Inicio México Oribe Peralta, el goleador que siempre tiene prisa

Oribe Peralta, el goleador que siempre tiene prisa

Son las 13:36 horas en las instalaciones del Club América, el sol está en plenitud. Los jugadores terminan de entrenar, excepto un grupo de cuatro que pelotean con el balón en una especie de tenis con los pies. Uno de ellos es Oribe Peralta (Coahuila, 1984). Es el último en salir. Los pocos aficionados que siguen allí le piden, gritan por una selfie. Así pasa los días Oribe, un goleador de pueblo.

“Lo solicitan mucho para entrevistas, es el más requerido”, comenta el jefe de prensa de las águilas. Peralta huye de las peticiones con la prensa, una semana, dos, hasta un mes. Él sólo piensa en jugar al fútbol. El día acordado se escurre junto con sus otros compañeros para asistir a una firma de autógrafos de la marca que le patrocina. “¿Quince minutos? Mejor ocho, ¡siete!”, bromea y regatea con los minutos para hablar con él mientras se fuga en su camioneta negra por la puerta trasera del lugar.

El Oribe de fuera de la cancha parece un símil del rapero Justin Bieber por su forma de vestir: unos pantalones ajustados, camiseta blanca y una chamarra de cuero. “Es el último en salir del vestidor”, comenta el vigilante del club. El día de la entrevista llega con la mochila al hombro y el móvil en la mano, tiene bien medido el tiempo.

“La verdad todo salió de mi papá. Siempre estaba pegado a él, los fines de semana tenía partidos”, comenta el delantero que nació en el pueblo de La Partida en el municipio de Torreón, Coahuila, al norte de México. Su padre, Miguel Ángel Peralta, trabaja en el sistema de agua potable en la municipalidad. En sus tiempos libres jugaba en ligas locales y de allí el pequeño Oribe supo que pegarle el balón era lo suyo. Su aspiración era jugar en el extinto estadio Corona con la camiseta de Santos Laguna.

R. Sotomayor (Cuartoscuro)‘);»>El delantero mexicano en un partido con Santos en 2010ampliar foto El delantero mexicano en un partido con Santos en 2010 Cuartoscuro

Peralta jugaba en el pueblo con Los Vagos, un equipo de sus amigos. “Casi todos están trabajando en una fábrica, otros se fueron a Estados Unidos”, menciona. Pero a los 17 años se fracturó la tibia y el peroné y lo mantuvo lejos del fútbol. Un año después ya se le veía en un equipo de Durango, hizo unas pruebas con el popular Chivas y no se quedó. Pero su verdadera oportunidad estuvo con los Monarcas de Morelia, a más de 800 kilómetros de distancia.

“Yo no sabía lo que significaba ser futbolista profesional. Siempre lo tuve muy claro. La perseverancia fue lo que me llevó a ser lo que ahora soy. Mi papá me dijo que si hay talento, hay que sobresalir, pero tiene que haber un esfuerzo”, comenta el mexicano quien no mira a su interlocutor.

Oribe tardó hasta los 27 años para demostrar su capacidad goleadora. Deambuló por cinco equipos de la liga mexicana hasta que encontró su acomodo en Santos Laguna en 2006.“No era lo que se esperaba, llegó con un bajo perfil”, comenta Alberto Ruiz, periodista de Claro Sports, quien cubre al club desde el 2002.

En las capacidades físicas “no me costaba nada. Siempre fui de mucha movilidad y creo – suelta una pequeña risa – por eso he sobresalido”. A partir de 2011 el nombre de Peralta empezó a ganar terreno al ganar la liga con Santos y también el erigirse como su goleador. Eso le valió para dar un salto a la selección mexicana. Fue en los Juegos Olímpicos de 2012 cuando se consagró como un ídolo mexicano al marcar un doblete, en la final, contra el Brasil de Neymar. La medalla de oro es su más preciado galardón.

I. Stephens (Cuartoscuro)‘);»>Oribe Peralta 2017ampliar foto Peralta durante un entrenamiento con México en 2014 Cuartoscuro

Oribe afrontó crueles bromas con respecto a su aspecto físico. Le llamaban Horrible Peralta por usar brackets y tener un corte de cabello similar a un cepillo, hasta que una campaña publicitaria de Pepsi le convirtió en el Hermoso. Si algo le caracteriza es su capacidad para aferrarse por el balón al grado de abrirse la frente y fracturarse la nariz. “No me importa, siempre y cuando sea jugando al fútbol, son mis ganas de querer más, ese coraje”, menciona.

“Perdón, pero me tengo que ir, güey. Si me van a multar, ¿tú pagas? Son 5.000 pesos. Si tú los pagas yo me quedo aquí”, dice entre reclamo y cachondeo. Posa para la cámara unos segundos, toma su mochila y pega una carrera al comedor del equipo. Peralta lo ha dejado claro: no le gusta hablar, él es un adicto al fútbol, ese que lo sacó de La Partida. Han pasado solo 238 segundos desde que empezó la entrevista.