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De la política al cielo, por Alejandro Nestor

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez son nuevos políticos que han dado su
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez son nuevos políticos que han dado su "pelotazo salarial"

El doctor Pedro Sánchez hizo una loa al capitalismo industrial en una reciente visita realizada a la fábrica Renault de Valladolid. Lanzó un elogio a la inversión que crea puestos de trabajo (la Renault da empleo directo a 7000 personas en esa ciudad) y prometió asimismo apoyar la investigación, la innovación e impulsar la Formación Profesional (FP).

La misma cantinela de siempre: “apoyaremos la Formación Profesional”. Los políticos, por regla general, sueltan el mismo latiguillo. Da igual su color o ideología política. Da igual que hayan estudiado en la Universidad pública o en la privada como el elitista Real Centro Universitario Maria Cristina de El Escorial, vinculado a la orden de los Agustinos, donde el socialista y doctor Pedro Sánchez cursó sus estudios de económicas.

El único político español con aroma obrero se llama José Luis Corcuera

En las alturas del poder todos dicen en público amar la FP pero, a la hora de la verdad, ninguno de esos políticos la quiere para sí, ni para ninguno de los suyos. El único político español con aroma obrero y cualificación profesional que recuerdan hoy mis neuronas se llama José Luis Corcuera. El electricista formado en la escuela de aprendices de Altos Hornos de Vizcaya que, tras una fructífera carrera como negociador sindicalista, llegó a Ministro del Interior del Gobierno de Felipe González sin pasar por una sofisticada universidad americana, ni copiar una sola línea de su tesis de doctorado. Un pensador original. Una excepción.

En España, la FP sigue apareciendo como la fea del baile para la mayoría de los políticos y parte de la sociedad. Según una encuesta reciente de la Fundación Mapfre, realizada a cerca de mil personas por internet, la valoración social sobre los estudios de FP obtiene una puntuación de 4,8 sobre 10. Todo un suspenso si lo comparamos con el aprecio que muestran las cifras por los estudios de Bachillerato (un 7,61) y la Universidad (un 8,32).

En el sector de la tecnología, cerca del 80% de los nuevos empleados contratados provienen de la Formación Profesional

Esta percepción social, lógicamente, también se traduce en la demanda de matriculaciones. La tasa de alumnos matriculados en FP en España es del 34 por 100, muy alejada del 48 por 100 que registra la media europea y que, en el caso de Italia, sube hasta el 56 por 100. Sin embargo, la FP de especialidades tecnológicas, como la robótica, la electromecánica, la programación informática y otras especialidades digitales se lleva la palma a la hora de encontrar trabajo para sus estudiantes. En el sector de las empresas productivas y de nuevas tecnologías cerca del 80 por 100 de los nuevos empleados contratados provienen de la FP.

Entonces, ¿por qué esa reticencia social con la formación técnica que más aceptación tiene entre las empresas industriales y de nuevas tecnologías? ¿Por qué mola más entre los jóvenes apuntarse a Ciencias Políticas que realizar estudios de FP?

En 2014, Pablo Iglesias cobraba 19.000 euros al año. Ahora supera los 100.000 anuales

Con la digestión social de la crisis han aparecido nuevas “profesiones” como los “famosillos de televisión”, los tertulianos, los “influencers” de las redes sociales (esos maniquíes enlatados en YouTube que promocionan todo tipo de complementos de moda) y los politólogos. ¡Ojo! ¡He dicho politólogos! ¡No ginecólogos, proctólogos o patólogos, sino politólogos! Esto requiere una reflexión aparte.  Si por algo pasará Podemos a la Historia de la sociología de nuestro país es por haber convertido la sana vocación altruista de influir en política, en una lucrativa salida profesional.

Ahí tenemos el fenómeno Pablo Iglesias. En 2014 cobraba unos 19.000 euros brutos al año como profesor asociado a tiempo parcial en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Tenía una moto fardona y vivía en un pisito de 60 m2 situado en el barrio obrero madrileño de Vallecas (la “pequeña Rusia” como le llamaba los franquistas nada más terminar la Guerra Civil).

Pues bien, en 2018, Pablo Iglesias se ha mudado a un chalet de 268 m2 sobre una parcela de 2000 m2. Tiene piscina privada, un jardín con huerta sostenible, una parte Zen (donde meditar tranquilo, lejos de los ruidos del Puente de Vallecas, y levitar con sus ideas) y una casita para invitados donde reunirse con sus compañeros podemitas e invocar, en las plácidas y frescas noches veraniegas de Galapagar, a los espíritus de Evita Perón y Hugo Chaves.

Nuevos políticos: pelotazos salariales

En tan sólo 4 años, Pablo Iglesias ha pasado del antiguo barrio de los “parias de la Tierra” al cielo prístino y sofisticadamente verde de la Sierra de Guadarrama. Antes cobraba 19.000 euros al año, ahora cobra 100.000 euros al año. ¿Cómo se ha producido este salto? ¿Ha descubierto una cura para una enfermedad incurable? ¿Ha hecho fortuna montando una empresa de éxito dando trabajo a cientos de familias? No. Nada de todo esto. El que fue y es uno de los líderes de los indignados, máximo divulgador de expresiones nuevas como “las puertas giratorias” y la “casta”, simplemente se ha convertido en político de profesión.

Los pelotazos salariales de los nuevos políticos y el efecto reflejo que la fama de Podemos ha proyectado sobre los jóvenes explican la razón por la que la mayoría de estudiantes prefieren hoy apuntarse a Ciencias Políticas antes que a la laboriosa FP. Elegir entre un sueldo de 1.000-1.200 euros al mes (sueldo medio de un trabajador de FP) y entre uno de 6.000-8.000 euros al mes (el bruto, más dietas y complementos de un diputado)  evidentemente no hay color. ¡Todos queremos ser Pablo Iglesias!

Todo esto será muy “cool” o muy “fashion”, pero tiene un coste económico muy perverso para la economía de las arcas públicas de nuestro país. Mientras un técnico de grado medio consolidado es capaz de generar un valor añadido para su empresa equivalente a 2,5 veces su coste bruto salarial, no sabemos qué valor añadido pueden aportar a la economía de un país los nuevos políticos que basan su acción en besarse en la boca en el Parlamento, dar de mamar a su retoño, cambiar los nombres del callejero, quitar la foto del Rey de los Ayuntamientos y llamar fachas a todos los ciudadanos que no comparten su particular visión de la política.

En estos momentos, los futuros presupuestos del Estado están en manos de Pedro Sánchez, un doctor en económicas que copió una parte importante de su tesis doctoral, y de Pablo Iglesias, un visionario que ha contribuido con sus consejos a hundir la economía de Venezuela. Ambos, ahora, son partidarios de la España plurinacional (más funcionarios autonómicos, más gasto público, más burocracia). ¡Curioso! Ninguno de los dos tiene el nivel C en Euskera, en Gallego o en Catalán. Ninguno de los dos ha tenido que opositar para entrar en el club exclusivo de los que ganan más de 100.000 euros al año. Ha sido entrar en política y acabar en el cielo.