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Locos de atar

Mi amigo Manel, el bueno, me dijo por teléfono que cogía la bicicleta y que se iba a por níscalos. Y luego soltó toda una retahíla de insultos a los independentistas de mierda y otras lindezas que no son reproducibles ni con los pitidos de aviso. Usted, qué otra cosa iba a hacer, se tragó aquel bodrio que más bien parecía un circo ambulante, de pueblo. Y al día siguiente, doble sesión por el precio de una. Cuántos embustes, mentiras, falacias, tropelías…, la madre que los parió.

Y cuanto más se ahonda en la herida de los perseguidos, más desangra la persecución y muerte de los constitucionalistas (dígase también los otros españoles). A esta comedia bufa, con butifarra y barretina, nuestros queridos colegas en la transmisión le llaman «fecha histórica», cuando se debería calificar de «días nefastos», lo que evidencia el escaso léxico que tienen estos junta letras y no nos vengan diciendo que estudiaron en Cataluña subyugados por la inmersión lingüística, bajo el agua los dejaba yo, coño.

Me quedo, tristemente, entre tamaña barbaridad emanada del odio cerval hacia la nación más antigua de Europa, me quedo, decía, con el sacrílego adoctrinamiento a unas criaturas tiernas como los juncos en colegios, patios y callejas. Eso pasa -está dicho hasta la saciedad- por haber transferido el Estado las competencias en materia de enseñanza. De qué valen Raimundo Llul, Josep Pla, Verdaguer, Pi y Margal o Salvador Dalí, y Nuestra Sra. de la Merced. Contribuye, para no alargarme, a que el Barça siga metiendo cizaña y sacando en andas a Franco, el club que más copas del Generalísimo ganó, para seguir despreciando a los restantes pueblos de España.

No tíos, en lenguaje cheli. Eso no mola. Dejad de tocarnos los cojones. Por más que proclaméis la república, como si es la octava, no seréis nada. No obstante, si vais a pique, el resto de los españoles estaremos a vuestro lado porque sois de nuestra misma sangre aún teñida de franjas esteladas. Puigdemont pasará a la historia como el tonto útil de la feria y asimismo como cobarde. No tuvo los santos cojones de que el Parlament o cuarto de estar de unos sediciosos permitiera una votación ilegal de la independencia de Cataluña por miedo a dejar huella de su rebelión. No hace falta. Ojala le veamos pronto con los grilletes puestos.

Y, por último, no puedo dejar de referirme al egocéntrico de Pedro Sánchez, un pieza que en el abordaje del 155 estuvo reculando y cagándose de miedo. El PP, propenso a la descomposición, se tuvo que plegar y tragar la enmienda para que no se intervenga a los medios de comunicación catalanes aun siendo TV3 y Cataluña Radio los altavoces que para sí los hubiera querido Goebbels.

Heil Hitler!