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Nochebuena: herencia mexicana para el mundo

Al inicio de diciembre, millones de hogares y espacios públicos son adornados con la flor de nochebuena, emblema de México y símbolo de las fiestas decembrinas.

Su historia se remonta a los pueblos originarios de nuestro país. Para los mexicas simbolizaba la pureza y la nueva vida, atributos que retomaron los frailes al colocarla en los Nacimientos, previo a la celebración de la Navidad.

Esta flor ritual se empleaba en varias celebraciones del amplio calendario festivo, sobre todo en la fiesta llamada Tlaxochimaco, del noveno mes, dedicada a Huitzilopochtli, el dios de la guerra asociado al Sol.

“La cuetlaxóchitl simbolizaba para los mexicas la pureza y la nueva vida que obtenían los guerreros muertos en batalla. Se pensaba que regresaban a la tierra a libar de la miel de esta planta. Por eso se colocaba en los altares dedicados a los guerreros muertos en cumplimiento de su deber. A menudo, es mencionada en la literatura nahua, especialmente en los cantos de amor y filosofía», señala Sonia C. Iglesias y Cabrera en el libro Navidades mexicanas.

Además de los usos rituales y religiosos, los aztecas la cultivaban para extraer de sus pétalos machacados tinta para sus textiles y cueros, mezclados con la resina de los pinos y otros elementos. De acuerdo con las experiencias del médico y botánico español Francisco Hernández de Toledo, en el siglo XVI la nochebuena también se empleaba para aumentar la leche en las mujeres que amamantaban, destacó la Secretaría de Cultura.

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La internacionalización de la nochebuena, también conocida como flor de pascua, flor de fuego, santa Catarina, catalina y bandera, entre otras denominaciones, sucedió en el siglo XIX, cuando Joel Poinsett, botánico y primer embajador norteamericano en México, la llevó a su pueblo natal, Charleston, en Carolina del Sur, donde pronto se aclimató y se difundió por los demás estados de la Unión Americana, para después llegar a Europa.

A decir de Iglesias y Cabrera, Poinsett nunca mencionó que fuera una flor mexicana, y durante mucho tiempo se pensó que su origen era norteamericano; incluso uno de los nombres con que se le conoce es Poinsettia pulcherrima. Hoy en día los horticultores han desarrollado otras variedades de la nochebuena, con hibridaciones que dan como resultado tonalidades como el amarillo, rosado, durazno, rojos más vivos o jaspeados.

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