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PlayStation Classic, análisis: cuando la nostalgia es condición necesaria pero no suficiente para vender un producto

El pasado mes de septiembre Sony daba la sorpresa y se unía a la tendencia iniciada por Nintendo. Anunciaba la PlayStation Classic, una miniconsola que nacía con el objetivo de rescatar las alegrías que en su día trajo la PlayStation original. Ya tuvimos la oportunidad de ofrecer unas primeras impresiones, pero ahora hemos podido ir más allá con este análisis.

De hecho hemos tenido esta consola en durante unos días para analizarla, y había especiales ganas por descubrir si aquella mágica experiencia había logrado superar el paso del tiempo. En cierto modo lo ha hecho, pero yo diría que Sony ha perdido aquí una oportunidad clara de recuperar toda la magia de aquella consola legendaria.

Un diseño fiel al original en casi todo

Más de dos décadas han pasado desde que Sony lanzara la PlayStation original –fui propietario de una de ellas, así que este análisis tiene un componente personal especial-, y lógicamente en todo este tiempo la tecnología ha evolucionado de forma tan notable que aquella potente consola hoy se puede emular sin problemas desde cualquier móvil medio decente.

Eso hace que las necesidades de espacio para integrar los componentes necesarios para completar el producto sean mucho menores, y de hecho la PlayStation Classic es prácticamente la mitad de lo que era el modelo original en cuanto a tamaño. Es además mucho más ligera, y de hecho cogiéndola en la mano casi parece una consola de mentira por lo liviana que es.

El aspecto exterior es prácticamente idéntico, aunque en esta edición hay varias «mentiras piadosas». La tapa superior que se abría para dar acceso al lector de CDs no es tal, está «pegada» a la cubierta superior, y el botón «Open» que en la original permitía abrir esa tapa aquí no lo hace, sino que permite cambiar la «unidad virtual» si los juegos necesitaban varios CDs durante su desarrollo.

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El botón «Power» sí funciona como es de esperar y solo sirve para encender o apagar la consola, mientras que el botón «Reset» es probablemente el más importante ya que permite reiniciar la consola para cambiar el juego del que queremos disfrutar, aparte de otra función relevante de la que hablaremos más adelante.

Mención especial merecen los mandos de la PlayStation Classic, que son una reproducción totalmente fiel de los mandos originales en cuanto a su diseño y materiales: esa cruceta tan característica, esos gatillos y esos botones gomosos de ‘Start’ y ‘Select’ realmente ayudan a devolverle a uno a aquella experiencia del pasado.

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Siguen siendo mandos con cable -no hay aquí un paso al mundo inalámbrico que hubiera sido interesante-, pero la longitud del mismo es suficiente para jugar cómodamente. Lo que sí cambia es el conector, que pasa a ser un USB convencional en lugar del conector propietario que utilizaban los mandos originales de la PS1.

Algunos quizás echarán en falta los mandos DualShock con los sticks analógicos que se añadieron a a cruceta, pero lo cierto es que aunque en algunos juegos esos controles ayudaban (y mucho), la consola parece ser un homenaje específico a aquella versión original, mandos incluidos.

La experiencia: ¿quizás demasiado fiel a la original?

Al encender la PlayStation Classic nos encontramos con una interfaz simple y funcional que en primer lugar muestra la lista de juegos en rotación -podremos movernos a uno u otro con el mando fácilmente- y que además permite acceder a un menú de opciones muy básico.

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En ese carrusel se muestra una captura en miniatura de la portada del juego, el título y desarrolladora, el año de lanzamiento y el número de jugadores que soporta. No hay grandes alardes en esa presentación de los títulos, aunque al menos esa interfaz sí aprovecha el formato panorámico de los televisores o monitores a los que conectamos la consola: hay que recordar que la resolución máxima ofrecida es de 720p.

Ese soporte de los formatos panorámicos desaparece al ejecutar los juegos: Sony no ha adaptado esos títulos a los tiempos modernos y no hay prácticamente escalado alguno, porque el formato 4:3 con el que fueron programados se mantiene para conservar así ese ratio de aspecto original.

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Hasta cierto punto sorprende ver cómo grandes bandas negras aparecen a ambos lados de los juegos, y a menudo también lo hacen bandas negras en la parte superior e inferior para «encajonar» esa experiencia de juego que además tiene otro hándicap: que los gráficos han evolucionado mucho en todo ese tiempo.

Eso es quizás más fácil de aceptar para juegos de las viejas plataformas de 8 bits, pero al menos en mi caso el recuerdo que tengo de la PlayStation original era el de una máquina que dio un salto gráfico brutal. Recuerdo ver por primera vez ‘Gran Turismo’ y pensar entonces que parecía imposible que un juego de coches pareciera mucho más real que aquello.

