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Komancherías en España City (y 2)

España, España City, donde estuvo antaño el lejano Finisterre, transformado hogaño en el territorio del «Finismundi», donde se juega el Armageddón entre las fuerzas del Bien y del Mal, entre las fuerzas de la luz y los ejércitos de las tinieblas, en un duelo al sol hemiciclo por hemiciclo, calle por calle, casa por casa de nuestros poblados sin ley en este Lejano Oeste en el que nos hemos convertido: un Far West azotado por tormentas perfectas provenientes del tormentoso Caribe, que empujan sus ominosas malezas de comunismos, radikalismos y separatismos por nuestra Patria asediada.

España de las komancherías, «made in Spain», verdadero patrimonio nacional constituido por un impresionante lote de «performances» grotescas, bufonescas, esperpénticas hasta lo indecible, imposibles de ver en los países civilizados de nuestro entorno, pero que aquí son el pan nuestro de cada día.

Son espectáculos que atentan contra la lógica y el sentido común, por lo cual producen verdadero pasmo -y también producirían irrisión, si no fuera porque la mayoría de las komancherías son francamente peligrosas para el destino de nuestra Patria-; pero hay un grupo numeroso de ellas que también atentan contra la ética y la ley, por lo cual constituyen auténticos delitos de orden moral y/o judicial, aunque ningún juez los condene y la prensa paniaguada por el NOM pase de largo ante su perversidad. Porque la esencia de todo fenómeno komanchero es su total impunidad.
Ahí tenemos al Pedrito, que va de derrota en derrota hasta la victoria final: pierde unas elecciones y, en vez de dimitir -como se haría en todo país civilizado- se presenta a las siguientes, en las que vuelve a perder todavía más escaños. ¿Dimite? ¡No!, ya que, aunque es cesado, ahora resulta que vuelve a presentarse a las primarias. Pasmoso, porque, para más INRI, es jaleado por unos militantes que, lobotomizados por su odio ancestral a la derecha, prefieren -en vez de abstenerse para que gobierne el PP- ir a unas nuevas elecciones donde los podemitas les sobrepasarían, con lo cual los socialistas pasarían a ser la tercera fuerza política, convirtiéndose en meras comparsas de los radicales.

Realmente, en ningún país civilizado se ha visto a un político tan inepto como el Pedrito, capaz de llevarse por delante un país pactando con los separatistas y los antisistema con tal de satisfacer su desmedida egolatría y su cósmico narcisismo atrapando el trono de la Moncloa. Sueño monstruoso, pues quien se sentaría ahí sería el Turrión, con el Sánchez haciéndole de monaguillo correveidile.

Madrid, Madrid, Madrid… antaño capital imperial, que podría tener como candidata a la alcaldía a Rita «la quemaora», niñata pijaprogre totalmente indigna de ser portavoz del ayuntamiento madrileño. Dígame, ¿han visto ustedes algo parecido en alguna otra ciudad europea? ¿Han visto ustedes en algún país a una blasfemadora asaltacapillas cuya fechoría quede totalmente impune, y que además aspire a ser alcaldesa de su capital?

Cuchillos largos, cristales rotos, purgas estalinistas en la banda podemita y… ¿creen ustedes que estas luchas cainitas han quitado votos a los radicales? ¡Nooo!: su adoctrinado rebaño -el 20% de los españolitos, nada menos- sigue manteniendo su fidelidad a la tribu antisistema, Lo que más ha castigado siempre el electorado son las divisiones internas de los partidos, pero con los podemitas se ha hecho una excepción. ¿En qué país civilizado sucede algo parecido?

Realmente, lo pasmoso y sobrecogedor es que en un país presuntamente civilizado como España uno de cada cinco ciudadanos vote a esta chusma de ultraizquierda, cuando lo que se lleva en los países civilizados de nuestro entorno es una clara tendencia al voto de derecha e incluso de ultraderecha. Realmente grotesco que aquí estemos justamente en el lado contrario de la balanza. Y es que siempre seremos diferentes.

Inaudito e increíble -totalmente komanchero- es el hecho de que, mientras en todos los países europeos -con un paro muchísimo menor que el nuestro- se están tomando medidas contra la inmigración descontrolada -de ahí el auge de la extrema derecha-, aquí, con un paro de casi el 20%, tenemos una tasa de inmigración de las más altas del mundo.
Y, ¿cómo se explica que se welcomee a los refugiados musulmanes, cuando España es el país más amenazado del mundo por la «yihad»? Hace unos días detuvieron en el País Vasco a un yihadista que vivía de las ayudas sociales, como tantos otros. Chapeau por este buenismo tan nuestro, porque somos modernos, oiga, hasta el punto de que en algunos poblados sin ley hacen «manis» pidiendo que se les den más refugiados. Bravo.

