Inicio Opinión La izquierda y el cinismo radical, por Alejandro Nestor

La izquierda y el cinismo radical, por Alejandro Nestor

Alejandro Nestor
Alejandro Nestor

Ayer mi sobrino Carlos, de 6 añitos de edad, me puso en un jodido aprieto. ¿Tío, qué es ser de izquierdas? … me soltó el angelito sin dejar de mirar su videojuego, mientras trituraba un huevo Kínder con una mano y se rascaba la pierna con la otra.

Su pregunta me dejó más tieso que una mojama. Confieso que no supe qué contestarle sin mentirle o tomarle por un tonto contándole una gran tontería. Estaba preparado para hablarle de la reproducción de las flores, de la abeja Maya e, incluso, de la virginidad de Heidi. Pero explicarle qué es ser de izquierdas, hoy día, me pareció una tarea imposible para la que no me sentía preparado. Así que me hice el loco, miré el móvil y le dije que tenía que hacer un recado urgente y que otro día se lo explicaría.

Para los de mi generación, los de mayo de 1968, ser de izquierdas era una aventura romántica donde cabían todos los clichés revolucionarios: el poster del Che Guevara, las canciones de Joan Báez, las proclamas de Mao, las manifestaciones en contra de la Guerra del Vietnam, el cubalibre (el auténtico Ron cubano con Coca-Cola), copiar en la Universidad sin remordimientos, compartir piso y arroz blanco sin tener un duro, leer panfletos revolucionarios, ser simpatizantes de la CNT, luchar contra la Dictadura de Franco y, por supuesto, practicar el amor libre siempre que una atractiva compañera de lucha lo dispusiera.

En resumen, ser de izquierdas hace unos 40 años, era una forma ilusoria de pretender ser alguien que realmente no eras. No recuerdo a ningún compañero de izquierdas que acompañara al Che Guevara en su aventura bélica por Gongo o se apuntara a su guerrilla revolucionaría en Bolivia donde fue ejecutado, a finales de los años 60, por el ejército boliviano y la CIA. Tampoco recuerdo a nadie conocido que, una vez pasada la euforia experimental de la vida comunera de aquellos años, repartiera sus bienes y dinero entre sus semejantes o viera con buenos ojos que la mujer de su querencia se fuera con otros.

El objetivo de la izquierda fue siempre erradicar la miseria y redimir a los pobres de la tierra. Ciertamente un loable y estimable fin humanitario. Pero el camino elegido (la abolición de la propiedad privada, la centralización de la producción, la fijación artificial de precios desde un despacho del Kremlin y la burocracia corrupta del vodka y el caviar) enterraron la utopía socialista en una sucesión de errores políticos, económicos y humanos. ¿A quién se le ocurre colectivizar la iniciativa individual? ¿A quién se le ocurre encerrar el instinto natural de superación individual en una botella y tirarla al mar? A los enemigos de la realidad.

Tras 40 años de Democracia, en España, la izquierda que sobrevivió a la caída del muro de Berlín está integrado por el PSOE, Podemos y una retahíla de partidos regionalistas independentistas que están más preocupados por su terruño que por el turrón de la clase obrera nacional e internacional.

El PSOE, tras décadas de pisar la moqueta de La Moncloa, comer en el Palace, manejar la llave de la caja, los fondos reservados (que, como su nombre indica, nadie sabe para quienes están reservados) y pactar con la burguesía independentista vasca y catalana que pretenden borrar en nombre de España del mapa, ha perdido su esencia socialista española y sólo le queda de su nombre como partido (PSOE) la O de oportunismo.

El doctor Pedro Sánchez, máximo representante de este movimiento político incalificable, es un buen ejemplo de este embrollo. Hace apenas un año, se hartó de decir que no permitiría que ningún ministro de su Gobierno tuviera una sociedad instrumental para ahorrarse el pago de impuestos. ¡Faltaría más! Él era un socialista honrado y esas prácticas eran una lacra para las arcas públicas del Estado. Pues bien, un año después, el doctor Pedro Sánchez es presidente de la nación y en su Gobierno, señores, no hay un ministro que utiliza esos chanchullos para pagar menos impuestos, sino cuatro. ¡Cuatro ministros con sociedades instrumentales!

Cuando Podemos irrumpió en la política española, su líder, Pablo Iglesias, prometió indignado que venía para terminar con la “casta” y “las puertas giratorias” que tanto contaminan la vida política de nuestro país. Cuatro años después, Podemos no sólo se ha convertido en “casta”, sino que ha demostrado ser una fábrica eficiente de políticos cínicos de nuevo cuño.

Pablo Iglesias se ha hartado de criticar los bajos sueldos que los pequeños empresarios pagan a sus trabajadores. Sin embargo, cuando él gestionaba el programa televisivo de la Tuerka, según Enrique Riobóo (máximo responsable de Canal 33), actuaba como un auténtico explotador con los cámaras a los que pagaba 25,00 euros por programa mientras se quedaba con el 85 por 100 de los recursos económicos obtenidos.

Pablo Echenique, la voz moralizante de la extrema izquierda en los medios de comunicación, fue multado hace poco por Inspección de Trabajo por tener a su asistente personal sin contrato ni pagar sus seguros sociales. Una falta “muy grave”, según la legislación social vigente, e incomprensible cuando la comete un señor que precisamente cobra más de 50.000 de euros al año por defender políticamente los derechos sociales de los más débiles.

La lista de faltas y chapuzas morales cometidas por los representantes de la extrema izquierda es interminable. Ahí están los casos de Iñigo Errejón, el “becario fantasma” que fue expedientado por la Universidad de Málaga o el de Ramón Espinar, azote de capitalistas que con tan sólo 21 años pegó un rápido pelotazo en 12 meses de 30.000 euros brutos al revender una vivienda social que adquirió con la ayuda de sus padres.

¡Nadie es perfecto!, claman los fieles podemitas ante los pecados de sus líderes. ¡La derecha es peor!, justifican morados de indignación los anticapitalistas. Unos y otros hablan de izquierdas o de derechas como si en la posición indefinida que ocupan, en este Universo sin fin, estuviera la verdad y la solución de los males de la Humanidad.

Muchos somos los que ya no creemos en una sociedad dividida en dos bandos: derechas e izquierdas. Sería como ver la complejidad de la vida y del ser humano en blanco y negro. Cuando, el espectro de la luz es infinito. El conocimiento científico lo está revolucionando todo. Cada problema social o económico tiene una solución específica y compleja. Hay que invertir correctamente nuestros recursos, más conocimiento y menos postureo y caradura.

¿Cómo le explico todo esto a mi sobrino?