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Lo que sabemos meses después sobre cómo se transmite la COVID-19: con gotitas, a través de superficies y en «racimos»

Todavía existen muchas incógnitas sobre el SARS-CoV-2, un virus cuya naturaleza vamos desvelando poco a poco. Por suerte, a día de hoy tenemos muchas más cosas claras sobre su transmisión que hace meses: canales, tiempos, vías y otras características van conociéndose, despejando lentamente las dudas que nos preocupan desde hace tiempo. ¿Qué sabemos al respecto? Esto es lo que hemos aprendido hasta la fecha.

El virus se contagia por gotículas

A estas alturas es vox populi que el virus se transmite por microgotículas. Esto es, las gotas minúsculas que expulsamos al exhalar el aliento o hablar. Estas aparecen como consecuencia de respirar, como parte del vapor de agua o de la saliva que tenemos en la boca. Estas gotitas son tan minúsculas, de hasta 5 micrómetros, que pueden ser invisibles a ojo descubierto y según las circunstancias. Si estas gotas se ponen en contacto con alguna de nuestras mucosas (ojos, boca o nariz) entonces el virus puede infectarnos.

También sabemos que estas gotas pueden caer en objetos donde permanecerá la carga viral (la cantidad de virus) activa y, si la tocamos, y después nos tocamos una mucosa, podemos infectarnos. El virus, hasta donde se sabe por ahora, no infecta por contacto con la piel.

El SARS-CoV-2 no es un virus aéreo

Una cuestión que se sabe desde el comienzo, y que se ha confirmado recientemente, es que este coronavirus no se transmite por el aire. Esto quiere decir que no es un virus aéreo como sí es hacen el sarampión o la varicela. Esto reduce su ya de por sí alta capacidad de contagio y tiene como consecuencia diversas cuestiones importantes para su control y prevención: las gotículas pueden llegar a uno o dos metros de la persona vector, pero no más allá.

¿Qué sabemos sobre las gotículas que permanecen en el aire?

Aunque no se transmite por el aire, un informe del CSIC alertaba el pasado abril de la posibilidad de que las gotículas permanezcan en el aire durante horas. Este transmitía la misma información que otro informe anterior publicado en el The New England Journal of Medicine. Esto provocaría ambientes contaminados y peligrosos al poner dichas gotículas en contacto con todo el mundo, al pasar.

Sin embargo, la evidencia científica hasta la fecha insiste en que estas microgotas desaparecen al poco tiempo al aire libre y con calor, reduciendo la cantidad de carga viral. La OMS ha reiterado que la posibilidad de que exista un contagio al aire libre por gotículas en suspensión es muy baja.

La saliva es el líquido principal en la transmisión

Por el momento, se sabe con seguridad que el virus se encuentra en la saliva y el el moco de los pulmones. En otras palabras, que aparece asociado con total seguridad al tracto respiratorio. No sabemos a ciencia cierta si el virus puede estar presente en otros fluidos, aunque no se espera que esté presente en los más comunes o «accesibles», como el sudor.

¿Cuánto tiempo permanece el virus y en qué superficies?

Como decíamos antes, el coronavirus aparece asociado a ciertas superficies y puede permanecer durante horas activo, sobre ellas. ¿A qué superficies nos referimos? Según los estudios hasta la fecha, el SARS-CoV-2 puede permanecer hasta 72 horas en acero inoxidable y plástico, 24 sobre cartón y cuatro horas sobre cobre (como el de las monedas). Esto depende de las circunstancias particulares de la superficie, especialmente la humedad. Cuanto más seco sea el ambiente y/o la superficie, menos probabilidad de contagio.

Podemos transmitir el virus desde el comienzo y hasta 10 días desde que comienza la infección

La ventana en la que una persona se convierte en vector de la enfermedad, es decir, el tiempo durante el cual puede transmitirla, es mayor que el de otras enfermedades asociadas a coronavirus, por ejemplo. El SARS-CoV-2, ahora lo sabemos, puede transmitirse desde momentos muy tempranos de la infección, cuando el virus apenas ha comenzado a reproducirse. A diferencia de otras enfermedades, esto amplía el periodo infectivo, que puede alcanzar hasta los 10 días, siendo los primeros momentos clave por no presentarse síntomas.

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Por otro lado, también existen indicios de que dependiendo de cuándo se contagie una persona, las consecuencias pueden ser diversas. De esta manera, los contagios cuando la carga viral es menor, es decir, durante los primeros días, suelen ser más suaves en síntomas y consecuencias posteriores.

Vectores y supervectores: el virus se transmite en «racimos»

Otra de las evidencias más recientes apunta a que los contagios, lejos de producirse de forma sostenida, ocurren por pequeñas oleadas o racimos. Como ya explicamos, a medida que se analizan los patrones de dispersión de la enfermedad queda más patente esta cuestión. Esto pone de manifiesto la existencia de los «supervectores» o «superdispersores». Se conocen así a las personas capaces de infectar a muchas otras (decenas o incluso centenas).

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Así, algunas personas contagian a muchas personas mientras que otras no contagian a nadie o casi nadie. Adam Kucharski, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, apuntaba que el 10% de los contagiados, aproximadamente, serían causantes de al menos el 80% de nuevos contagios. Este papel de los supervectores es una de las incógnitas más interesantes en cuanto a la epidemiología de la enfermedad y la hipótesis que los sustenta va cogiendo fuerza.

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