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Cándidos

Al optar a cargo público, los antiguos romanos se presentaban con toga muy blanca, la toga cándida, de donde viene el término candidato. Cándido significaba inmaculado y, con el tiempo, se convirtió en sinónimo de inocente y a veces de pánfilo.

Los auténticos cándidos son los políticos

Cándidos han sido los políticos españoles al adoptar las primarias. Creyeron poder hacerlo a la carta, a su conveniencia y sin reflexionar sobre las peculiaridades del sistema. Bien que están pagando ya las consecuencias.

A las primarias estadounidenses concurren personajes con poder, recorrido, contactos y capacidad para recaudar fondos para sus campañas. Al igual que los antiguos magistrados romanos, se presentan ante los votantes como triunfadores en la vida civil.

Aquí, la mayoría de candidatos son aparatistas. Han hecho carrera dentro de su partido y, si han trabajado fuera de este, ha sido por tiempo breve y, por lo general, sin brillo alguno. No digo que sea bueno o malo. Solo señalo hecho.

Cándidos y broncas

Las primarias se convierten en duelos broncos y marrulleros que acaban en escabechinas de vencidos.

Quienes concurren a elecciones internas en EEUU vienen de algún lado y tienen a dónde volver, en caso de derrota. Muchos en España no, como tampoco muchos de los cargos públicos u orgánicos que deciden apoyarles. Y, cuanto más abajo es la pugna, peor, porque podemos estar hablando de gente que no ha sido en su vida otra cosa que concejal y que, de perder, no va a repetir.

Esa diferencia podría explicar en parte la ferocidad de las primarias españolas, a cualquier nivel. Casi siempre se convierten en duelos broncos y marrulleros, y acaban en escabechinas de vencidos. Su saldo son ostracismos, abandonos y expulsiones. Así ha venido ocurriendo desde que UPyD (el primer partido en ese sentido) implantó la fórmula de manera masiva en su organización.

Cuestionar las primarias es exponerse a ser tachado de antidemocrático

Son una sangría de gente con empuje, daña la imagen de los partidos y les causa heridas envenenadas. Por si fuera poco, refuerza el personalismo en una época en la que las ideas y los proyectos políticos están siendo desplazados por caudillos normalmente de chichinabo.

Pero las primarias se han convertido en vacas sagradas. Cuestionarlas es exponerse a ser tachados de antidemocráticos. ¿Antidemocráticos? Seguro que hay fórmulas mejores para generar democracia interna en los partidos.

Porque ya me dirán qué tiene de democrático elegir al jefe de la tribu matando o exiliando a sus rivales y a todos los partidarios de estos. Vaya método. Eso no lo hacían ni las tribus de caníbales.

Por León Arsenal, escritor