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Sin retorno

Retorno

Con la conformación del Frente Ciudadano por México, los tres partidos convocantes, PAN, PRD y MC, fueron armando un tejido legal y político lo suficientemente profundo y complejo como para hacer cada vez más difícil la ruptura del pacto. Es un juego a vencer o morir, en el entendido de que con la unión de los tres grupos, más el impulso ciudadano producto de la expectativa de triunfo, la fuerza del movimiento es enorme, y que la actuación en solitario de los tres partidos no les permitiría aspirar a llegar a la silla presidencial. El problema es que esta propuesta político-electoral surgió desde las cúpulas partidarias e intenta presentarse como una opción ciudadana abierta y plural.

Es por ello que las aspiraciones de los dirigentes como Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, chocan con la lógica aperturista de un Frente Ciudadano que tendría que haberse construido con mecanismos claros y transparentes de selección de candidatos, y no a la inversa. Hoy se buscan instrumentos legales que den legitimidad a la candidatura de Ricardo Anaya a la Presidencia de la República, y de Alejandra Barrales a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Es por ello que la tensión con el resto de los aspirantes va en aumento, en la medida en que los tiempos se acaban para una elección abierta y aumentan las posibilidades de una designación cupular, que haga de los dirigentes partidarios candidatos del Frente.

De ahí el enojo de Mancera, Aureoles, Moreno Valle y otros con respecto a un Frente que valoran como propuesta para alcanzar el poder, pero descalifican a la hora de definir los métodos de selección de candidatos. Sin embargo, para todos ellos el costo de romper o formar otro bloque más, sería sumamente alto. Por eso buscan la manera de encontrar un “método democrático” para escoger a sus figuras electorales, sin tener que comprometerse con elecciones internas que saben bien les resulta imposible instrumentar en el corto plazo.

Pero la debilidad de cada formación política que constituye el Frente, sus divisiones internas y recriminaciones entre dirigentes, los obliga a resolver sus diferencias en el marco de esta amplia coalición que hace abstracción de estas enormes flaquezas para proyectarlos como posibles triunfadores de 2018. La victoria, o su sola expectativa, es suficiente para servir de advertencia de lo que se puede perder en caso de despedazar el Frente e ir a la elección en forma individual o en pequeños bloques incapaces de vencer a sus adversarios.

Por supuesto que tanto para el PRI y sus aliados, como para Morena y los suyos, la necesidad de reventar al Frente es fundamental para evitar una competencia que, al menos en las encuestas, favorece a esta última formación aún sin candidato definido. Para el Frente, la insistencia de Ricardo Anaya de presentarse como el personaje idóneo para encabezarlo, sigue siendo motivo de tensiones dentro del propio Partido Acción Nacional, como en el PRD, donde a pesar de la debilidad de este instituto político, varios de sus miembros creen que deben ser los candidatos presidenciales de la formación.

En este escenario, la Ciudad de México se presenta como la pieza fundamental a cambio de la cual los perredistas estarían en condición de ceder la candidatura presidencial al PAN. Esta ciudad es vital para la supervivencia del PRD como partido, y sin Acción Nacional resulta imposible pensar en poder derrotar a Morena y López Obrador. Las piezas del rompecabezas político mexicano se han modificado y con ello las estrategias de los partidos, la mayoría de ellos todavía sin candidato asignado. Para los firmantes del Frente, no hay retorno alguno, pero sí muchos obstáculos para consolidarlo.

Twitter: @ezshabot

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