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Mujeres, las nuevas dueñas de la cancha

El deporte es la guerra por otros medios, y en la lucha por la equidad, son incontables las batallas que han librado las mujeres sobre la cancha; otro territorio cuya conquista ha sido ardua.

En 1975, cuando le preguntaron su opinión sobre la aprobación que había dado la Unión Europea de Asociaciones de Futbol (UEFA) al balompié femenino, el entonces presidente de la Real Federación Española de Futbol, José Luis Pérez-Payá, respondió: “No, no estoy en contra, pero tampoco me agrada. No lo veo muy femenino desde el punto de vista estético. La mujer en camiseta y pantalón no está muy favorecida, cualquier traje regional le sentaría mejor”.

Han pasado 40 años desde aquellas declaraciones y España vuelve a ser noticia en el futbol femenil. Sólo que esta vez es la otra cara de la moneda: nunca antes en la historia un partido de mujeres había atraído a tanta gente como cuando el pasado 17 de marzo el Atlético de Madrid y el FC Barcelona congregaron a 60 mil 739 personas en el Estadio Wanda Metropolitano de la capital española. Incluso hubo portazo a causa de la afluencia desbordada.

El récord ya generó efecto dominó. La semana pasada, Barclays anunció que, a partir de la próxima temporada, será el primer patrocinador transnacional en invertir en una Liga femenil: la Women’s Super League de Inglaterra. El equipo campeón se llevará una prima de 500 mil libras. Toda una fortuna para un deporte que todavía no es redituable para muchas mujeres de otros países, como México.

La lucha feminista ha tenido muchos frentes. Mientras en 1970 Kate Millet consolidaba la ola del feminismo radical con la publicación de Política Sexual —un libro en el que analiza las implicaciones culturales del patriarcado, desde las decisiones políticas hasta los asuntos literarios—, las mujeres jugaban su primer Mundial en Italia, aunque nunca tuvieron el aval profesional de la FIFA y fueron rebajadas a la categoría de “invitadas”.

Si bien se tienen registros de partidos de futbol femenil desde 1892 en Glasgow, Escocia, no fue hasta la Primera Guerra Mundial que las mujeres ingresaron de manera oficial en la historia de este deporte.

Y es que cuando los hombres fueron enviados al frente, los clubes de Inglaterra se quedaron sin jugadores. Fue entonces cuando las mujeres tomaron sus lugares para que no se perdiera la costumbre familiar de llevar a los niños a los partidos cada fin de semana, según cuenta Tim Tate en el libro Girls With Balls: The Secret History of Women’s Football (2013).

En las crónicas de la época —retomadas en el libro de Tate— se relatan partidos con una asistencia de hasta 10 mil personas. Juegos en los que las mujeres sacaban energía de lugares misteriosos, pues la mayoría de ellas trabajaba jornadas de hasta 12 horas en las fábricas de municiones, que elaboraban 30 mil granadas a la semana.

Cuando terminó el conflicto armado en 1918, las mujeres regresaron a sus hogares por órdenes de los mismos dueños de las fábricas —que usualmente eran los dueños de los equipos de futbol. La Liga Premier continuó su curso normal y el futbol femenil se convirtió en un simpático recuerdo. Al menos para los funcionarios de la FIFA y la Asociación Inglesa de Futbol (FA). Porque en las calles las chicas comenzaron a organizar torneos barriales y, con ello, la primera lucha por la igualdad de género dentro de la cancha.

No sería hasta 30 años después, el 24 de mayo de 1949, que sucediera en París la publicación de El segundo sexo (1948), de Simone de Beauvoir. Una semana fue suficiente para que se vendieran 20 mil ejemplares. Todo un fenómeno comercial que sacudió no sólo a la industria editorial, sino a la sociedad entera. Dos cosas en particular causaron gran revuelo con este ensayo: le negación del carácter natural del instinto maternal y la negación de un destino biológico femenino. De ahí la emblemática frase: “No se nace mujer: se llega a serlo”.

Tate llega a la conclusión de que, en el futbol, las mujeres fueron relegadas sistemáticamente por un patriarcado que reprodujo la división sexual del trabajo. Un orden en el que ellas, al final, sólo fueron aceptadas como porristas, masajistas, administradoras, secretarias o recepcionistas.

En el futbol mexicano, la discriminación de género fue más profunda. No fue hasta hace un par de años que se estableció de manera formal la Liga MX Femenil, después de una lucha callejera y casi clandestina de cuando menos tres décadas, en las que las mujeres se pusieron tacos y shorts aunque sus propias familias las llamaran “machorras” o “marimachas”.

Esos son los testimonios que en una entrevista publicada en febrero de 2017 contó a esta casa editorial Marbella Ibarra, la fundadora del primer club de futbol femenil mexicano, las Xolas de Tijuana, y considerada una de las pioneras de este deporte en el país. Ibarra fue encontrada muerta en octubre de 2018 en la localidad de Rosarito, Baja California, con visibles marcas de tortura. Y aunque la línea de investigación apuntó hacia el feminicidio, hasta el momento las autoridades estatales no han hallado culpables.

La lucha feminista no queda circunscrita a la cancha. O como dijo hace unos días la capitana de la Selección española y campeona mundial, Vero Boquete: “dejando a un lado lo deportivo, e irremediablemente el negocio, el gran éxito del auge del futbol femenil es social. Crecer libre para ser futbolista, o lo que te dé la gana, es algo de un valor incalculable y un éxito de todas