Inicio Opinión ¿Alguien puede explicarnos de qué se ríe Ada Colau?

¿Alguien puede explicarnos de qué se ríe Ada Colau?

Ada Colau permaneció sonriente y alegre durante el acto de homenaje a las víctimas del atentado terrorista de las Ramblas de Barcelona

No se caracteriza la clase política por asumir responsabilidades en el marco de sus decisiones. Y así lo estamos viendo con todo lo relacionado con el atentado yihadista en La Rambla («¿Qué hace Ada Colau mientras nos ataca el yihadismo? Gastarse 100.000 euros en contra de la islamofobia»).

Los duros momentos del luto deben servir para reflexionar y detectar errores cometidos, con el fin de mejorar la lucha antiterrorista.

Y, en esa línea, desde un primer momento se señaló a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, por haber hecho caso omiso a las recomendaciones del Ministerio del Interior pidiendo que se instalaran bolardos u otros objetos en espacios especialmente concurridos (Ada Colau trata de cubrirse y dice que los bolardos no habrían evitado la carnicería en las Ramblas).

«No se puede llenar la ciudad de barreras«, repitió sin cesar Colau desde el mismo día de la masacre.

Pues bien, Ayuntamiento y Generalitat aprobaron este 23 de agosto de 2017  colocar bolardos móviles en La Rambla y blindar la Sagrada Familia, todo un ejercicio de autoenmienda.

Bienvenida sea la rectificación si con ello se mejora la seguridad. Pero, por lo que a Colau respecta, sigue echándose en falta la autocrítica y la asunción de responsabilidades que tanto le gusta exigir a los demás (Un atentado evitable: 13 de los 30 fallos que oculta la Generalitat de Cataluña).

Y sonrojante es que cierren filas con ella hasta los timoratos del PP.Los populares de Madrid, con Cristina Cifuentes al frente, asustados ante la simple posibilidad de que les puedan llamar ‘fachas’, se han desmarcado a la carrera de las declaraciones del alcalde de Alcorcón, David Pérez, quien acusó en Twitter a Ada Colau de «allanar el recorrido a los asesinos» que perpetraron el atentado en La Rambla por no haber colocado bolardos, como recomendó el Ministerio del Interior.

La nota del PP de Cifuentes produce vergüenza ajena, sobre todo a la vista del giro copernicano sobre los bolardos dado por Colau y sus colegas:

«Este partido no comparte las declaraciones efectuadas a este respecto por el alcalde de Alcorcón, que no representan la postura oficial de nuestra formación».

Tampoco, digan lo que digan, pueden el Ministerio del Interior y la Generalitat seguir de perfil ante las graves revelaciones de las asociaciones de Policía Nacional y Guardia Civil que no sólo lamentan el «aislamiento y marginación» al que están sometidos, sino que denuncian descoordinación y falta de intercambio de información entre las distintas policías en Cataluña, algo muy grave, pero que se confirma con la información que hoy revelamos (La Policía belga advirtió a los Mossos de la peligrosidad del iman de Ripoll y estos no hicieron nada).

En febrero de 2016, la policía local del pueblo de Bélgica donde vivió el imam Albelbaki es Satty se puso en contacto con los Mossos para saber si estaba fichado o tenía vínculos yihadistas, porque sospechaban de su comportamiento.

La consulta se hizo de un modo oficioso, obviando los protocolos establecidos para la gestión y análisis de toda la información estratégica relativa al terrorismo. Los Mossos sólo pudieron acreditar que el apellido coincidía con el de un detenido en la operación antiterrorista Chacal I (El juez decididó que los 120 kilos de hachis del iman eran un ‘delito no grave’).

Pero no compartieron las sospechas belgas con la Policía Nacional ni con Inteligencia, de modo que no se pudo valorar el hecho de que Satty ya apareciera en sus registros entre otras cosas por haber convivido en un entorno de radicalismo islamista.

Es una demostración más de que la coordinación entre las policías en España y el intercambio de información tan sensible tiene demasiadas grietas.

La «cooperación total y absoluta» que intentan transmitir estos días el Gobierno central y el catalán está más que en entredicho, algo que exige explicaciones y actuaciones de rectificación urgentes.

Por lo demás, lo que hoy sabemos es que Satty intentó ser imam en Bélgica y no le dejaron por considerar que su actitud era sospechosa. Y, en cambio, no tuvo problema ninguno, meses después, para dirigir una mezquita en Ripoll, lo que nos lleva a preguntarnos por la falta de controles en los centros religiosos en nuestro país, y en concreto en Cataluña, donde se concentra una población musulmana tan importante porque la Generalitat favorece la llegada de inmigrantes de esta comunidad frente a los de países hispanohablantes, para aumentar así la brecha con España.

La patrimonialización tan exagerada que los Mossos están haciendo de la investigación del atentado es responsabilidad de unos cargos políticos obsesionados con el proceso independentista.

Y resulta ruin la decisión de la Mesa del Parlament, que, aplicando el rodillo de la mayoría soberanista, ha otorgado la Medalla de Oro a Mossos, policías locales y servicios de emergencias, excluyendo a la Policía Nacional y la Guardia Civil.

Un ejemplo de mezquindad política dentro del clima en el que el nacionalismo se muestra incapaz de anteponer las prioridades ciudadanas a sus objetivos.

Así lo demostró ayer el portavoz del Govern, Jordi Turull, urgiendo a volver cuanto antes a la «normalidad» para dar un impulso al procés. Lo que los ciudadanos reclaman es que no se produzcan fallos tan flagrantes. Yen eso debieran centrarse.