Inicio Opinión Animales invisibles, por Jordi Serrallonga

Animales invisibles, por Jordi Serrallonga

Capítulo 1. Isla Mauricio, océano Índico. Un esclavo cimarrón, en 1674, fue el último en observar, con vida, a una simpática ave que, con el decurso del tiempo -y la abolición «legal» de la esclavitud-, se ha convertido en un símbolo del conservacionismo: el dodo. Este pajarraco que solíamos dibujar como rechoncho y de andares torpes -hoy sabemos que era más estilizado y ágil- fue un animal que perdió la capacidad de volar. No tenía depredadores naturales. Ahora bien, con la colonización humana de Mauricio, aconteció el Armagedón para nuestro dodo. Supuso una presa fácil y, a finales del siglo XVII, se extinguió.

Capítulo 2. África austral, año 1938. Quién le iba a decir a Marjorie Courtenay-Latimer, conservadora de un museo de historia natural sudafricano, que daría con un extraño animal invisible. Los pescadores locales le entregaron una criatura desconocida. Pesaba más de 50 kg, medía 1,5 metros, tenía el cuerpo cubierto con escamas blindadas -parecía un pez acorazado antediluviano- y cuatro aletas dispuestas como si fueran las patas de un reptil. Mientras dibujaba el espécimen, contactó rápidamente con un ictiólogo. James L.B. Smith pudo confirmar las sospechas de Marjorie: se trataba de un fósil viviente. El celacanto. Un tipo de peces que, hasta ese momento, solo podían contemplarse -fosilizados en bloques pétreos- en las colecciones de paleontología. Se le consideraba extinto desde hacía la friolera de 65 millones de años, pero ¡vive! Aunque muy difícil de ver, nada por el océano a gran profundidad.

Si no ponemos remedio, en nuestros  pueblos y ciudades, las abejas, mariposas, lagartijas y aves autóctonas
se están difuminando 

Capítulo 3. África Oriental, 2011. Me encontraba acampado en la sabana tanzana. Tras varios días siguiendo a los hadzabe -una etnia de cazadores-recolectores del lago Eyasi-, hice un alto para visitar la granja de Nani y Chris en Kisima Ngeda. Tomamos una cerveza Tusker con la mirada perdida en la bella cuenca lacustre y, como hacemos siempre, acabamos hablando de fósiles, animales, y de los hadzabe: los ‘Homo sapiens’ más estrechamente emparentados con los primeros representantes africanos de nuestra especie. Fue entonces cuando Nani, en la lengua -de clics y chasquidos- de este pueblo khoisánido, pronunció la palabra Ts’ikayo. Así nombran a una criatura que es medio elefante medio humano. No la he visto jamás, pues se trata de un mito, pero me parece extraordinario que estos predadores nómadas -todo un ejemplo de supervivencia en las sabanas más hostiles-, fusionen al humano con otro animal de gran inteligencia. Ambos, elefantes y los hadzabe (solo quedan unos 400 viviendo de forma tradicional), son seres vivos que se encuentran en peligro de extinción. En breve, podrían llegar a ser tan invisibles como Ts’ikayo.

Entretodos

El dodo, el celacanto y Ts’ikayo son «Animales Invisibles» de nuestro mundo real e imaginario. Tan solo tres capítulos de entre los muchos animales invisibles con los que podemos cruzarnos por todo el globo; aunque lo difícil, o imposible, sea verlos. Unos son los «Animales Invisibles Extintos». Seres que existieron pero que, ya fuera por la acción de los cambios naturales o la actividad humana, han desaparecido. Otros son los «Animales Invisibles Vivos». Criaturas muy difíciles de observar pero que, después de una búsqueda paciente, es posible documentarlos. Y no hablo solo del puma o el licaón. Se creía que el okapi era una leyenda de los mbuti pero, en 1904, se dio con este gran mamífero: ¡vive en el África Central! Y el tercer grupo: los «Animales Invisibles Míticos». Invisibles para el ojo, visibles en la mente de los pueblos. Los que forman parte del imaginario antropológico.

Dos soñadores

¿Quién no querría ir en pos del calamar gigante? ¿O de los extintos megaterio y Homo floresiensis? Así topé con un intrépido escritor y viajero: Gabi Martínez. Coincidimos cuando buscaba asesoramiento para sus pesquisas tras el pájaro picozapato, la barrera de coral o el moa. Imagínense las consecuencias del encuentro de dos soñadores prestos a emular al profesor Challenger y Ed Malone. Como en ‘El mundo perdido’, de Arthur Conan Doyle, urgía embarcarse en una misión dirigida a rescatar, de su invisibilidad, a muchos de los animales que -repartidos por todo el planeta- forman parte del patrimonio natural y cultural de la humanidad. En efecto, hemos de hacerlo rápido; antes de que caigan en una invisibilidad irreversible. Una expedición donde cabe todo el mundo: sin ir más lejos, en nuestros pueblos y ciudades, si no ponemos remedio, las abejas, mariposas, lagartijas y aves autóctonas se están difuminando en «Animales Invisibles».