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Algunas regiones de México ya se plantean «sembrar nubes» para que llueva. Sabemos que no es muy efectivo

México necesita agua. Y ya está buscando la forma de conseguirla. Su capital arrastra un problema de sequía que a principios de esta semana mantenía las tres presas del Sistema Cutzamala —el que surte a la población e industria de CDMX y la región centro-sur— con un déficit del 23,1% en sus niveles de almacenamiento. Para paliar la situación las autoridades han optado por tantear opciones. Algunas ortodoxas, como buscar estrategias de ahorro o rehabilitar pozos. Y otras que lo son algo menos, como «bombardear» nubes para incentivar las lluvias.

¿En qué consiste exactamente? Y sobre todo… ¿Funciona?

Objetivo: combatir la sequía. Ese es el gran desafío. Los datos publicados el martes por El Financiero muestran que la presa El Bosque estaba al 50,3%, la de Vila Victoria al 37,6% y la de Valle de Bravo al 51,5%. Si se analiza el conjunto del Sistema de Cutzamala, el encargo de abastecer a CDMX y el Estado de México, el déficit es del 23,1%, porcentaje que se explica por un registro de precipitaciones medias muy inferior a la media en CDMX y la Cuenca del Valle Mexicano.

Un vistazo al último mapa sobre sequía de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el servicio meteorológico (SMN), publicado el 18 de marzo, ayuda a entender cómo afecta la sequía a la nación, especialmente empecinada en la región central y ciertos puntos catalogados con la etiqueta de «sequía extrema». Según los cálculos de Conagua, más del 80% del país padece la falta de lluvias. Los peor parados: los estados de Nuevo León, Tamaulipas y Michoacán.

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A la caza de soluciones. Ante ese escenario las autoridades han optado por mover ficha y buscar soluciones. Sobre la mesa se han puesto estrategias de ahorro de agua, planes para un mejor aprovechamiento de los recursos, la negociación con empresas para que cedan parte del suministro al que tienen derecho… Y, eso es, el «bombardeo de nubes», medida que aplicará la Secretaría de Defensa (Sedena). La solución quizás resulte llamativa, pero no es del todo nueva: en 2022 ya la anunció el Gobierno de Nuevo León precisamente para hacer frente a la carestía.

El objetivo es relativamente simple, al menos sobre el papel: lanzar agentes químicos con ayuda de un avión para que favorezcan las lluvias. Como detalla el secretario de Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, se quiere sacar partido de las «muy buenas condiciones» de humedad y nubosidad registradas en el área de Cutzamala. «Va a generar que las presas de toda esa parte puedan cargarse de agua suficiente”, reivindica. El objetivo de las autoridades es que los «bombardeos de nubes» arranquen ya este mes y continúen a lo largo de abril y mayo.

¿En qué consiste el «bombardeo»? «Bombardeo» o «siembra», otra de las expresiones que también se usa con frecuencia para describir un método que, en realidad, viene de la década de 1940. Su mecánica es bastante sencilla: se liberan partículas de yoduro de plata u otros aerosoles en nubes con ciertas condiciones para fomentar las lluvias o nevadas. A la hora de aplicar el sistema pueden usarse aviones, cohetes o trabajar desde tierra y operar con diferentes tipos de nubes.

A lo largo de las décadas se ha recurrido al sistema para hacer frente a sequías y estiajes como los que ahora afronta México, pero también con otras finalidades, a las que España no es ajena. En Madrid o Aragón lo han utilizado para proteger los cultivos de las granizadas y hay donde se ha probado para producir nieve.

¿Es México el primero en usarlo? No. Desde luego que no. En Emiratos Árabes Unidos (EAU) han echado mano de flotas de drones para sembrar nubes y generar lluvias artificiales, en China se lanzó el año pasado un ambicioso plan para cubrir una extensión de 6.000 kilómetros cuadrados y al otro lado del Atlántico, en EEUU, estados como Idaho, Utah, Colorado o California han tanteado también las posibilidades de la estrategia. El método también se ha explorado en España.

Pero… ¿Funciona? He ahí la pregunta del millón. Y como suele ocurrir, la respuesta no es sencilla. «Los experimentos que producen nieve o lluvia exigen el tipo correcto de nubes, con suficiente humedad, y unas condiciones adecuadas de temperatura y viento. Los aumentos porcentuales son pequeños y es difícil saber cuándo la nieve o lluvia cayeron de forma natural y cuándo se desencadenó por la siembre», explica William R. Cotton, de la Universidad Estatal de Colorado.

«La mayoría de los estudios destinados a evaluar los efectos de la siembre de cúmulos han mostrado poco o ningún efecto», abunda el experto, y aclara: «No obstante los resultados de sembrar nubes orográficas de invierno, aquellas que se forman cuando el aire se eleva sobre una montaña, han mostrado aumentos en la precipitación». A modo de datos para la reflexión, Cotton recuerda la amplia disparidad de cifras que han arrojado los estudios sobre la materia.

¿Significa eso que no sirve? La respuesta vuelve a ser complicada. En su artículo Cotton cita un estudio de 2020 que muestra que solo 20 minutos después de la siembra se registró una nevada y hay otros expertos convencidos de que el método es efectivo. «Funciona. Lo sabemos por experimentos en el laboratorio. Tenemos suficientes evidencias de que funciona en la naturaleza. La cuestión es que aún no tenemos un gran conocimiento de la cantidad de agua que podemos producir», afirma Katja Friedrich, científica y autora del estudio SNOWIE.

El sistema se ha ganado también la confianza de un buen puñado de países y organismos, más allá de México. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) calcula que al menos en 2017 había más de medio centenar de naciones aplicando programas de modificación de clima para inducir un aumento de las lluvias y la nieve o minimizar el efecto de las granizadas sobre los cultivos agrícolas.

Imágenes: Jezael Melgoza (Unsplash) y SMN

En Xataka: Arabia Saudí tiene un plan para hacer que llueva más: sembrar nubes en sus ciudades

Vía: Xataka México