Inicio Opinión Incertidumbre y desánimo, por Eulàlia Vintró

Incertidumbre y desánimo, por Eulàlia Vintró

Llegamos a las vacaciones de verano sin que se hayan abierto perspectivas razonables no ya de mejora sino ni siquiera de cambio de tendencia o de modificación de la parálisis previamente existente. La tardía constitución del gobierno en Catalunya tras una insólita elección del presidente de la Generalitat, que hoy todavía se sigue considerando a sí mismo transitorio, no ha ido acompañada de ninguna medida efectiva ni de ninguna acción de gobierno dirigida a mejorar, a revertir o a enderezar situaciones y problemas enquistados desde hace meses y años y a hacer frente a nuevas problemáticas que aparecen en poco tiempo.

Se hace difícil recordar qué medidas concretas en materia de proyectos de ley, de compromisos departamentales o de iniciativas específicas con presupuesto incluido han surgido de las reuniones del Consejo Ejecutivo y menos aún si se han llevado a cabo. Los medios de comunicación están llenos de declaraciones enfáticas, de opiniones no siempre coincidentes -aunque provengan de dirigentes relevantes del mismo sector- de idas y venidas del Presidente y de varios consejeros a Berlín, Hamburgo y Bruselas, sin que quede claro ni quién las paga ni porque hay que ir, y de contradictorias tomas de posición con respecto a reuniones al más alto nivel entre presidentes, español y catalán, o entre delegaciones de ambos gobiernos previstas en el Estatut. Uno tiene la sensación de que con el inesperado pero esperanzador cambio de gobierno en España nadie en Catalunya quiere ser el primero que se niegue a dialogar y a encontrar escapatorias al callejón sin salida actual pero tampoco quiere dar la impresión de ceder y aceptar la mejora del autogobierno en lugar de la república por ahora inaccesible.

Continuamos, pues, en la mayor incertidumbre y es precisamente esta continuidad la que está generando el desánimo. Desánimo que se incrementa con medidas tales como hacer para personas huidas nombramientos de representación institucional en Europa o la creación de cargos nuevos, perfectamente prescindibles pero retribuidos como secretarios generales. También ayuda el cierre superior a dos meses del Parlament, nunca visto hasta ahora, para evitar que la discrepancia frontal entre JxCat y ERC sobre la suspensión provisional de los diputados presos o huídos en el extranjero haga más grande la división entre los independentistas, así como la declaración del president Torra afirmando que Felipe VI no es el rey de los catalanes. Una vez más, y a pesar de su promesa en su toma de posesión de tener presente a toda la población de Catalunya, confunde los deseos con la realidad y atribuye a todos los catalanes lo que, como máximo, no afecta ni a la mitad. Sería interesante ver la reacción si alguna autoridad del Estado proclamara que Torra no es el presidente de los catalanes.

Me gustaría pensar que los días de ocio que tenemos por delante puedan servir para la reflexión y la rectificación, pero no me hago muchas ilusiones. El resultado del congreso del PDECat, el lanzamiento de la Crida Nacional, las últimas acciones de los CDR, para no alargarme, no auguran este camino sino todo lo contrario.