Inicio Opinión ‘De hogueras y soledades’, por Olga Merino

‘De hogueras y soledades’, por Olga Merino

«Si mi padre viviera, quemaría la Zarzuela». La frase pertenece, según la periodista Pilar Eyre, a una de las hermanas del exduque de Palma, Ana, muy indignada la mujer porque Iñaki Urdangarin esté durmiendo en el talego. La del palacio ardiendo constituye una visión muy acorde con las hogueras del solsticio, con el fuego ancestral que purifica y espanta los malos espíritus antes de la cosecha, con el aire de esta mañana que huele a pólvora y ceniza. ¡Ah, el poder catártico de las llamas! Se comprende la ardentía de la hermana; si el marido de la infanta se sintió como tiburón en el agua, probablemente fue porque el Rey emérito lo invitó al festín de los negocios. ¿Sabremos algún día la verdad de las mediasverdades? Sea como fuere, resulta insólito saberle entre rejas, en el aislamiento de la prisión de Brieva, en la tierra de Teresa de Ávila, la misma que escribió ‘Las moradas’ o ‘Castillo interior’, que así se imaginaba el alma, como un castillo con forma de diamante y muchas estancias. Decía Teresa que, antes de entrar en la verdad del castillo, el ser humano anda distraído con el éxito, las apariencias, los honores, las comodidades y otras engañifas de este mundo. ¡Ah, lo que son las cosas! «La vida es una mala noche en una mala posada», escribió la monja de los pucheros.

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Mientras tanto, a unos 600 kilómetros, Mariano Rajoy acaba de estrenar otra suerte de castillo interior, en un viaje relámpago desde las tramoyas del Gobierno hasta los arroces de Santa Pola, donde también se estilan mucho las ‘fogueres’ de Sant Joan. Allí reanudará una vida plácida, sin zancadillas ni dagas por la espalda, con un sueldecito de unos 15.000 euros mensuales. Como habrá bajado mucho con la crisis el trabajo de los registradores de la propiedad, es plausible que la mayor tarea del supuesto señor M. en los papeles de Bárcenas sea ahora la de supervisar las transacciones de viviendas a extranjeros, los restos de la cuchipanda del ladrillazo, donde empezó a amasarse la podredumbre. ¡Ah, lo que son las cosas! «La verdad padece, pero no perece», escribió también Teresa de Ávila.