Inicio México Los estudiantes de la UNAM gritan por Lesby: “Nos queremos vivas”

Los estudiantes de la UNAM gritan por Lesby: “Nos queremos vivas”

Alrededor de las flores que decoran una cabina telefónica se han reunido centenares de estudiantes, liderados por mujeres, para exigir justicia. Apoyada en el poste y colgada del cable del teléfono apareció estrangulada Lesby Berlín Osorio, de 22 años, la madrugada del miércoles. Los carteles rosas colocados en uno de los lugares más emblemáticos y abiertos del país, el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recuerdan que la violencia machista siempre encuentra un rincón por donde colarse. Al grito de «nos queremos vivas», centenares de jóvenes han marchado este viernes. Porque, como ellas cuentan, México no puede permitirse un feminicidio más.

Al menos siete mujeres mueren al día a manos de la violencia machista. En 30 años han sido asesinadas 50.000 mujeres de las maneras más sádicas. Los datos oficiales advierten que para ellas se utilizan «medios que producen mayor dolor y que prolongan su muerte». En 2013 al 32% las ahorcaron, las estrangularon, las ahogaron, las quemaron o las apuñalaron. La mayoría de los hombres asesinados murieron rápido, con arma de fuego, un 65% de ellos.

Los últimos minutos de Lesby se conocen, de momento, por el testimonio de su novio, José Luis González. Se encontraban juntos esa noche en el campus de la UNAM con unos amigos. Cuando él decidió irse, ella lo siguió. Eran las cuatro de la madrugada del miércoles. Entonces, según le confesó González a la Policía, discutieron y cada uno se fue por su lado. Horas después, se enteró de que su novia había fallecido asfixiada con el cable de la cabina telefónica.

La joven se había ido a vivir con González, porque según declaró su madre, «ya no sabía qué hacer con ella». Los dos tenían trabajos temporales, ella paseaba perros y él ayudaba en el área de intendencia de una preparatoria pública. La gente cercana a la víctima ha señalado que los dos tenían una relación conflictiva, «discutían mucho», y tenían problemas con el alcohol y las drogas. González seguía borracho cuando lo detuvieron y no pudo prestar declaración hasta unas horas más tarde, según explican a este diario fuentes de la Fiscalía. Ninguno de los dos era alumno de la UNAM.

Hace casi un año, las calles de México protagonizaron la primera gran manifestación por la violencia machista. Un acto histórico que representaba el hastío acumulado durante décadas por una sociedad que desayuna, come y cena con algún feminicidio en cada noticiero. Desde junio del año pasado, las mujeres no han dejado de alzar la voz con campañas en las redes sociales como el de #MiPrimerAcoso, donde cada tuitera contaba una experiencia desagradable; #NoesNo, sobre el acoso en la universidad; #NoTeCalles, para animar a las mujeres a denunciar y #VivasNosQueremos, con el apoyo de ilustradores. Este miércoles, la muerte de Lesby y el tratamiento sesgado de la Fiscalía provocó un nuevo fenómeno viral: #SiMeMatan.

«Si me matan, ¿qué dirán de mí?», se preguntaban miles de tuiteras indignadas con la primera versión de la Fiscalía en la que usaba el testimonio del novio de Lesby para definirla como «alcohólica» y «mala estudiante». A través de ese hashtag, circularon en Twitter testimonios personales de mujeres que especulaban con las diferentes maneras por las que podrían ser criminalizadas después de su muerte. El procurador de la Fiscalía de la Ciudad de México tuvo que disculparse públicamente y retirar todos los comunicados oficiales en los que se hablaba del historial de la víctima.

«Era alcohólica y mala estudiante», «Estaba drogándose con unos amigos», «Se había ido de casa y vivía en concubinato con su novio», comunicó este jueves la Fiscalía. De manera que sobre la mesa se encontraban dos sospechosos claros: el novio, que fue el último que la vio, y ella misma sin merecerlo.

Por lo que marchan este viernes las universitarias ya no es solo contra la violencia de género en México, sino también por la «falta de sensibilidad» y los patrones de conducta de unas instituciones, que según ellas, «siguen revictimizando a las víctimas de la violencia machista».

Que la muerte de Lesby Osorio se haya producido en las inmediaciones de uno de los campus más importantes de América Latina, símbolo de los movimientos estudiantiles más trascendentes de la historia del país, ha provocado que su caso, trágicamente frecuente en otros rincones de la República, indigne a toda una nación.

El rector de la UNAM, Enrique Graue, ha confesado este viernes sentirse en deuda con la comunidad universitaria por no haber podido erradicar la inseguridad en sus territorios. Un sistema de seguridad basado en la autonomía del centro, donde la Policía local no tiene permitido patrullar sus calles, completamente abiertas al público. Romper esta independencia significaría una revuelta estudiantil como la última huelga que mantuvo paralizada la institución durante un año, de 1999 al 2000. La comunidad universitaria, igual que una gran parte de la sociedad mexicana, no confía en la Policía, pero además el recuerdo de la represión estudiantil de aquellos años se mantiene vivo. Muchos temen que el suceso de Lesby provoque la erradicación de ese elemento fundamental de la UNAM. «La autonomía no significa impunidad», ha rematado Graue reabriendo el debate.

La violencia machista de cada día

Según la encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, un 63% de las mujeres mexicanas señala haber sufrido algún tipo de violencia sexual. En la Ciudad de México esa cifra aumenta a un 72%. Las diferentes fiscalías tienen registradas más de 15.000 denuncias por violación al año. Esto es, 40 mujeres al día. Y solo una de cada cinco recibe una sentencia condenatoria.

Las cifras de feminicidios sacan los colores a muchos Estados mexicanos, con alertas de género decretadas y la mayoría de casos sin resolver. La ONU declaró sobre este tema: «Una buena parte de las muertes violentas de mujeres quedan en la impunidad porque no se investigan, ni se actúa con la debida diligencia».