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No eran vascos, no eran musulmanes

Jesús Royo
Jesús Royo

¿Ya no nos acordamos de cómo cayó la banda ETA? ¿De cómo el pueblo alzado no en armas sino en manos blancas gritaba “NO SON VASCOS, SON TERRORISTAS”? Ahí empezó la derrota de ETA y la victoria de la ciudadanía, la victoria del estado de derecho. Ahora ETA es un residuo pestilente ante el que todo el mundo se lleva los dedos a la nariz. Los gudaris vuelven a sus pueblos, tras una temporada a la sombra, viejos ya, y se encuentran con las risas de sus paisanos: “somos como el tonto del pueblo”, se quejan. Ellos esperaban lo que les prometieron: ser héroes del pueblo vasco, ser designados como lo mejorcito de la raza (el Jugo de Larraza, como se burló Unamuno, jugando con sus propios apellidos). De pronto nos percatamos de que la cosa no iba de vascos contra españoles, sino de demócrastas pacíficos contra tiranos asesinos.

No son vascos, son terroristas

Eso era algo elemental, pero nadie lo advirtió hasta la llegada del nuevo siglo, más o menos. Al principio y durante muchos años ETA eran los vascos, sin más. “Vazcos, qué raritos zoy”, rezaba una pintada cutre en Andalucía. Se decía que los vascos tenían más cojones que los demás, porque tenían lucha armada y toda laustia, pues. El gran negocio de ETA fue cultivar esa equiparación entre vascos y etarras: así, han monopolizado las pintadas en las paredes del País Vasco, han dictado la corrección política, han reventado las fiestas a placer, sin ninguna resistencia. Eran la voz acreditada y selecta del pueblo vasco. Pero se les acabó cuando descubrimos que “no son vascos, son terroristas”. Ahí se les acabó el chollo. Ahí, y en la acción inteligente del estado de derecho.

“El guerrillero debe mimetizarse con el pueblo” dijo algún estratega, no sé si Guevara o HoChiMín, de manera que todas las puertas se le abran cuando necesite refugio. El chollo es doble, porque usan al pueblo como parapeto, y porque mientras el pueblo crea en la igualdad pueblo=guerrilla, lo seguirá haciendo a gusto.

La yihad tiene ganada la partida

Lo mismito está pasando ahora con la yihad. Ellos fomentan la igualdad musulmanes=yihadistas. Y mientras la gente lo crea, tienen carta blanca. Serán aplaudidos en todas las mezquitas, serán llorados en todos los corazones creyentes. Y mientras nosotros lo creamos, mientras sospechemos de cualquier musulmán como enemigo potencial, ellos –la yihad- tiene ganada la partida.

Pero ah, el día que se rompa esa ecuación, cuando el propio Islam los vea como simples terroristas, dirán que si matan en nombre de Alá pecan doble, por asesinos y por blasfemos. Y al revés: las reacciones antiárabes y antiislámicas (que nos invaden, que no se adaptan, que les damos ayudas sociales y qué mal lo pagan, que su arma son sus úteros, todo mierda) en realidad están apoyando la yihad, están echando a los musulmanes pacíficos –casi todos- en manos de los terroristas. Por eso, para acabar con el terrorismo el primer paso debe ser: “NO SON MUSULMANES, SON TERRORISTAS”. Igual que lo fue en el caso de ETA. El resto será eficacia policial.

Por Jesús Royo Arpón