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Cambridge Analytica fue un punto de inflexión para Facebook, el testimonio de Frances Haugen es aún peor

Pocos elementos reflejan de una forma tan concisa y visual el cambio de percepción hacia Facebook en los últimos diez años como el paso por la portada de Time de su CEO, Mark Zuckerberg. En el año 2010 le declararon personaje del año. En 2021 invitan de forma poco sutil a eliminar Facebook. Ya sea la app o ya sea la empresa.

Entre ambas portadas han pasado muchas cosas. Un pequeño resumen:

– En 2012 hizo un experimento psicológico con 70.000 participantes sin su consentimiento. Eliminaba ciertas palabras de sus muros de noticias para probar cómo afectaba eso a sus reacciones a esas publicaciones.

– En 2016 tuvo varias polémicas por censurar ciertas informaciones que cuestionaban por sí mismas sus políticas de moderación de contenidos, denotando arbitrariedad.

– Las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 estuvieron marcadas por la desinformación difundida en Facebook: las noticias falsas superaron en número a las noticias reales.

– En 2018 Facebook fue usado por los militares de Myanmar para incitar al genocidio contra la minoría rohingya.

– El caso Cambridge Analytica destapó la desproporcionada cantidad de información que un algoritmo de Facebook captura de un usuario con una simple docena de likes.

– A su vez, destapó la ligereza con la que Facebook maneja nuestros datos y lo sumamente fácil que resultó a innumerables empresas acceder a ellos.

– Supimos del conocimiento de Facebook de las «operaciones psicológicas» a las que se dedicaba Cambridge Analytica con el objetivo de hacer cambiar de opinión a la gente meidante el «dominio informativo».

– Tras la compra de WhatsApp, Facebook aseguró no querer ni siquiera poder enlazar los perfiles de usuarios de ambas aplicaciones para aumentar la recolección de datos. Eso fue exactamente lo que hacen desde este año.

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«Pero espere, ¡aún hay más!»

Y ahora se suma a la lista The Facebook Files, un informe filtrado por Frances Haugen, ex-directora de producto de la red social que ha acusado a la empresa, primero de forma anónima y luego revelando su identidad, de incentivar el contenido polarizante y divisor, de ofrecer respuestas débiles a contenido en torno al tráfico de personas, la venta de órganos, la violencia contra minorías étnicas, las drogas o la pornografía. Tipos de contenidos prohibidos por la normativa de Facebook que en muchos casos, según la documentación aportada por Haugen, tuvo respuestas débiles, cuando no nulas.

Ni la propia Facebook es ya capaz de manejar su algoritmo, algo que puede complicar jurídicamente sus próximos años

«Estoy aquí hoy porque creo que los productos de Facebook perjudican a los niños, avivan la división y debilitan nuestra democracia», dijo Heugen al Senado. En el mejor de los casos, alguien con buena fe puede pensar que Facebook simplemente ya es incapaz de controlar con precisión qué se muestra y qué no en los muros de sus usuarios.

El funcionamiento del algoritmo de Facebook se basa en que no hay un único algoritmo ni está centralizado por un solo departamento, sino que los modelos de aprendizaje automático van siendo agregados por los propios ingenieros de la empresa en función de los objetivos que hayan sido asignados a su equipo de trabajo. Esta dinámica implica que puede haber algoritmos cuyos objetivos entren en conflicto con otros. Como una competencia. La complejidad ha crecido tanto que se hace extremadamente difícil hacer modificaciones.

Eso puede ser una noticia especialmente mala para Facebook: si su algoritmo ha llegado a ser inmanejable, lo tendrá aún más difícil para asumir responsabilidades. Hace dos años un senador planteó a Zuckerberg la segregación de Facebook e Instagram y su puesta a la venta, obteniendo una negativa. En ese momento fue solo un planteamiento sin imperativo legal.

Haugen decidió abandonar Facebook cuando la empresa decidió desbaratar el equipo de «integridad cívica», un departamento creado para «servir primero al interés de la gente, no al de Facebook». Eso fue en 2020, tras las elecciones presidenciales que ganó Biden, y muchos empleados sintieron que la disolución tuvo como objeto dejar de concentrar el poder en un equipo con prioridades distintas a las de la empresa: anteponer el interés social al corporativo.

¿Ahora qué? Miramos la portada de Time en 2010 y nos sentimos un poco pardillos: confiamos en masa nuestros datos, gustos, información y hasta tests de personalidad (W-T-F) a las aplicaciones de una empresa que ha roto sus promesas una y otra vez. Las cifras trimestrales que ofrece esa empresa siguen rompiendo sus propios récords.

Peor debe sentirse Zuckerberg, viendo su rostro con 26 años bajo el rótulo «personaje del año», con la nostalgia de una vida mejor, la de cuando verdaderamente solo tenía problemas de rico (¿me infantilizan demasiado los rizos? ¿Cuál de todas las apps de fotografía deberíamos comprar?). Ahora por suerte sus preocupaciones también son otras, falta saber durante cuánto tiempo más tendremos que preocuparnos nosotros.