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China tiene el dominio indiscutible en las tierras raras. Así está intentando Occidente aflojar su control

Su nombre es algo desafortunado porque ni describe con exactitud lo que son ni da una idea realista de su disponibilidad, pero lo que está claro es que las “tierras raras” jugarán un rol clave en el futuro. Por su uso estratégico en la industria, por lo limitada que está su cadena de suministro y por el valor geopolítico que, debido en parte a los factores anteriores, ha ido ganando con el tiempo.

En el mapa internacional de las tierras raras —el conjunto de los considerados como “minerales críticos”, en realidad— China juega un papel preponderante que le otorga una cómoda posición de poder. Ahora surgen movimientos fuera de sus fronteras que intentan aflojar su dominio.

¿Qué son exactamente las tierras raras? Por irónico que resulte ni son tierras, ni todo lo que abarca resulta tan raro como insinúa su nombre. Con esa peculiar etiqueta nos referimos a un grupo de 17 elementos químicos entre los que figuran el escandio, itrio y lantánidos. Algunos como el cerio son relativamente abundantes; otros, no tanto. Para la industria tecnológica son cruciales. Entre un largo etcétera, los usa en los coches eléctricos, instrumental astronómico, láseres o sensores.

En conjunto forman parte del cajón de los minerales críticos, lista en la que se incluye también al litio o el cobalto, esenciales, entre otras cosas, para las placas fotovoltaicas o los molinos eólicos. De ahí que ocupen un papel crucial en la transición energética y el proceso de descarbonización en el que está inmerso la Unión Europea. Se espera que su demanda, en general, continúe al alza.

¿Es importante China en su suministro? Sí, mucho. Con el paso de los años China ha sabido sacar buen provecho de sus recursos mineros de tierras raras; pero sobre todo —y quizás esto sea lo realmente crucial— se ha labrado un papel estratégico en la cadena de suministro y acumulado una valiosa experiencia e infraestructura que le permite convertir el material extraído en óxidos refinados, separados y útiles para la industria. Según precisa East Asia Forum, se calcula que ha logrado entre el 50 y 60% de la cuota de mercado de la minería y el 80% de la capacidad de procesamiento.

Para tener una idea de su capacidad, el Servicio Geológico de Estados Unidos calcula que aproximadamente el 78% de las importaciones de este tipo de minerales llegan de China. Su peso trasciende en cualquier caso ese selecto “club” de 17 elementos «raros»: más de la mitad de las materias primas que la UE considera críticas, lo que incluye por ejemplo el bismuto, se importan desde China, que destaca también en la cadena de suministro del litio, cobalto o níquel.

¿Qué implica ese peso dominante? Un poder considerable. Los minerales críticos resultan cruciales para el sector tecnológico, pero también en procesos estratégicos ya en marcha y por los que instituciones como la UE ha decidido apostar con fuerza: la transición hacia una movilidad sin carburantes y las energías verdes o la descarbonización. Lo explica con claridad meridiana Maroš Šefčovič, de la CE: “Europa debe evitar la trampa de la dependencia cuando se trata de materias primas críticas. Porque sin ellas, sencillamente, no hay transformación verde y digital”.

La propia China ha demostrado que no le tiembla el pulso al sacar un valor geoestratégico de su posición de poder: en 2011, en plena disputa territorial con Japón por las Islas Senkaku, el gobierno nipón aseguró que Pekín retuvo envíos de tierras raras de forma deliberada a modo de castigo. No hay que irse tan lejos. Hace apenas tres años, en plena crisis de Huawei, las autoridades chinas amenazaron también con paralizar la exportación de tierras raras claves a Estados Unidos.

¿Cómo responden otros países? Intentando aflojar ese control. “No podemos permitir que países como China usen su posición de mercado en materias primas, tecnologías o productos clave para perturbar nuestra economía o ejercer una influencia geopolítica no deseada”, explicaba hace unos días la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen. Algo similar ocurre en la Unión Europea, con una gran dependencia de las importaciones de metales y que ha querido dar un impulso a su producción de materias primas clave con el proyecto VECTOR, en el que participa el CSIC.

¿Y qué movimientos están dando? En 2019 EEUU adoptó medidas a nivel legislativo para impulsar el suministro nacional y en febrero Joe Biden volvía a incidir en el tema, avanzando incluso una ayuda de 35 millones para crear una cadena de suministro nacional. En junio Lynas Rare Earths se hacía además con un contrato de 120 millones para construir una planta de procesamiento en uno de los grandes depósitos del país, en Texas, que debería empezar a operar ya en 2025.

EEUU o la UE no son en cualquier caso los únicos que han movido ficha. Reino Unido quiere debilitar el domino chino y su dependencia en minerales críticos con una instalación de procesamiento situada en el norte del país a la que ha destinado unos 150 millones de libras. Lejos de allí, en Kalgoorie (Australia), Lynas quiere poner en marcha también una amplia refinería para tierras raras.

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¿Qué ocurre con Turquía? En ese empeño por tambalear el dominio chino ha sonado con fuerza a lo largo de las últimas semanas el nombre de Turquía. ¿La razón? Sus autoridades anunciaron a bombo y platillo el hallazgo en Anatolia Central de un enorme depósito de 694 millones de toneladas de tierras raras, un volumen de recursos que solo superaría la explotación de Bayanoba, en China.

Desde entonces, sin embargo, han ido surgiendo distintas voces que cuestionan el alcance real del yacimiento y, sobre todo, su capacidad práctica para competir con el Gigante Asiático.

¿Se ha quedado quieta China? Desde luego que no. En 2021 sus autoridades dieron el visto bueno a la fusión de tres compañías estatales que pasaron a formar el Grupo de Tierras Raras de China, un gigante que ayudará a consolidar el dominio del país: se calcula que controlará entre el 60 y 70% de la producción del país de tierras raras, lo que supone un buen pellizco de la oferta global.

Otro ejemplo de que China no está dispuesta a ceder en su posición es que cuando Turquía anunció su hallazgo no tardó en matizar su potencial y, sobre todo, reivindicar su propio músculo: «La razón por la que China disfruta de una posición global dominante no es la gran reserva, sino la capacidad de extraer, separar y regenerar, así como una cadena industrial completa para producir derivados”, subraya el diario Global Times, respaldado por el Partido Comunista Chino.

Imágenes | Darmau Lee (Unsplash) y Coordenação-Geral de Observação da Terra/INPE (Flickr)