Inicio Opinión La kryptonita de Rajoy, por Luis Mauri

La kryptonita de Rajoy, por Luis Mauri

Pocas dudas hay sobre la resiliencia de Pedro Sánchez. El socialista ha demostrado instinto de supervivencia, coraje y  tenacidad. Aupado como pelele en el PSOE y derrocado cuando se vio que no tenía vocación de títere, Sánchez ha roto dos moldes. El primero, al regresar victorioso al despacho del que había sido defenestrado por la aristocracia socialista. El segundo, al presentar la primera moción de censura triunfal de la democracia.

Cinco meses después de hacerse con el Gobierno, la legislatura tirita de fiebre. Los Presupuestos sociales del PSOE y Podemos han sido arrojados a la papelera por los independentistas. El Gobierno insiste en que no tira la toalla. Su esperanza solo se sustenta en el gramsciano optimismo de la voluntad. Es comprensible el empecinamiento de Sánchez. Que no tire la toalla si no le place, pero lo más probable es que le rompan la cara presupuestaria. Y, en consecuencia, la cara de la legislatura.

Antes de abandonar la Moncloa, Mariano Rajoy dejó oculta en el despacho una bomba de kryptonita. Abdicó de su responsabilidad de estado y endosó a los jueces el conflicto catalán, un asunto que en puridad no compete a los tribunales. Pero una vez activada, la bomba no tiene botón de paro.

Entretodos

Un cierto estamento judicial cree haber sido ungido como el último vigilante de la frontera del Estado. La desidia del Gobierno de Rajoy le hizo creer que ese era su rol histórico. Y en su desempeño pesa más la lógica del escarmiento que la de la reparación. Solo así se entiende la desproporción de las penas solicitadas por la Fiscalía a los líderes del ‘procés’. Estos quebraron sin duda la ley. Sin duda también, jamás emplearon la violencia. Quizá alguno fantaseara con ella, quién sabe, pero la fantasía no es materia penal.

La tentación natural de un superviviente como Sánchez será alargar tanto como pueda la legislatura. Pero sin Presupuestos se verá abocado a las urnas, so pena de cocerse en la olla de la impotencia. A no ser que el pulso entre PP y Cs por el podio del radicalismo de derechas le aconseje esperar a que sus rivales se salgan sin remedio del cuadrilátero de la centralidad.