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Separar familias, práctica común en la historia de los Estados Unidos

ALBUQUERQUE.- Hay quienes consideran que la separación de familias actualmente realizada en la frontera de Estados Unidos es un fenómeno sin precedente. Pero en realidad, a lo largo de su historia, las autoridades estadounidenses han dividido familias, han detenido a menores de edad o han permitido a otros hacerlo.

En tiempos de guerra o turbulencia social, el gobierno de turno ha esgrimido sus propios pretextos para separar a niños de sus padres. Aquí algunos ejemplos:

En la época de la esclavitud en Estados Unidos, los hijos de los esclavos eran esclavos también y sus amos podían venderos sin escrúpulos. No había nada que la madre pudiera hacer al respecto, y usualmente las mujeres nunca volvían ver a sus hijos.

Los dueños podían también separar a parejas, vender a una de las dos personas. Como forma de resistencia, muchas veces las familias esclavas huían juntas, pero si eran capturadas enfrentaban brutales castigos e incluso la muerte.

La semana pasada, tanto la vocera presidencial Sarah Huckabee Sanders como el secretario de Justicia, Jeff Sessions, citaron a la Biblia para defender la política de separación de familias, en particular en versículo 13 de Romanos: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”.

Ese mismo versículo era citado por los gobernantes del sur de Estados Unidos para justificar la esclavitud.

Tras la Masacre de Wounded Knee en 1890, en que el ejército norteamericano mató a 150 hombres, mujeres y niños indígenas, las autoridades obligaron a la población autóctona a enviar a sus hijos a escuelas del gobierno o eclesiásticas.

Lo que se buscaba, como dijo entonces el fundador de una de esas escuelas, Richard H. Pratt, era “matar al indio que tienen adentro y salvar al ser humano”.

En esas instituciones, los indígenas eran obligados a cortarse el cabello y se les prohibía hablar en su idioma. Se les convertía al cristianismo a la fuerza y se les adoctrinaba con las costumbres e historia de la población blanca.

Cuando esos niños indígenas regresaban a sus hogares, eran casi irreconocibles para sus padres.

Aun así, muchos niños indígenas resistieron, prendiéndole fuego a la escuela, huyendo, o suicidándose. Otros hablaban su idioma natal a escondidas. Algunos miembros de la etnia Navajo, que usaron su idioma para transmitir mensajes clandestinos en la Segunda Guerra Mundial, acudieron a esas academias militares.

En los inicios del siglo XX, las autoridades estatales solían quitarle los hijos a las familias pobres para enviarlos a orfanatos.

Pero algunos activistas en las décadas de 1920 y 1930 empezaron a promover la idea de que no se debe separar a los niños de sus familias, según el libro In the Shadow Of the Poorhouse: A Social History Of Welfare In America (En las sombras de la casa de pobres: Una historia social de la asistencia pública en Estados Unidos), por Michael B. Katz.

Aun así, las autoridades locales o estatales con frecuencia seguían usando la pobreza como pretexto para quitarle los menores a las familias negras o indígenas. A veces se usaba la excusa de que el padre o la madre sufrían de enfermedad mental.

Malcolm X en su autobiografía narra cómo el personal de asistencia social vino a llevarse a él y a sus hermanos, en momentos en que su madre quedó empobrecida y viuda tras el misterioso asesinato de su padre.

El futuro luchador por la igualdad de derechos vivió en varios hogares adoptivos y en instituciones de bienestar infantil. La madre, despojada de sus hijos, sufrió una crisis nerviosa y fue llevada a un hospital psiquiátrico.

Durante la Gran Depresión las autoridades de California y Texas participaron en una deportación masiva de inmigrantes mexicanos y de mexicano-estadounidenses a quienes culpaban por la crisis económica.

Entre 500 mil y un millón de personas fueron expulsadas del país en la década de 1930 durante “La repatriación”, como se le suele llamar a ese capítulo.

Algunas familias enviaron a sus hijos a vivir con familiares en otras partes de Estados Unidos para evitar que fueran llevados a un país donde nunca habían vivido, según Francisco Balderrama, profesor de historia chicana de la Universidad de California y coautor del libro Decade of Betrayal: Mexican Repatriation in the 1930s (La década de la traición: La repatriación de mexicanos en la década de 1930).

Muchas familias quedaron separadas de sus hijos, que eran ciudadanos estadounidenses.

«Y muchos niños jamás volvieron a ver a sus padres”, dijo Balderrama.

A partir de 1942, cuando Estados Unidos estaba en guerra contra Japón, el gobierno estadounidense mandó a ubicar a unos 120 mil ciudadanos de ascendencia japonesa en campamentos de detención. Entre ellos había unos 30 mil niños.

El documental Children of the Camps (1999) relata el trauma que sufrieron los niños al quedar detenidos junto con sus angustiados padres. Algunos niños mayores esperaron hasta cumplir los 18 años e incorporarse a las fuerzas armadas, tratando de demostrar la lealtad de su familia.

Kiyoshi K. Muranaga, cuya familia quedó recluida en Colorado, se incorporó al ejército y luchó en Italia, donde murió en combate. Recibió póstumamente la Medalla de Honor, conferida por el entonces presidente Bill Clinton.