Y, ya que estamos con este tema, tremendo que haya alguna comunidad autónoma que da 532 € a los inmigrantes ilegales, por la cara. Una de ellas es una Comunidad que está prácticamente en quiebra. Cosas veredes.

Europa construyendo muros para detener la avalancha inmigratoria, y en España City los ultrazquierdosos quieren quitar las vallas de Ceuta y Melilla, ciudades ya amenazadas públicamente por la yihad. Pavoroso.
Grotesco, asimismo, que en nuestro país los «top manta» chuleen a la policía en algunos poblados komancheros. Conozco incluso a una abuelita alcaldesa que les compra sus cachivaches. Me da a mí que tampoco esto es homologable con las democracias europeas.

¿Qué decir del «Urdanga»? ¿En qué país europeo se tarda 11 años en juzgar un caso de corrupción tan relevante? ¿En qué país prácticamente se absuelve a un personaje que tiene encima una mochila con casi todos los delitos financieros habidos y por haber? Otra bufonada, pero que maldita la gracia que nos hace.

Cuando lo que se lleva en Europa es el espíritu patriótico, la reivindicación de las identidades nacionales, el amor a la Patria y la defensa de sus intereses frente a las imposiciones globalistas y multiculturalistas de la UE, en España City se hacen mítines políticos donde no se ve una sola bandera patria, se habla de Estado «plurinacional», se dan 5 millones y pico de votos a un partido amiguete de etarras que maldice reiteradamente los valores hispánicos, se silba el himno nacional durante algunos eventos deportivos y -en vez de suspender el partido- eso se considera libertad de expresión.

Esperpéntico es también que un partido que ha hecho de la denuncia de la corrupción su seña de identidad tenga una cúpula donde hay empresarios y argentinitos que pagan sueldos misérrimos en negro, especuladores de pisos, enchufadetes «black» en trabajos que cobran sin hacer, nepotistas a troche y moche. Un partido que, además, ha recibido un sospechoso aluvión de potosíes por extraños trabajos en países bolivarianos. Alucinante que una parte del electorado español -feroz castigador de las corruptelas- no haga lo mismo con esta banda, le ría estos «pecadillos» y continúe votándoles.

Asombroso es asimismo que un partido que lleva el antimachismo como bandera, totalmente dominado por las Femen, haya pasado por alto el intolerable machismo del Coletudo Mayor, que descubrió su vena machoalfista cuando hizo público su deseo de azotar a una mujer hasta hacerla sangrar. Pero, ¿no estaban contra la violencia de género?
Algunas komancherías son futuribles, pero justamente por eso son los más terroríficos.

Por ejemplo, trate de imaginarse el lector la siguiente escena: en una foto de familia de los capitostes de la Unión Europea -todos con aspecto elegante, embutidos en sus trajes; todos con una aseada y creíble imagen de políticos- aparece allí arriba -a la izquierda, por supuesto- un tipo en mangas de camisa, con una corbata -negra o roja- aflojada, con pelambrera okupa, y el puño en alto, tarareando por lo bajini alguna «Internacional» o «L’Estaca». Patético, ¿verdad? ¿Hay escena más esperpéntica y komanchera que ésta en la política mundial? Imagínense la cara de asombro de los ojipláticos mandamases europeos, conteniendo la risa ante el curioso personaje.

Y así podríamos seguir hasta el infinito enumerando komancherías. ¿Por qué nos pasa esto justamente a nosotros? La respuesta está magníficamente explicada en la película «Infierno de cobardes», del gran Clint Eastwood, film que ilustra a la perfección el Far West en que se ha convertido España City.

Y también la respuesta brilla esplendorosamente en las siguientes frases, que apuntan directamente a la indiferencia y/o cobardía de nuestro pueblo en la decisiva hora actual:

«Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada», frase de Burke que resuena en esta otra de M. Luther King: «Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos».
Sí, infierno de cobardes explicó muy bien el mismo King: «Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en un período de crisis moral mantuvieron su neutralidad. Llega un momento en que el silencio se convierte en traición»