cuyas tramas también hablan del exilio.

Tania Ulloa se fue de Chile tras el golpe de Estado cuando tenía tres años. Vivió un año en un campo de refugiados en Buenos Aires y creció en Alemania. A los 18, regresó a su tierra. Dauno Tótoro, quien también es editor y cineasta, nació en Moscú, llegó al país sudamericano a los nueve años y se refugió en Argentina primero y en Canadá después. Regresó a Chile en 1998. Ambos autores coinciden en que la literatura chilena contemporánea está marcada por la dictadura, pero hay un sesgo, advierte Tótoro.

“El exilio quedó en la historia como casi un lujo; ahora son desplazados, una palabra que no existía en los 70” .

Tania UlloaEscritora

“Hay una generación de escritores que están en los 60, 70 años, y sigue siendo de mucho peso, que vivieron el exilio, cuyo trabajo narrativo sigue refiriéndose al tema, como Virginia Vidal o Germán Marín -quien acaba de publicar Póstumo y Sospecha, una novela sobre el exilio en los años de Pinochet-, y otra de autores más jóvenes, que escriben desde otra perspectiva, como un exilio interior, que no hablan de los campos de concentración, sino de las consecuencias de una sociedad que es resultante de la dictadura, conformada por personas híper individualistas”.

Si bien la sombra del destierro se cuela en los autores contemporáneos, ya no es el relato de experiencias atroces como el de Hernán Valdés, nacido en 1934, quien en 1978 escribió Tejas verdes en Barcelona, o el de José Donoso, Casa de campo, del mismo año, sobre los sitios de tortura. esempacar”.

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Hay escritores nacidos en los 70 que alimentan ficciones con sus vivencias en el exilio, siguiendo los pasos de Antonio Skármeta, quien en 1985, con 45 años, escribió en Alemania No pasó nada, sobre un adolescente que se refugia con su familia en Berlín.

Un ejemplo es Marín Alejandro Zambra, quien vive en México y presentó la semana pasada No leer, una antología de relatos que toma el título de su propia experiencia, pues creció -dice- sin libros a la mano, alimentando su imaginación de los pelambres (chismes) del barrio y las transmisiones radiales de partidos de futbol. Lina Meruane (1970), una de las voces contemporáneas más reconocidas, escribe desde Nueva York. Su novela Sangre en el ojo también habla de la adaptación interior a un ambiente extraño, a través de la historia de una mujer autopista, pero no les interesaban las muertes, la tortura… Ese mal estaba avalado”.

“Hay autores más jóvenes que escriben desde un exilio interior”

Dauno TótoroEscritor

A pesar de vivir en su país, Ulloa se siente exiliada, asegura. “Va de la mano con la identidad, porque es lo que perdí, no tengo un sentido de pertenencia. Aunque me parece que el exilio quedó en la historia como casi un lujo; ahora son desplazados, una palabra que no existía en los 70. El exilio no era un motivo para agachar la cabeza; mis padres y yo estuvimos en un campo de refugiados donde había 30 familias, en unas condiciones aceptables. En esta nueva humanidad, ya no hay espacio para eso, las migraciones de hoy, sobrepasan cualquier novela de terror. No sé cuál será la literatura que surja de eso”.

Tótoro destaca que gracias al exilio, Chile se acercó al mundo. “Hasta los años 70 era muy insular, el mundo quedaba lejos de Chile, pero a pesar de la barbaridad del concepto, hubo una experiencia acumulada de vivir en países distintos, culturas diferentes y luego hay una generación de los hijos del exilio, que se criaron fuera, se enamoraron de un extranjero, se casaron y cuando han intentado regresar a Chile, les ha costado muchísimo y prefieren regresar a sus países de exilio, provocando rupturas familiares. Eso está muy expresado en la literatura hoy. Sigue siendo un tema recurrente”.

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La penúltima novela de Roberto Bolaño, Nocturno de Chile -ambientada en los tiempos de dictadura-, fue resultado de una visita a su país luego de 25 años de ausencia. Él, como Neruda, estuvo exiliado en México. Aquí el poeta escribió el Canto general, que en uno de sus versos se refiere a su propia errancia: No soy una campana de tan lejos,/ ni un cristal enterrado tan profundo/ que tú no puedas descifrar, soy sólo/ pueblo, puerta escondida, pan oscuro,/ y cuando me recibes, te recibes / a ti mismo, a ese huésped / tantas veces golpeado/ y tantas veces/ renacido.

Poli Délano -fallecido el año pasado- vivió en México entre 1974 y 1984, donde escribió -entre otros- La misma esquina del mundo (1981), reconoció que siempre tenía una maleta a medio hacer. Esa realidad del que nunca acaba de irse la dejó en claro al presentar en Chile su novela Afuera es noche, en agosto de 2014: “Cuando uno está exiliado, está de paso y no termina de desempacar».