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Ya he recibido la primera dosis de la vacuna, pero no tengo claro qué ocurre con mi inmunidad: esto es lo que sabemos hasta el momento

Llevamos más de dos meses de vacunaciones, pero es ahora que estas empiezan a llegar a un mayor número de ciudadanos y que la mejora de la situación epidemiológica está haciendo que se levanten las restricciones cuando la pregunta de qué ocurre con la gente que solo ha recibido una dosis de la vacuna se vuelve algo práctico para miles de personas.

Sobre todo, porque cada día aparecen nuevos datos (muchas veces contradictorios) y el debate social sobre cómo y cuándo acabará todo esto se vuelve confuso. Así que nos hemos preguntado por la inmunidad en ese momento exacto, cuando la primera dosis de la vacuna ya ha empezado a activar nuestro sistema inmune, pero aún no se ha desarrollado la inmunidad completamente. ¿Ha pasado lo peor, debemos seguir alerta o alguna combinación de ambas?

¿Qué ocurre con las vacunas del coronavirus?

La mayoría de las vacunas del coronavirus, como explicamos más abajo, requieren dos dosis. Hay algunas vacunas chinas que solo requieren una, Rusia anunció que en breve iba a lanzar una versión monodosis de la Sputnik V y, por supuesto, la vacuna de Johnson & Johnson que, si todo va bien se aprobará esta semana, también requiere solo una dosis. Pero el resto (Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Sputnik, etc…) necesitan recurrir a una segunda dosis de recuerdo para completar la inmunidad.

En una situación normal, es probable que muchos de estos laboratorios hubiesen puesto en marcha ensayos clínicos en la Fase III con varias de las dosificaciones más prometedoras de la fase II. No obstante, no estamos en una situación normal y la premura por tener una vacuna cuanto antes hizo que todos los ensayos busquen los mejores resultados posibles. Solo un problema en el ensayo de la vacuna AstraZeneca hizo que tuviéramos resultados de varias dosificaciones. Por todo esto, solo teníamos datos parciales.

  • Pfizer/BionTech: En el caso de la vacuna de Pfizer, los ensayos clínicos publicados en diciembre de 2020 permitían calcular que la eficacia de la primera dosis se situaba en un 52%. No obstante y de forma muy controvertida, algunos países decidieron calcular esta eficacia de otra manera. Por ir al ejemplo más conocido, la Comisión de Vacunas del Reino Unido la elevó hasta el 89%.
  • Oxford/Astra Zeneca: Como decía, por un problema con los viales, los ensayos clínicos de AstraZeneca evaluaron dos dosificaciones distintas: dos dosis, por un lado, y dosis y media, por el otro. Independientemente de esto, los cálculos de los investigadores situaban la eficacia en un 64,1% tras la primera dosis.
  • Moderna: Los datos de Moderna son, sobre el papel, los mejores porque podrían proporcionar un 80,2% de protección después de una dosis, en comparación con el 95,6% después de la segunda.

En el resto de vacunas los datos son algo más confusos. En la Sputink V, las dos dosis no son idénticas y no tenemos datos nítidos sobre la eficacia de la primera en solitario por lo que habrá que esperar a la versión monodosis. En el caso de las vacunas chinas, ni siquiera hay datos «unitarios». Como ejemplo, la vacuna Sinovac ha dado una eficacia para una dosis del 91,25% en Turquía frente al 65,3% de Indonesia y el 50,4% en Brasil.

En breve Aunque, como veremos, los datos del mundo real mejoran estas cifras, los ensayos clínicos llegan a bajar a la mitad la eficacias de muchas vacunas. De ahí que la mayoría de las agencias sanitarias hayan decidido no seguir la «senda inglesa» de postergar la segunda dosis tanto como sea posible.

También tenemos (algunos) datos de uso real

Steven Cornfield Steven Cornfield

Porque, hasta ahora, solo hemos hablado de eficacias derivadas de unos ensayos clínicos que, como sabemos son difíciles de comparar. Por suerte para nosotros, en diciembre el Reino Unido decidió hacer caso a los expertos que planteaban la oportunidad de poner una sola vacuna (y, así, doblar el número de dosis disponibles).

Pese a que fue algo muy polémico y, de hecho, varias agencias sanitarias lo descartaron de forma muy tajante, el gobierno de Boris Johnson decidió agarrarse a los datos de su Comisión de Vacunación y retrasar la dosis de recuerdo todo lo posible. Por eso, hoy por hoy, tenemos algunos datos de cómo funciona una sola dosis de algunas de las vacunas disponibles.

