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Un ingeniero decidió un día meter el motor de avión de BMW en un coche. El resultado fue tremendo

Hace una semana que el mundo del automóvil tenía un ojo puesto en Goodwood, un festival anual que se lleva a cabo en Reino Unido y en el que se dan cita miles de entusiastas del motor. El otro ojo estaba puesto en la mítica subida a Pikes Peak, una carrera que, además, este año celebraba su primera edición centenaria.


Ambos eventos tienen dos denominadores comunes: los dos gustan a los entusiastas del motor y en los dos se pueden ver auténticos cacharros de lo más extravagantes. Y entre las preparaciones más locas que se han podido ver durante los últimos años, la que guarda el Museo de la Técnica de Sinsheim (Alemania).

Denominado BMW Brutus, este particular biplaza es la metáfora perfecta del «érase un coche a un motor pegado». Motor de aviación, concretamente. Porque el BMW Brutus es el sueño hecho realidad de unos fanáticos de los automóviles y de la mecánica que decidieron poner sobre cuatro ruedas un motor BMW de aviación. El resultado es, cuanto menos, llamativo.

Bmw Brutus

Dame más gasolina…

El Museo de la Técnica de Sinsheim está muy cerca de Stuttgart y es una visita obligada para quien quiere conocer los experimentos mecánicos más raros que verá en su vida. Además de un extenso espacio dedicado a todo tipo de máquinas, desde locomotoras a aviones, pasando por bicicletas, motocicletas, deportivos, vehículos de competición o maquinaria de agricultura, este espacio también guarda al BMW Brutus.

Este peculiar vehículo de carreras consta de un chasis de origen desconocido. En algunos sitios se apunta a que es de origen Fiat y en otros que es de origen American LaFrance, mítica firma de camiones de bomberos americanos. De hecho, en la propia página del museo podemos leer que la base es «un chasis con transmisión por cadena de 1907 (…), una transmisión que fue utilizada durante mucho tiempo por los departamentos de bomberos en Estados Unidos». Sea como sea, lo cierto es que el chasis es de buena calidad, pues tiene que soportar un motor BMW de aviación.

Porque alguien se preguntó un buen día qué pasaría si se pusiera un motor V12 de 46,92 litros de cilindrada (sí, has leído bien) a un chasis con cuatro ruedas. El propulsor es de origen BMW y se utilizó a principios del Siglo XX en aviones y en el Rail Zeppelin, un peculiar proyecto ferroviario. Con sus 750 CV, el biplaza es una auténtica bestia.

De hecho, la dificultad radica en saber llevar este espectacular vehículo. Sólo ponerlo en marcha supone un reto si no se quiere quemar un embrague que tiene que gestionar 750 CV a 1.700 rpm. A 800 rpm ya alcanza los 100 km/h. Para dar cabida a semejantes prestaciones, en Motorpasión recogen que el motor mide 1,8 metros de largo, 1,1 metros de alto y 0,87 metros de ancho, para sumar un total de 500 kg de peso.

Del consumo, la información oficial dice que necesita de dos barriles de combustible premium por año. Cada barril de combustible tienen 42 galones (más de 150 litros). Los compañeros de Motorpasión recogían que su consumo era de, nada más y nada menos, 100 litros/100 kilómetros. Es decir, dar una sola vuelta al circuito de Montmeló ya supondría gastar más de cuatro litros y medio de combustible. Y eso sin contar los desniveles.

Para sacar todo el partido, en Diariomotor aseguran que es tan fácil destrozar el embrague como perder una de las ruedas cuando se superan los 150 km/h. No es de extrañar que, a sus mandos, sólo una persona haya intentado sacar todas las prestaciones de este aparato. De hecho, en la página web del museo se puede leer lo siguiente:

Roger Collings de Gales corrió a 200 km/h en el óvalo de alta velocidad de la pista de pruebas de Bosch en Boxberg, con sus dos curvas peraltadas. Aparte de Roger, nadie más ha intentado esto.

Por supuesto, estas velocidades sólo son posibles viajando en línea recta o en circuitos con curvas muy peraltadas. Y es que atreverse a tomar una curva con semejante aparato es decir adiós, inmediatamente, al asfalto y adentrarse en lo desconocido.