Inicio Opinión El Manostijeras de La Rambla, por Ana Sánchez

El Manostijeras de La Rambla, por Ana Sánchez

“Mira hacia delante”, dice Igor. Y todo el mundo se le cuadra al momento, como si fuera el sargento de Oficial y caballero. Te colocas de perfil, ahí mismo, de pie, a lo silueta de Hitchcock. Terminas posando con el mismo suspense. Por el rabillo del ojo ves a un tipo de casi dos metros mirándote fijamente con unas tijeras en la mano. Se prepara para recortarte el cuello.  

Empieza por el cuello, sigue por la barbilla, la boca, la nariz. Igor va recortando tu perfil en un papel a velocidad de Speedy Gonzales. Te echa ojeadas intermitentes igual que un pintor. Le sonríes por inercia, aunque él te repita que no sirve de nada. Pasa un minuto, no llega al minuto y medio, y te entrega tu silueta. Tachán. Te quedas sin palabras, como Rajoy hablando inglés. “Es tu sombra”, sonríe. “¡Es una impresora láser!”, suelta un peatón al verla.

Igor Kucinic, se llama este croata. Tiene 52 años y cicatrices más propias de Eduardo Manostijeras. Habla cinco idiomas y crea perfiles desde hace más tiempo que Facebook. Nada más verlo se da por hecho que estará a la altura: “1,97”, detalla sin darse importancia. Hasta le ves un aire a Romay. “Yo jugaba al baloncesto”, añade con obviedad. Lo tuvo que dejar con 22 años. “Una lesión –se lamenta-. Los tobillos”.

«Antes de la fotografía, -explica Igor-, conseguir perfiles recortados en cartulina negra era la manera más barata de registrar el aspecto de una persona”

Igor puede decir que ha dejado cortados a Paula Echevarria, a Bartomeu, a Vicente del Bosque. “Siluetas para eventos”, ofrece en su web. Recorta perfiles en un minuto, minuto y medio, en fiestas, bodas, ferias. Cuando no está en un evento, se le puede encontrar en La Rambla: cinco euros por silueta. “Yo juego con la vanidad –resume él-. Curiosidad y vanidad, por eso trabajo yo”, se ríe.

“Es un neorrenacentista”, le define un chico mientras da su mejor perfil. Igor asiente. “Antes de la llegada de la fotografía –explica en su web-, conseguir perfiles recortados en cartulina negra era la manera más barata de registrar el aspecto de una persona”. Ahora, en el siglo de los selfis, las siluetas se recortan casi en lo que tardas en decir “pa-ta-ta”. Igor puede hacer 100 en dos, tres horas. Hasta 200 en una feria.

“Yo a esto me dediqué por pura supervivencia”, recuerda el croata. Hace 20 años que es siluetista exprés. “Entonces vivía en Tenerife –explica-. Vi a un chico haciéndolo y pensé que yo también podría”. Y pudo. Vive de sus tijeras desde el 2010. En España, apunta, son muy pocos. “Esto es arte –añade-. Lo que pasa es que yo lo resuelvo desde el punto de vista matemático”, se ríe. ¿Cómo? “Observación –responde-. Observas, comparas, observas, comparas”.

«Tengo todos los dedos deformados -enseña Igor-. Porque sin presión no puedes controlar las tijeras»

¿Heridas de guerra? “Sííííííí –Igor enseña las manos-. Tengo todos los dedos deformados. Mira –miras y le das la razón-. Y de tanta presión… Porque sin presión no puedes controlar las tijeras. No puedes poner dos deditos y ya, porque se te van las tijeras. Tú las tienes que coger así –se ajusta las tijeras en el pulgar y el anular, hasta la base de los dedos. Y aprieta-. Tienes que aguantar fuerte para tener el control”. De hecho, las tijeras se van autoafilando de la presión, asegura. “Estas las estoy utilizando desde hace 7 años”.

Te deja las tijeras en cuanto te dejas. “Aquí me tienes –te dice-. ¿Cómo quieres que me gire?”, se ríe. “Es muy interesante -añade-. Yo juego mucho con esto”. Suele hacer que sus clientes se recorten entre ellos. Escabechinas de papel.¿Algún consejo? “Intenta seguir la línea. Y que se parezca -sonríe-. Igual tienes talento”. Te sale un perfil más bien abstracto. “Muy bien –se ríe él-. Cubista”.

¿Lo más difícil? “Que cualquiera está cualificadísimo para juzgarme –responde-. No necesitas tener ni idea de arte para juzgar mi trabajo. Tienes que tenerlo muy asumido para que no te afecte”.

Si no le gusta lo que recorta, Igor arruga el papel sin contemplaciones. No se corta un pelo, no, aunque utilice tijeras de peluquero. “Yo me he dedicado a esto porque tengo una libertad enorme –dice-. Tengo la libertad de decir: ‘No me ha salido bien’. ¿Cuántos comerciales conoces que te digan: ‘No me lo compres, que es una mierda’? -se ríe-. Yo puedo permitírmelo. Es lo que me encanta de este trabajo. Puedes ser tú. Si no me ha salido bien, te digo que no me ha salido bien, y lo puedo repetir, o devolverte el dinero, o devolverte el doble”. Pocos más te podrán garantizar que te hacen recuperar la silueta en un minuto.