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La Tierra no es la mayor amenazada por el calentamiento global. Son las vidas de 1.000 millones de personas

El titular de este artículo intimida, sí, pero se sostiene escrupulosamente sobre las conclusiones a las que han llegado los científicos Joshua M. Pearce, de la Universidad del Oeste de Ontario (Canadá), y Richard Parncutt, de la Universidad de Graz (Austria). El propósito de la investigación que han llevado a cabo estos técnicos es cuantificar empleando modelos climáticos avanzados qué impacto tendrá el calentamiento global en la biosfera si las emisiones de gases de efecto invernadero perduran y la temperatura durante las próximas décadas se incrementa 2 ºC o más.

Afortunadamente su estudio no asegura que este vaticinio tan dramático se vaya a cumplir; lo que defiende es que si se dan las circunstancias más desfavorables como resultado de la huella de la actividad del hombre en la evolución del clima podrían perder la vida hasta 1.000 millones de personas durante este siglo. Precisamente el propósito de Pearce y Parncutt es anticipar a los Gobiernos de las principales potencias qué sucederá con una alta probabilidad si sus decisiones no abordan los desafíos climáticos de una manera realmente ambiciosa.

Los países más pobres serán los que más sufrirán si no cambiamos de rumbo

Un apunte importante antes de seguir adelante: un modelo climático es una representación presumiblemente fidedigna de los procesos que condicionan la interacción que se produce en nuestro planeta entre la atmósfera, los océanos, las grandes masas de hielo y la superficie continental. Los científicos utilizan modelos climáticos cada vez más avanzados y precisos para intentar anticiparse a los cambios en el clima global que podrían desencadenarse si se dan ciertas condiciones, como, por ejemplo, si perduran los niveles actuales de emisión de gases de efecto invernadero.

Las industrias del petróleo y el gas son directa e indirectamente las responsables del 40% de las emisiones de carbono

Los modelos climáticos más sofisticados son muy complejos debido a la enorme cantidad de parámetros que deben contemplar con el propósito de entregarnos una simulación fidedigna, por lo que habitualmente es necesario procesarlos en un superordenador con una enorme capacidad de cálculo. Aun así, esta disciplina es tan exigente que incluso los modelos más avanzados están lastrados de forma implícita por cierto margen de error. En cualquier caso, ahora mismo son la mejor herramienta de la que disponen los climatólogos para intentar entender el clima y anticiparse a su evolución desde una perspectiva global.

El estudio liderado por Pearce y Parncutt se apoya en decenas de investigaciones climáticas previas, aunque es el primero que cuantifica expresamente el coste en vidas humanas que presumiblemente tendrán las emisiones de gases de efecto invernadero en el contexto global. Según estos autores las industrias del petróleo y el gas son directa e indirectamente las responsables del 40% de las emisiones de carbono, por lo que en su estudio sugieren que las medidas que deben adoptar los Gobiernos de los países responsables deben ser más enérgicas que las actuales.

Los más de 180 artículos científicos sobre los que han trabajado Pearce y Parncutt han sido revisados por pares, por lo que las conclusiones a las que han llegado merecen ser tenidas en cuenta. A priori puede parecer que un incremento de la temperatura global de 2 ºC es muy poca cosa, pero no lo es en absoluto. Y no lo es debido a que esta cifra basta para modificar con intensidad algunos de los procesos que condicionan la interacción entre la atmósfera, los océanos, las masas de hielo y las superficies continentales, que son, como hemos visto más arriba, las variables fundamentales de la ecuación climática.

El impacto del cambio climático no sería el mismo en todo el planeta: las países más pobres o en vías de desarrollo serían los más desfavorecidos

En cualquier caso, lo que vaticinan Pearce y Parncutt es que si llegasen a darse sus peores presagios el impacto del cambio climático no sería el mismo en todo el planeta: las países más pobres o en vías de desarrollo serían los más desfavorecidos. La evolución del clima acentuaría la desertificación de algunas zonas del globo, lo que probablemente provocaría hambrunas como resultado de unos periodos de sequía cada vez más frecuentes e intensos.

Además, cabe la posibilidad de que los fenómenos climatológicos extremos sean cada vez más frecuentes, y, como es natural, los países más pobres son los que están peor preparados para amortiguarlos. Confiemos en que el esfuerzo de los científicos sirva para impedir que este panorama tan dramático finalmente tenga lugar.

Imagen de portada: Markus Spiske

Más información: MDPI

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