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En muchos de los juegos incluidos en la PlayStation Classic el tortazo de realidad es notable, y por ejemplo ‘Grand Theft Auto’, ‘Cool Boarders 2’, ‘Resident Evil Director’s Cut’, ‘Tom Clancy’s Rainbow Six’ o ‘Destruction Derby’ tienen unos gráficos y un desarrollo horrendos ahora que los miro desde la distancia. Pueden tener su encanto, pero en jugabilidad y en el apartado visual el resultado final acaba haciendo polvo los recuerdos que tenía de aquellos títulos.

Con otros la experiencia es afortunadamente distinta: ‘Metar Gear Solid’ muestra a las claras sus píxeles y su falta de resolución, pero la propia perspectiva del juego y su desarrollo ha demostrado que algunos títulos ganan con el tiempo: que ese juego fuera así hace 20 años deja claro que se trata de una joya de aquella época.

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También lo es probablemente el ‘Tekken 3’, una verdadera maravilla en gráficos y jugabilidad que sigue conservando toda la magia de antaño. Jugué mucho a este título y a otros de lucha que echo muy en falta (como ‘Soul Blade’ (también conocido como ‘Soul Edge’), y evidentemente las preferencias pesan aquí, porque mi reacción frente a otros títulos como ‘Final Fantasy VII’ es bastante neutra: no lo jugué entonces porque no me llamaba la atención, pero probablemente es uno de los grandes protagonsitas de esta selección oficial de Sony.

Hasta las tarjetas de memoria son virtuales

Como comentábamos anteriormente, hay un botón especialmente útil en esta consola, y es el botón de «Reset» con el que accedemos a la opción de reiniciarla para pasar a otro juego en lugar del que estuviéramos disfrutando en ese momento.

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Al hacerlo, no obstante, aparece una opción especial: la interfaz nos pregunta si queremos guardar la partida que estábamos jugando, una de las funciones más interesantes de esta edición.

En la PlayStation original algunos juegos permitían guardar partidas cuando llegabas a ciertos puntos del desarrollo, pero en esta reedición podremos salvar las partidas allí donde nos apetezca para luego reanudarlas.

Cada juego dispondrá de 15 ranuras de tarjeta de memoria virtual que se podrán gestionar desde la interfaz de la PlayStation. Esa función de la tarjeta de memoria virtual integrada en el dispositivo es algo más avanzada de la que permitían las tarjetas Memory Card en las consolas originales, y desde luego es un pequeño punto a favor de este desarrollo.

Emulando que es gerundio

La palabra clave de esa sección anterior es «emular». Como en otras miniconsolas que ya han aparecido en el mercado, la PlayStaiton Classic no hace uso del mismo hardware de la original, sino que utiliza un pequeño miniPC sobre el que corre el emulador que da acceso a toda esta nostálgica experiencia.

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Ese emulador no ha sido desarrollado por Sony, curiosamente: se trata de un emulador Open Source llamado PCSX-ReARMed precisamente compilado para procesadores ARM y que es una versión derivada del conocido PCSX-Reloaded, en desarrollo desde 2009.

Como comentaban nuestros compañeros de Genbeta, este emulador es el mismo que usa la plataforma RetroArch, pero a diferencia de la versión integrada en esa plataforma en esta no tendremos algunas opciones interesantes como el juego en red o la característica «save rewind» con la que podíamos ir hacia atrás (poco tiempo, eso sí) en nuestras partidas recientes para poder por ejemplo probar nuevos caminos.

La polémica está servida con la lista de juegos incluidos

Todo lo dicho hasta ahora plantea una solución equilibrada en cuanto a diseño, hardware y prestaciones: la PlayStation Classic no brilla especialmente en nada, pero ciertamente facilita el acceso a aquellos juegos del pasado y lo hace con mucha fidelidad incluso en unos tiempos de carga que son más largos de lo que uno podría esperar.

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El problema real llega con la lista de juegos incluidos. Sony ha decidido preinstalar 20 títulos en la PlayStation Classic para que podamos jugar a cualquiera de ellos cuando lo deseemos, y son los siguientes ordenados alfabéticamente:

  • Battle Arena Toshinden
  • Cool Boarders 2
  • Destruction Derby
  • Final Fantasy VII
  • Grand Theft Auto
  • Intelligent Qube
  • Jumping Flash
  • Metal Gear Solid
  • Mr Driller
  • Oddworld: Abe’s Oddysee
  • Rayman
  • Resident Evil Director’s Cut
  • Revelations: Persona
  • Ridge Racer Type 4
  • Super Puzzle Fighter II Turbo
  • Syphon Filter
  • Tekken 3
  • Tom Clancy’s Rainbow Six
  • Twisted Metal
  • Wild Arms

Las listas nunca acaban siendo certeras en todo para todos, y esta no es una excepción. Sony la dio a conocer hace semanas, y desde entonces el debate entre la comunidad de usuarios ha sido enorme: muchos antiguos propietarios de la consola protestan por la falta de títulos que no están y por la inclusión de otros que Sony sí ha decidido integrar en este pack.

