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Una manta

Miguel Moreno TrippFuente: Cortesía

El World Economic Forum, además de la reunión anual que acaba de pasar comenzando desde los años 70s, recientemente había publicado, con base a datos de la OCDE, que los mexicanos somos los que más trabajamos al año, con un promedio de dos mil 255 horas por año, el equivalente a cerca de 43 horas por semana.

En Europa, loa griegos son los que más trabajan con un promedio de dos mil 35 horas por año. Los americanos están a media tabla con mil 783 horas. Es relativamente fácil adivinar quienes son los que trabajan menos en promedio: los alemanes con mil 363 horas al año.

Sin embargo, ese mismo análisis nos dice que, comparándose con países europeos, Alemania es 27 por ciento más productiva que Inglaterra y mire que ya es decir. No se llega a una conclusión muy profunda y se atribuye esta diferencia a la cultura de cada país.

No hay que matar al mensajero: trabajamos mucho pero no somos productivos. De serlo, tendríamos el nivel de vida de los alemanes con mucha mejor calidad de vida.

Disciplina, exigencia, atención al mínimo detalle, son entre otros, los conceptos que se me vienen a la mente para tratar de explicar el porqué de la productividad de los alemanes.

En contraste, vemos las fotografías de los bloqueos: literalmente con una manta atravesada en las vías del tren y una treintena de quienes se dicen maestros… que se amuele -por no usar el mexicanisímo verbo que no se puede publicar pero que aplica totalmente- el mundo o por lo menos el resto de México.

En esta situación, no sólo no se produce nada sino que se deja de producir en una especie de productividad negativa. Solo en México.

Diversas cámaras industriales han reportado pérdidas estratosféricas que se van en cadena dada la integración precisamente de las cadenas productivas.

No me quiero imaginar que pasaría si el tren avanzara y osara traspasar dicha manta. El drama mundial que se arma y que bien saben los que hacen este tipo de atropellos que tendrían, actuando en conjunto, una arrolladora dramatización en las redes sociales que a su vez tienen un altísimo impacto en el imaginario colectivo al que tanta falta le hace tener una pizca de criterio. Los agitadores que dan la impresión de ser todos unos profesionales en la materia y en aras de su ideología, sacrificarían a alguien con tal de imponer la misma.

Este tipo de acciones tienen un efecto multiplicador. Además del efecto económico en el corto plazo, está el mensaje que les dan a los niños: “no te preocupes en prepararte y superarte: basta la mediocridad que arropa el movimiento y si te organizas e intercambias tu voto con el que quede al frente, te van a dar lo que tú quieras. Vamos te va a dejar (alerta de sarcasmo) “trabajar” sin mayor esfuerzo salvo el que implique causar daño a las fuentes de trabajo bien habido”.

Además, ¿qué va a pasar con el Tren Maya? ¿Y con el del Istmo? O ¿sólo se bloquea a la iniciativa privada? “No´más” hay que darse cuenta que los impuestos los pagamos los cautivos y las empresas y de eso viven muchos de los del “movimiento”.

Esto es productividad negativa y encima de eso es sembrar la semilla de la mediocridad en las futuras generaciones. Todo por haberse aliado con el partido ganón. ¡México no te acabes! Pero al parecer sí nos lo vamos a acabar.

El autor es Doctor en Finanzas por la Universidad de Tulane; cuenta con la Maestría en Alta Dirección de Empresas, en el IPADE. Se desempeñó como Director General de entidades del área Internacional en Santander Serfin. Es Director del programa OneMBA.

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