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Las mujeres son menos frioleras

Se observa en los telediarios y en las series televisivas que a diferencia de los hombres cada vez mayor número de mujeres enseñan partes crecientes de su pecho, lo que indica una insensibilidad al frío superior a la de los hombres, hasta esto considerados el “sexo fuerte”.

Esta nueva situación inevitablemente produce, (los pechos femeninos, no los masculinos, son órganos sexuales), aunque ellas “no sean conscientes de ello, ni mucho menos lo pretendan” un incremento del interés y de la libido de los varones hacia sus personas, complementando el atractivo procedente de su bondad, simpatía, cultura, empatía, etc. etc. que les son propias.

El impulso provocado, la libido despertada en los varones, aparecerá inevitablemente dónde y cuándo no se espere, pero deberá ser reprimida y abortada a costa de los afectados. Las posibles consecuencias serán atribuidas al machismo retrógrado imperante.

En la Antigüedad y en la Edad Media, ciertas damas se asomaban a las ventanas de algunos edificios enseñando sus zonas erógenas para atraer el dinero de los varones que paseaban bajo ellas. Hoy en día, en algunos barrios se efectúa también la exhibición total o parcial de cuerpos femeninos para estimular la libido del mal llamado sexo fuerte. Lo mismo ocurre en los prostíbulos o bares de alterne.

El diseño de algunas camisetas y blusas femeninas a diferencia de las masculinas ¿para qué? “les fuerza” a mostrar un generoso escote, que obliga a quienes las llevan a mostrar parte de sus secretos o simplemente su canalillo, lo que les “obliga” a dar acceso lateral a sus preciosos volúmenes. Por ahora son una minoría muy reducida las que “se ven obligadas” a enseñar también los pezones. Todo se andará…

Puede imaginarse lo que ocurriría si los diseñadores de moda masculina pretendiesen realzar por medio de algún artilugio los atributos sexuales masculinos.

Este convertir a la mujer en objeto de deseo sexual es silenciado por los movimientos feministas, quienes puestos en el dilema de dar prioridad al respeto a la dignidad de la mujer o al relativismo moral (según el cual no existen ni normas de carácter universal ni verdades eternas), prefieren dársela a la corrosión moral de la sociedad para lo que cuentan con el inesperado y valioso apoyo de la jerarquía de la Iglesia Católica, que con su silencio lo otorga.

¿Por qué algunas veces el conjunto blusa sujetador permite la exhibición de “ello” y otras no? ¿Por qué la manifestación pectoral no es sistemática? ¿Por qué unas veces se respeta el pudor femenino y otras no?

La conclusión es que no hay norma al respecto. Si no hay norma es porque nadie la estableció. Y si alguien no la estableció es porque ese alguien no existe. Uno de los objetivos de la masonería se consigue así. Para el GADU (el dios de los masones) no hay normas, no hay moral. Sólo hay opiniones, acuerdos y ninguno es mejor que otro.

Aquí entra en juego el silencio sepulcral de la jerarquía eclesiástica: desde el obispo altivo al humilde párroco, como en el Tenorio. Éstos, según algunos confiesan en privado, no se atreven a ejercer su poder de magisterio en este punto enseñando la doctrina de la Iglesia sobre el 6º Mandamiento de la Ley de Dios: “No cometerás actos impuros”. De modo que como el que calla otorga, se da por bueno la inobservancia del sexto o lo que es lo mismo su supresión, por la decisión de unos sacerdotes y obispos que debiendo defenderlo no lo hacen.

De modo que la jerarquía de Iglesia de Dios se somete a la opinión de la mayoría, como quieren los masones, acercándose peligrosamente a la simonía (compra de bienes espirituales) y/o al jansenismo (compra de títulos eclesiásticos o sometimiento al poder)

¡Sorprendentemente esos mismos eclesiásticos se quejan de que las iglesias están vacías! Deberían enterarse de que hay fieles que miran a Dios al margen de ellos.