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Roncar es una tortura y un problema enorme para muchas parejas. La ciencia tiene algunas soluciones

El «elefante» se unió a nosotros el tercer día de nuestro camino a Santiago. Llegó muy tarde, casi de noche; pero no pasó desapercibido. Dormíamos en un enorme pabellón polideportivo y, de repente, sin previo aviso, sin que nada nos hubiera hecho sospecharlo, un ruido profundo, sordo y fortísimo nos despertó. Nunca había escuchado nada igual. Como si el huracán Katrina y la erupción del Krakatoa hubieran tenido una noche de sexo salvaje, de ahí hubiera salido un niño y ese niño estuviera dando un concierto de heavy hardcore punk en la garganta de un señor de tamaño, peso y edad completamente normales.

Nunca había tenido interés por el mundo del ronquido hasta que el ronquido me cogió de las solapas y me dijo que allí, el que mandaba, era él. Por suerte, siempre podemos echar de mano a la ciencia.

¿Qué son los ronquidos? En esencia, un ronquido es un sonido producido por el aire al pasar por «los tejidos relajados de la garganta y hace que estos vibren mientras respiras». Lo importante de esto es que todos somos susceptibles de roncar de vez en cuando y, por ello, nunca está de más normalizarlo; pero cuando se va de las manos puede acabar ocasionando problemas tanto al que ronca y a los que duermen a su lado.

Entonces ¿roncar es un problema? Puede serlo. Sobre todo, porque nos impide descansar y la falta de sueño tiene un impacto horroso en la salud (y para nuestra vida). La falta de sueño está relacionada con problemas inmunológicos, metabólicos, cardiovasculares emocionales y cognitivos; con trastornos como la diabetes o de la obesidad. Nos lleva a estar más cansados e irritables, eleva nuestros niveles de estrés y nos hace asumir más riesgos y equivocarnos más.

El ABC de dejar de roncar. Por la misma naturaleza física del ronquido, estos son comunes especialmente en adultos mayores y personas con sobrepeso. También en personas que toman algunos relajantes, sedantes o alcohol antes de acostarse. De ahí que, cuando el ronquido empieza a ser un problema que causa constantes despertares nocturnos y la consiguiente somnolencia diurna, los primeros consejos sean «suprimir el alcohol, el tabaco, los medicamentos con acción hipnótica o miorrelajante y adelgazar».

¿Qué pasa si esto no funciona? No funciona, no podemos hacerlo o no es suficiente. En ese caso, hay un enorme conjunto de cosas que nos pueden ayudar a roncar menos. Desde dispositivos para corregir la postura al dormir (porque las posturas, sobre todo dormir boca arriba, son importantes) a cacharros como dilatadores nasales, «dispositivos de avance maxilar» o, en último término, técnicas quirúrgicas diseñadas para corregir paladares, rectificar tabiques o disminuir los tejidos.

Excepto el dispositivo postural (que buscan enseñar a dormir en posiciones menos obstructivas), el resto de esas opciones tienen una función similar: aumentar el espacio de la vía aérea. Los dispositivos de avance mandibular son unas férulas personalizadas y lo hacen adelantando la mandíbula para traer consigo la lengua y el paladar blando; tanto los dilatadores nasales y las intervenciones quirúrgicas siguen la misma lógica por vías distintas.

¿Y si la cosa no mejora? Los expertos suelen usar el cuestionario de Epworth para evaluar el impacto real de los ronquidos en el sueño. Ese cuestionario es sencillo: trata de evaluar la posibilidad de que el paciente se duerma en situaciones como estar sentado leyendo, viendo la televisión, como pasajero en un automóvil, sentado y hablando con alguien o en una comida (sin haber bebido alcohol). Si nuestra puntación es alta, ese ronquido merece la pena ser estudiado.

Sobre todo, porque puede ser el síntoma de otros problemas respiratorios como la apnea. Una dolencia que requiere de dispositivos para conseguir que no se obstruya la vía respiratoria durante el sueño. El CPAP, poco a poco, se ha ido haciendo un espacio en las mesillas de noche del país, pero antes de llegar a eso hay muchas opciones que tener en cuenta.

Imagen | Shane