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Cada año nos caen 5.200 toneladas métricas de micrometeoritos: así nos «invade» el polvo extraterrestre, según un estudio

Que nos llueve polvo extraterrestre es algo tan antiguo como la propia existencia del planeta Tierra, pero es mucho menos sci-fi de lo que suena. Aun así, suena interesante conocer la naturaleza de esos micropedazos de universo que se van depositando en nuestra superficie (y no destruirlo, como se ha pensado para el de la Luna), pero claro, ¿cómo vamos a poder estudiarlo si nuestro propio planeta es todo un profesional en generar polvo?

Un grupo de investigadores lo ha hecho buscando el sitio que parece más propicio para ello en la superficie terrestre: la Antártida. Y tras estudiarlo dicen haber obtenido la mejor estimación de la cantidad de polvo extraterrestre que nos cae en un año.

Micrometeoritos ultracongelados de primera calidad

Según explican en Scientific American, las regiones polares son más convenientes para obtener muestras válidas de polvo extraterrestre por su aislamiento geográfico y su estasis (su estancamiento, por así decirlo). Además de que el hielo es una excelente manera de conservar elementos, quedando en estratos (de nieve) como ocurre con un suelo de tierra a medida que pasan los años.

Este polvo es lo que técnicamente pueden llamarse micrometeoritos. Es decir, la versión microscópica de lo que alguna vez logra sobrepasar las capas de la atmósfera sin desintegrarse, los meteoritos causando quizás algún desastre de mayor o menor escala (quizás rentable).

En concreto, Rojas y el resto visitaron la estación Concordia en la Antártida, la misma desde la que se bombardeaba láser a la atmósfera para recoger muestras del llamado Domo C, una de las regiones más frías del planeta. Un punto que era un buen candidato para esas condiciones deseadas para la toma de muestras: aislamiento y, además, altura (a unos 3 kilómetros por encima del nivel del mar).

Bas Concordia Base Concordia.

Los científicos se encontraron con estratos (anuales) tan finos de nieve que pudieron recolectar muestras de incluso décadas, según especifica Rojas (investigador jefe). De este modo, no tuvieron que derretir tanto hielo como pensaban y pudieron partir de 1995, de modo que así evitaban la contaminación humana que podría haber tras la instalación de la base Concordia (en 1996).

Y lo que ha calculado el equipo de investigadores de Julien Rojas y compañía (varios de la Universidad Paris-Saclay y algunos con experiencia en la NASA, como Juan Diego Carrillo Sánchez) en su trabajo es que cada año caen unos 5.200 toneladas métricas de micrometeoritos en nuestra superficie (entre 4.000 y 6.700 toneladas métricas al año), lo cual calculan por extrapolación de lo obtenido en el área.

Las muestras se almacenaron individualmente en contenedores de polietileno y fueron directamente transportados a una zona descontaminada para evitar al máximo la contaminación de las mismas, también buscando que las muestras de micrometeoritos se conservasen al máximo. Para trabajar con ellas, el polvo se filtró para aislarlo y se usaron técnicas como la microscopía electrónica y la espectrometría con rayos X entre otras, analizando más de 2.000 partículas de un rango de entre 12 y 700 micrómetros (normalmente se considera micrometeorito si pesan menos de un gramo).

Una primera idea (basada en una extrapolación)

Lo que vieron es que el 60% de polvo extraterrestre proviene seguramente de los cometas de Júpiter y un 20% del polvo parece provenir del cinturón de Asteroides. Matizaba Rojas que el polvo de los cometas es más «esponjoso» que el de los asteroides, además de que hay diferencias en la composición (como la materia orgánica, que suele estar más presente en los cometas de Júpiter).

Eso sí, precisamente hablando de cometas, la cantidad de polvo que éstos van dejando puede variar y no es uniforme, dependiendo de variables que quizás ni consideremos de momento. De ahí que haya que tomar esto como una primera estimación quizás más metódica, pero que no es un dato definitivo o la última palabra, como apunta a SA Kate Burgess, geóloga del laboratorio de investigación de la Marina estadounidense (y no implicada en el trabajo).

En todo caso, estudiar la naturaleza y el origen de estos micrometeoritos puede aportar más datos acerca de los componentes más pequeños del sistema solar, así como cómo se pudieron ir depositando los materiales sobre nuestro planeta a medida que éste evolucionaba y que aparecía la vida. Al fin y al cabo, algo de polvo extraterrestre podría tener aquel «caldo» que tras muchos, muchos años acabó en LUCA y en todo lo que vendría luego (incluidos nosotros).

Imagen | [https://www.nasa.gov/feature/goddard/caldwell-87](NASA, ESA, G. Piotto (Università degli Studi di Padova), and A. Sarajedini (Florida Atlantic University); Processing: Gladys Kober (NASA/Catholic University of America))