Inicio Opinión Enclaustramiento, por Emma Riverola

Enclaustramiento, por Emma Riverola

La fuerza del ‘procés’ ha sido su capacidad de unir a aquellos que nunca habían caminado juntos, desde la izquierda radical a la derecha tradicional, también la corrupta. Esa marcha conjunta ha activado un mecanismo de defensa que recela de las críticas internas. No solo se calla por el temor a ser tachado de traidor, sino por un íntimo convencimiento de no querer herir el anhelo común. Inevitablemente, esa actitud acaba fomentando cierto enclaustramiento.

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El independentismo ha dejado caer el Gobierno de Sánchez. Ha sido fiel a su guion: no le debe nada a un Gobierno que provoca o tolera presos políticos y exiliados. El problema es que Catalunya forma parte de España y lo terrible, lo verdaderamente terrible nos está esperando a la vuelta de la esquina. Hablamos mucho del 155 que puede venir con la triple derecha, pero la auténtica pesadilla es esa política invasora que quiere meterse en nuestras casas, en nuestras camas. También en nuestros cuerpos. Es el cuestionamiento del feminismo, la negación de la violencia machista, el regreso al aborto, la censura a todo lo que escapa de la orientación sexual o la identidad de género que manda la norma retrógrada. Es nuestra libertad, la libertad real de nuestros cuerpos. El independentismo tiene unos meses para salir de su enclaustramiento y tomar partido. Porque, al fin, tendrá que hacerlo. Por mucho que se niegue a aceptarlo, el futuro no (solo) se juega en su campo.