Mi sensación es la misma, y es el problema de querer ofrecer una lista que trate de contentar a todos los públicos. Entiendo que juegos como ‘Final Fantasy VII’ hayan formado parte de la selección aunque no sea una preferencia personal mía, pero por ejemplo otros como ‘Jumping Flash’, ‘Mr Driller’ o ‘Super Puzzle Fighter II Turbo’ no son precisamente títulos míticos de la consola y casi parecen juegos de relleno que podían haber sido sustituidos por otros mucho más populares.

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Aquí es imposible acertar con todos, pero quizás no hubiera sido mala idea incluir un ‘Tomb Raider’, un ‘Crash Bandicoot’, un ‘Gran Turismo 2’ o un ‘Driver’. Y como estos, decenas y decenas de títulos que seguramente muchos compradores potenciales echarán tanto en falta que podrían decidir no adquirir la consola.

El problema real no es tanto ese como el hecho de que Sony haya indicado que no habrá opción para actualizar y ampliar esa lista de juegos disponibles en el futuro. Estos 20 títulos serán los que se podrán jugar ahora y, a priori, para siempre, algo que representa una enorme oportunidad perdida para Sony.

Creemos que haber integrado alguna solución de expansión de esa lista hubiera sido una decisión muy acertada para que cada jugador hubiera podido «adaptarse» su consola a sus preferencias en cuanto a la lista de juegos, pero esta decisión unilateral de Sony podría salirle muy cara a la empresa y a este nostálgico proyecto.

Sony PlayStation Classic, la opinión de Xataka

El encanto de la PlayStation Classic es innegable: como otros productos de esta categoría, la posibilidad de volver atrás en el tiempo y disfrutar de algunos títulos míticos es realmente tentador.

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El problema es que la nostalgia es traicionera, y aunque puede ser un ingrediente importante para el éxito de soluciones como la de Sony, es clave no condicionar esa experiencia como lo ha hecho Sony. Hay aquí aciertos claros, pero también errores que creemos que lastran un producto que podría haber dado mucho más de sí.

Entre esos aciertos están ese diseño que es todo un homenaje (en pequeño) de la consola original y la adopción de puertos como el HDMI o los USB que «adaptan» la experiencia a los nuevos tiempos. La inclusión de los cables HDMI y USB a Micro USB es de agradecer, pero es una pena que el adaptador de corriente no se incluya aunque Sony entienda que todos los usuarios cuentan ya con uno en casa.

Sin embargo, hay puntos en contra que van haciendo más y más difícil la recomendación de compra a medida que los vamos metiendo en la ecuación. No hay conectividad a internet -imaginad un modo online para algunos de estos juegos hubiera sido grandioso- y la representación de los juegos es quizás demasiado fiel al pasado.

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De hecho los tiempos de carga son sensibles, no hay escalado y las bandas negras laterales, superior e inferior hacen que al final se desaproveche gran parte del área de visión de las pantallas modernas. Es bueno que Sony quiera mantener la experiencia original, pero una opción que diera acceso a un escalado (y quizás suavizado) de los gráficos hubiera sido sin duda interesante.

Esa pega en realidad se queda corta frente a las dos principales. El primero es la lista de juegos no ampliable. No poder ir más allá de la selección de juegos por defecto es un problema claro que impone un sacrificio evidente a los jugadores de esta consola, y aunque quizás aparezcan firmwwares no oficiales que inventen métodos para superar esa barrera, lo ideal hubiera sido que Sony abriese la puerta a dicha opción.

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La segunda es el precio: otras consolas retro han aparecido en el mercado con menor precio y con una propuesta muy similar, y aquí los 100 euros que Sony pide por esta consola se nos antojan excesivos.

Es cierto que la presencia de dos mandos ayuda desde el primer momento a disfrutar la consola con amigos y familiares, pero con todo y con eso resulta complicado no compararla con esos otros modelos de la competencia o incluso con modelos actuales: una Xbox One S sale por 200 euros por ejemplo en muchas ofertas actuales.

Las opciones son tantas -puedes conseguir una PS original en mercados de segunda mano sin demasiados problemas- que aquí la propuesta de Sony se enfrenta a barreras importantes. Demasiadas sombras en un producto que quizás da demasiado protagonismo a nuestra nostalgia y no al hecho de que se le podía haber hecho un homenaje aún mejor a una consola que es ya legendaria.