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La vacuna del CSIC «está preparada para empezar a ser realidad dentro de pocas semanas», según el Gobierno: qué significa esto y cómo nos afecta

«Esta vacuna es de una tecnología que, indefectiblemente, tiene que tardar más que otras y, está prepara para empezar a ser realidad dentro de pocas semanas«, decía esta misma mañana el Ministro de Ciencia, Pedro Duque, sobre la vacuna que está desarrollando el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y así se han hecho eco desde numerosos medios de comunicación.

Sin embargo, ese «empezar a hacerse realidad dentro de pocas semanas», como él mismo señalaba a continuación, no tiene nada que ver con llegar a los hospitales o los centros de salud. Ni siquiera con empezar fases avanzadas de los ensayos clínicos. «Dentro de pocas semanas, [esperamos] tener ya todos los elementos con los que empezaremos a hacer las pruebas preclínicas», decía el Ministro. Aunque, de hecho, algunas vacunas del CSIC ya están más avanzadas que eso. ¿Qué sabemos y qué podemos esperar exactamente de la vacuna del CSIC?

La MVA-CoV-2-S del CSIC, explicada en dos minutos

Hace menos de un mes, la prestigiosa ‘Journal of Virology’ publicaba los resultados en ratones de la MVA-CoV-2-S, el candidato vacunal que desarrolla el equipo de Mariano Esteban y Juan García Arriaza en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. Esta vacuna, la más avanzada de las desarrolladas por el Consejo, utiliza un virus como vehículo para introducir la proteína de espiga del SARS-CoV-2 en el cuerpo y estimular las defensas inmunitarias.

A diferencia de otras vacunas que usan tecnologías similares, en lugar de usar vehículos de la familia de los adenovirus, la MVA-CoV-2-S utiliza una variante del virus que sirvió para erradicar la viruela: el virus vaccinia modificado de Ankara (MVA).

Los resultados fueron muy buenos. Según se podía ver en la revista, “la vacuna confiere una protección del 100% contra el SARS-CoV-2 en un modelo de ratón humanizado susceptible a la infección por SARS-CoV-2″; es decir, los estudios preclínicos permitían concluir “que el candidato vacunal MVA-CoV-2-S genera una respuesta inmunitaria robusta con producción de anticuerpos neutralizantes y activación de linfocitos T en ratones”. El siguiente paso era solicitar el permiso de la Agencia Española del Medicamento para arrancar las fases I/II de los ensayos clínicos (si todo va bien) en las próximas semanas.

¿Por qué la vacuna del CSIC es más lenta?

Esteban Arriaza

Del apartado anterior se deduce que, en el mejor de los casos, queda casi un año para que la vacuna pudiera autorizarse. Decía Pedro Duque que esta vacuna del CSIC utilizaba una tecnología que era «indefectiblemente» más lenta que el resto y no le faltaba razón.

En general, los laboratorios con capacidad para desarrollar vacunas suelen ser equipos de investigación muy centrados en una vacuna concreta. El de Esteban y Arriaza lleva años trabajando con cepas altamente atenuadas del virus vaccinia y, de hecho, el grupo ha desarrollado vacunas para otros virus emergentes como el Chikunguña, el Zika o el Ébola.

No obstante, por medios y metodología, el trabajo del equipo no está pensando para tan rápido como hemos necesitado durante esta pandemia. No es algo especialmente sorprendente si tenemos en cuenta la historia de otra vacuna conocida, la de AstraZeneca. La tecnología de Oxford que permitía generar una vacuna rápidamente con un adenovirus surgió precisamente de un fracaso. Los problemas que ocasionó el desarrollo la vacuna del Ébola en 2014 o la del MERS en 2015.

Ante ello, en Oxford decidieron ponerse a trabajar en una tecnología lo suficientemente rápida que pudiera responder proactivamente en una epidemia corta. El resto de sistemas y tecnologías son más lentos. Algunos son solo un poco más lentos (la vacuna de Jensen, que utiliza la tecnología del Beth Israel Deaconess Medical Center de Boston está a punto de aprobarse y la Sputnik rusa, por solo comentar las que usan vectores víricos, también está dando buenos resultados), otros pueden llevarnos años de trabajo.

De todas formas, lo interesante de las vacunas del CSIC quizás no sea su capacidad para llegar a tiempo en esta epidemia, sino un ejemplo claro de que España debe empezar a reflexionar sobre su capacidad biotecnológica. Decía Josep Borrell que la crisis del coronavirus había enseñado a Europa «que no producía un gramo de paracetamol«; en este sentido, la carrera por el desarrollo de las vacunas debe hacernos pensar qué herramientas necesitamos en un mundo tan competitivo.

Imagen | Hospital Clinic