Inicio Opinión Las locas del pueblo ya se han escapao, ¡riau, riau!

Las locas del pueblo ya se han escapao, ¡riau, riau!

Lo he dicho ya en algunas ocasiones, pero, como esta chusma antisistema no da tregua ni cuartel, me veo en la obligación de repetirlo una vez más: señoras y señores, estoy muy harto y no puedo soportarlo más.

Como diría Eugenio, «¿saben aquél que diu?». Pues resulta que unas niñatas pijaprogres de Barcelona montaron un numerito públicamente, vestidas en paños menores, con unos tubos saliendo de de los sujetadores, para de esta guisa protestar contra ¡el ordeñamiento de las vacas! ¡Toma ya! Para mear -ordeñar, para ser más exactos- y no echar gota.

La primera reacción ante esta patochada es decir la consabida frase de que «en España no cabe un/una tont@ más», pero la cosa tiene su enjundia, no crean. Al enterarme de este pintoresco suceso, lo primero que se me vino a la mente fue canturrear aquella famosa canción tradicional cuyo estribillo dice: «Las vacas del pueblo ya se han escapao, ¡riau, riau!».

Sólo que en vez de vacas, quienes se han escapado han sido unas locas. Ahora bien: ¿quiénes son estas locas, y de dónde se han escapao? En realidad, estos dos interrogantes vienen a ser uno solo, pues bastaría desentrañar la naturaleza de estas prójimas para saber de qué caverna han salido.

Así, a primera vista, no hay que ser muy versado en conjeturas para presuponer que se han escapado de alguna tribu animalista, por lo cual yo le adjudicaría su filiación al partido animalista que responde a las siglas de PACMA. O sea, que noticias como ésta dejan a uno absolutamente «pacmado», nuevo estado de ánimo con que España ha enriquecido con otra patente a la humanidad.

Realmente, es impactante la manía que tiene la tribu animalista con los cuernos, que la lleva desde oponerse a los toros, a denunciar la mala leche que tiene quien somete a las vacas a la horrible tortura del ordeño. ¿Qué opinarán del hecho las pobres cornúpetas, plenamente conscientes de que, si no se las somete al ordeño reventarían sus cargadas ubres? Eso sí que sería una tortura, oiga.

Por poner un ejemplo, si estas señoritas un día deciden tener hijos, pues podrían imaginarse qué pasaría con sus glándulas mamarias bien cargaditas si no usaran sacaleches en caso de que les sobrara su líquido elemento.

La segunda opción que salta a la vista a la hora de colegir de dónde se han escapao, sería, lógicamente, de una casa de salud, en un descuido del personal, o con los papeles en regla debido a una orden judicial de ésas tan españolas que pone de patitas en la calle a todo el mundo, por aquello de que todo el mundo es bueno, y lo moderno y progre es sobreseer y archivar casos.

Pero también podrían haberse fugado de una granja biológica de ésas, acérrima enemiga de colesteroles y aditivos, una finca vegana absolutamente pijaprogre, de ésas donde se asegura el nirvana por el simple hecho de montar en bicicleta y comer arroz integral cultivado biológicamente. Aum.

Sin embargo, también podría recabar bastantes votos la sospecha de que se han largado de algún patio okupa -o granja okupa, que haberlas haylas- pues circos como éste son típicos de las actividades reivindicativas de los centros contrakulturales.

Y hay quien votaría, no lo dude, porque estas «pacmadas» se han escapao de alguno de esos akelarres formados por las brujas-que-no-pudimos-quemar, como ella misma se definen. Ejemplares eximios de estas brujas los encontramos en el colectivo «Femen» -creado y financiado por ¡George Soros!, por si alguien todavía no lo sabe-, que igual te asaltan una capilla que una vaquería… con pechos al aire, a los que a veces les ponen tubitos para protestar contra la tortura de las vacas.

En todo caso, lo que sí es seguro es que se han escapao de algún aula de la LOGSE, de ese nefasto sistema educativo laiko basado en el «café para todos», que ha malcriado a dos generaciones de españoles, que han salido de sus madrigueras igual de ignorantes que de maleducados. Y si no, ahí tenemos a los podemitas, que también se han escapao de ahí.

Yo, la verdad, siempre que me entero de estas payasadas protagonizadas por feministas y/o animalistas radicales pienso lo mismo: ¿cómo es posible que estas pijas tengan una sensibilidad tan extremada ante los animales y, en cambio, consideren un derecho el aborto, que tortura y masacra a 120.000 fetos al año solamente en nuestro país?

Pero, realmente, quizá ya he encontrado la solución a este enigma, puesto que a estas señoritas -por llamarlas de alguna manera-, lo que realmente les puede molestar y cabrear es tener que dar su leche a bebés llorones, que la naturaleza les da como una maldición de su condición femenina. Así que, lo mejor para que ningún bebé las ordeñe, es no tener ninguno. Y aquí paz, y después gloria: «Riau, riau».