Inicio Opinión El Hombre de Estado

El Hombre de Estado

«Un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones»Winston Churchill.

Si alguien dudaba que Rajoy era un hombre de Estado antes que un político, este 27 de octubre de 2017 se le despejó la duda.

Políticos hay muchos, a veces demasiados, estadistas muy pocos. A lo largo de la historia moderna se pueden contar con los dedos de la mano. Rajoy pasará a la historia como el estadista que asumió su responsabilidad y no le tembló el pulso a la hora de ejercerla.

Frente a la tormenta separatista que ha ennegrecido los cielos de España durante estos meses, un hombre ha asumido su papel como jefe de Estado; ha sido nuestro rey Felipe, y otro hombre ha asumido su papel de estadista y sin pestañear ha aplicado la ley a quienes se estaban burlando de ella como trileros y delincuentes.

Dicen que Harry Truman, el trigésimo tercer presidente de Estados unidos (1945 – 1953), tenía sobre la mesa de su despacho en la Casa Blanca una placa con la siguiente inscripción: «Aquí se terminan los problemas» Truman aceptaba ser el último responsable.

Rajoy ha aceptado ser el último responsable para hacer frente al mayor reto contra la democracia y el Estado de Derecho. Los pasos que ha dado Rajoy deberían figurar en los manuales de política, están repletos de inteligencia, voluntad, mesura y firmeza. Se ha revestido de razones, se ha blindado con Europa y se ha atraído a quienes estaban reticentes.

La última jugada de llevar a los altos dignatarios europeos a los premisos Princesa de Asturias ha sido genial. Y todo eso en medio de quienes, erráticamente, hoy estaban aparentemente con él para después no estarlo en un juego despreciable con el que tan solo buscaban réditos electorales.

Termino con una pregunta: ¿Se imaginan ustedes que este reto al Estado de Derecho hubiera sucedido durante los gobiernos de Zapatero o con un gobierno formado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias? Para ponérsele a uno los pelos como escarpias.

Manuel del Rosal