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Columna | ‘La Cargada’

Como en los viejos tiempos del PRI, el mesiánico recurrente, portavoz de la esperanza y dueño de la pausa verbal suma ya varios días en la degustación inexplicable de eso que llamaban antiguamente la cargada: la sumatoria diaria de los que se van sumando, el tropel triunfalista que anima y apuntala los propósitos y proyectos del presidenciable, y además va salivando el hueso con el que han de asegurar sus quincenas, los conectes que aligeren todo tipo de negocios y las sutiles redes de la siempre volátil impunidad.

A contrapelo, dicen que el candidato oficial se encuentra estancado en un marasmo donde las encuestas lo van bajando en el escalafón debido a la estela de corrupción, desahucio, despilfarro y descaro con el que se despide el sexenio en el que ha sido protagonista, afiliado o cómplice de quienes ahora tiemblan ante la posibilidad de ser llamados a cuentas. Para él, la cargada parece inventada, impostada a golpe de improvisaciones y cínicas simulaciones.

Queda entonces el enigmático candidato del fragmentado PAN, que suena a metáfora de morusas de bolillo: improvisado músico que había optado por enviar allende la frontera a su familia en aras de una seguridad que no se garantizaba en su propia patria, enredado funcionario que protagonizaba confusos mensajes de proselitismo filmados en el único puente peatonal que ha osado cruzar en su vida y objeto de acusaciones, justificaciones, sospechas y endebles alianzas dentro de su propio partido que manifiesta ahora un simulacro de la cargada en nueva definición: todos a una, porque no hay de otra.

El cuadro es más o menos un circo donde alguien, alguno o nadie se instala en el pedestal, ladrillo o cubo efímero y fugaz donde es laureado, aplaudido y vitoreado por casi todos y los demás, por los dizque seguidores de ocasión o los fieles convencidos. La cargada polifacética y simbólica que genera una suerte de obligado silencio donde todos han de callar la verdad de la ridiculez, la realidad de lo inviable y todo eso que simplemente no debía de suceder, pero que se guarda en la amnesia acordada con la tremenda ilusión de que todo está bien.

En el fondo, al final y con todo, es muy probable que la nueva definición de la cargada sea precisamente la Patria: que nos hemos cargado a golpes de deshonra y desasosiego, la grandeza inapelable del Pueblo con mayúscula mancillada, vapuleada y engañada con ese velo nefasto donde ganan los que siempre ganan, opinan los que no saben de nada y salen airosos los diminutos personajes que llegan a confundirse a sí mismos con el endeble pedestal de las pretensiones.