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Cuporrupción

León Arsenal, escritor

Por León Arsenal.

En España, asociamos corrupción y política a que un cargo institucional o una organización (política, sindical, empresarial) se lucre a costa de las arcas públicas. Pero la palabra corrupción tiene unos cuantos significados más: pudrir, desvirtuar, deteriorar… y todos aplicables por igual al panorama político.

Corrupción política es también el último enjuague del Gobierno Nacional con el autonómico vasco en el asunto del Cupo. Para quien no lo sepa, las tres provincias vascas tienen un trato fiscal distinto del resto que, en la práctica, supone una especie de relación confederal con el resto de España en lo que a los dineros toca. Eso es el Concierto Fiscal y de ahí sale el Cupo, que es la cantidad que aporta la autonomía para «servicios comunes» como Defensa o Diplomacia.

A cambio del apoyo del PNV a los Presupuestos Generales, el PP ha pactado con ellos una rebaja sonada en la aportación del Cupo. Sus artífices lo presentan con un triunfo de la negociación democrática. Pero es lo que los anglosajones llaman Pork Barrel Politic. La política del cazo: tú me votas y yo te suelto dinero para tu cortijo electoral.

Estos chanchullos también son corrupción y pudren la moral pública

Sin entrar en lo injusto de ciertas prebendas fiscales, estos chanchullos son corrupción en los sentidos antes mencionados. Serán legales, sin duda, pero deterioran y malean el sistema. Y, lo que es casi peor, pudren la moral pública.

El mensaje que se trasmite a los ciudadanos es que más vale pertenecer a algún tipo de colectivo —territorial, religioso, social—, a ver si así les cae algo más que a los demás. Se producen agravios comparativos y lo público degenera en una yincana a ver quién saca más tajada a costa de lo de todos.

Los conciertos fiscales son restos del Antiguo Régimen, aquel basado en privilegios

Esto siembra la insolidaridad y abona el conflicto. Porque, si las prebendas duran en el tiempo, sus beneficiados acaban por considerarlas suyas de derecho. Y se hace luego difícil suprimirlas sin causar a su vez quebrantos.

Los Conciertos fiscales son restos del Antiguo Régimen, aquel basado en privilegios de sangre y suelo. Son la cara más jurásica de una forma de concebir el estado, basado en la desigualdad, y cuya última máscara es eso del Estado Plurinacional. Todos, al final, justifican que unos seamos más que otros, según la región en la que vivamos. ¿Es eso lo que queremos? Yo desde luego que no. Rotundamente no.