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Brexit: Los peligros de asar la manteca

El Brexit, según se mire, es la victoria de un fracaso o el fracaso de una victoria, pero en ambos casos es fruto de la mano tonta que abrió la caja de Pandora. Si al populismo no se le combate en toda regla -con músculo y cabeza- se corre serio riesgo de contagiarse de forma directa o de manera interpuesta, que es lo que le ocurrió a David Cameron, ex primer ministro del Reino Unido y responsable directo de que Gran Bretaña decidiera darle portazo a la UE.

La historia se resume en dos líneas, porque el relato de lo ocurrido no es nuevo. Al fin y al cabo, el mundo está lleno de bomberos pirómanos que atizaron el fuego para utilizarlo como cortina de humo. Y cuando echaron mano de la manguera, ya era demasiado tarde.

Cameron prendió unas cuantas ramas del bosque para contentar al sector más euroescéptico de su partido. Creyó que aquel espectáculo pirotécnico -que casualmente congregó delante de la hoguera a los muy de derechas y a los muy de izquierdas- estaba controlado, pero falló el perímetro de seguridad y las llamas se extendieron a tal velocidad que no se le ocurrió otra cosa que convocar un referéndum para que «el pueblo decidiera su futuro».

Cuando la cosa está que arde, abrir de par en par las urnas equivale a asar la manteca, que es cosa que solo se le ocurre al tonto de Abundio o a David Cameron y otros ex primer ministros que terminaron convertidos en antorchas humanas.

Cameron salió abrasado, aunque -daños personales aparte-, lo peor es que condenó a su país a un incendio de proporciones desconocidas, porque más allá de las consecuencias económicas del Brexit, Escocia e Irlanda del Norte -firmes partidarias de la permanencia en la Unión Europea- van a convertirse en un quebradero de cabeza para Theresa May, primera ministra británica y la mujer que activará dentro de unos días el botón de la desconexión.

Escocia, porque ya ha reclamado un nuevo referéndum de independencia, y en esta ocasión con un argumento de peso: si en 2014 los escoceses decidieron permanecer en el Reino Unido bajo la amenaza de que abandonarlo implicaría dejar la Unión Europea, ¿que dirán ahora los partidarios del «no»?

El caso de Irlanda del Norte es diferente, pero igualmente complejo: su economía depende en gran medida del comercio con Irlanda, libre de trabas aduaneras gracias precisamente al espacio económico europeo. Si finalmente se levanta una frontera con su vecino del sur, ¿qué argumento barajará Theresa May para tenerlos contentos?

Es pronto para valorar los efectos internos del Brexit, pero no para afirmar que cuando se abre la caja de Pandora y se asa la manteca, solo los más tontos que Abundio podrán decir aquello que dijo David Cameron cuando se fue al bosque a quemar unas cuantas ramas:

«Lo tengo todo controlado».