Los mejores son los del sistema sanitario de Escocia. Entre el 8 de diciembre y el 15 de febrero (un periodo en el que se administraron más de un millón de dosis), el departamento de Salud Pública monitorizó el riesgo de hospitalización de los vacunados. Los resultados muestran que la primera dosis de Pfizer reduce el riesgo de hospitalización en un 85% (una cifra muy parecida al dato israelí) y la de AstraZeneca lo reduce hasta en un 94%. En Inglaterra, los datos son algo peores, pero van en la misma línea.

¿Qué quiere decir todo esto?

En primer lugar, los datos disponibles señalan que las vacunas son muy efectivas incluso cuando solo se ha recibido una dosis. Eso es lo que ha hecho que haya países que prioricen llegar al mayor número de personas posible con una sola dosis. Sin embargo, los países que quieran cerrar el mayor número de pautas para obtener inmunizaciones completas cuanto antes, no lo hacen por capricho: los resultados de las dos dosis son mucho mejores.

Tenemos que tener claro es que, cuando nos enfrentamos a resultados como los de Escocia, no hablamos de infecciones o enfermedad leve; hablamos de hospitalizaciones (y, en muchos casos, de muertes). Algo para lo que las «pautas completas» han demostrado tener una eficacia casi completa a nivel poblacional: esperar a que se desarrolle la inmunidad tiene sentido individual y colectivo.

A medida que se levanten las restricciones, la tentación de no esperar ese mes más antes de recuperar mayores cotas de normalidad será muy fuerte, pero la contención de riegos de la que llevamos hablando un año (y la falta de certidumbres sobre muchos aspectos de las reinfecciones y las nuevas variantes) aconsejan de nuevo la prudencia.

En países como España, que están cumpliendo los plazos de forma bastante razonable, esperar a la inmunización completa es algo relativamente asumible para la mayoría de la población: poco más de un mes. En ese sentido, a la pregunta del principio «¿Ha pasado lo peor, debemos seguir alerta o alguna combinación de ambas?», la mejor respuesta es la última. El virus sigue aquí y las vacunas son una herramienta muy poderosa para combatirlo: pero si no jugamos nuestras cartas con cuidado, gran parte de lo que hemos sufrido será inútil.

Para profundizar: ¿Por qué las vacunas suelen necesitar la segunda dosis?

dsdsd Imagen | Blausen.com staff (2014). «Medical gallery of Blausen Medical 2014». WikiJournal of Medicine 1 (2). DOI:10.15347/wjm/2014.010.

No algo específico del coronavirus, muchas vacunas — quizás la mayoría — necesitan dos dosis o incluso más para alcanzar la inmunidad objetivo. Esto tiene que ver con el funcionamiento de nuestro sistema inmune y con las decisiones que este sistema toma de cara a prepararse frente a los virus, bacterias y otros patógenos.

Recordemos que, cuando un patógeno entra en el cuerpo, se activan un enorme conjunto de sistemas inmunitarios específicamente diseñados para identificarlo, señalizarlo, coordinar la respuesta y eliminarlo. Algunos de esos sistemas y mecanismos son muy rápidos; pero los más elaborados requieren de un proceso complejo que se demora en el tiempo.

En el caso más conocido, los anticuerpos producidos por los linfocitos B, el sistema tarda aproximadamente siete días en iniciar una respuesta inmune con este mecanismo. Lo que tarda el cuerpo en identificar al patógeno y pertrecharse para combatirlo. Eso es para cada patógeno nuevo, pero el cuerpo recibe cientos de miles de patógenos cada año. Muchos de ellos son viejos conocidos.

Por eso, no sería evolutivamente sostenible tener que reiniciar el mismo proceso una y otra vez. De ahí que el sistema inmunitario tenga mecanismos para estimar la peligrosidad de los patógenos y la probabilidad de volver a cruzarnos con ellos. Es decir, para establecer cuáles requieren una presencia permanente de anticuerpos (y células de memoria) en el torrente sanguíneo y cuáles no.

Esas son las buenas noticias. Así es cómo los sistemas inmunitarios llevan millones de años defendiendo especies de todo tipo. Las malas noticias es que, hasta la fecha, desconocemos cómo el sistema decide qué enfermedades sí y qué enfermedades no. Por ello, cuando hablamos de vacunaciones, no tenemos estrategias de precisión para dejarle claro a nuestros mecanismos inmunitarios que un determinado patógeno es peligroso y merece la pena estar alerta.

O, para ser más precisos, «solo» tenemos una de esas estrategias: insistir; es decir, poner una (o dos o tres) dosis de recuerdo hasta que el sistema inmune comprende que el peligro está latente. De esta forma, se activan procesos de maduración de células B de memoria y se vuelve a exponer al sistema a los antígenos en cuestión. En esa idea se basan casi todas las vacunaciones infantiles que usamos hoy en día.

Imagen | Hospital Clinic