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Palabras de Iglesias Turrión, por Santiago Trancón

Santiago Trancón
Santiago Trancón

Se acerca la Navidad y, acuciado por mil asuntos de los que no quiero acordarme, voy a irme por la vía rápida esloveno-machista-leninista haciendo algo que no suele estar bien visto en los medios periodísticos, construir un artículo transcribiendo literalmente las palabras de otro, en este caso las del cardenal primado (por lo del morado) de la secta podenco-podemita (me refiero, no a sus votantes, sino a sus fieles servidores). Me anima a ello el comprobar que, pese a la brutal evidencia que esta transcripción arroja sobre la psicología y la personalidad política de Iglesias, casi ningún medio se ha hecho eco de declaraciones, que no sólo resultan groseras y de un machismo repulsivo, sino que a cualquier otro le incapacitarían para cualquier actuación o representación pública. Sirva al menos para dejar constancia de esta inquietante anomalía. Veamos dos ejemplos.

1) Sobre un hecho del que se ha vuelto a hablar con motivo de una comparecencia de Iglesias en el Congreso, relacionado con un mensaje en un grupo de telegram, que copio:

Iglesias:

«No me gustan los niños  ni la familia,  ni pasear por el parque, ni vestir bien, ni que me paren las viejas ni que franquistas asquerosos me digan ole tus cojones, y con la política de mayorías me pasa lo mismo que con el sexo de mayorías… No me la pone dura…»

Monedero:

«Díselo a Mariló. Después, claro, de llamarla Marilú. Y hacer un chiste sobre las galletas».

Iglesias:

«La azoraría hasta que sangrase… Esa es la cara B de lo nacional popular… Un marxista algo perverso convertido en un psicópata…»

2) Sobre la política revolucionaria, una experiencia masculina hecha con cojones:

«Yo voy a las instituciones a montar el pollo, porque no se puede pactar para gobernar… La clave del poder no está en las instituciones… Aquí está en nuestras pelotas.

Compañeras y compañeros, hay que vivir ocupando, no pagando un alquiler o una hipoteca. Hay que arriesgarse, tenéis que convertir vuestra vida en una experiencia revolucionaria. No puede ser que entremos en la lógica mercantil… de compra y de vende».

«El servicio de orden no está sólo para defenderse de una agresión fascista, está para defendernos de la Guardia Civil. Por supuesto, si nos pegan no vamos a ir a un juzgado o a un cuartel de la Guardia Civil…, esa institución burguesa que defiende los intereses de la clase dominante. Nosotros hacemos política masculina, con cojones…»

«Se avecina una crisis terminal de capitalismo y nosotros tendremos que estar preparados para tomar las armas… Recuerdo cuando acudimos a la sede del PP los del MRG, con cascos, palos y escudos… Ese épico momento masculino de choque con los antidisturbios…»

Dejo de lado todo lo dicho en loor del comandante Chávez y su régimen bolivariano (“una de las democracias más consolidadas del mundo”, “una alternativa para los ciudadanos europeos”), del que ahora reniega con boquita de piñón: “la situación política y económica [de Venezuela] ahora es nefasta. No comparto algunas cosas que dije en el pasado. Rectificar en política está bien”. Ante semejante farsa, lo inconcebible es que gran parte de la prensa y los medios hable de un giro hacia la moderación, celebre el reconocimiento del fracaso venezolano y alabe la petición de disculpas sobre «insultos machistas imperdonables».

Veamos, comentaristas zopencos o simplemente ciegos. Pedir disculpas en abstracto no es lo mismo que reconocer que has maltratado verbalmente a una mujer, a una mujer con nombre y apellidos, y muy conocida; no es lo mismo que pedir sinceramente perdón reconociendo sin matices ni atenuantes la culpa, no ese «es posible que haya podido ofender»… Si esas «ofensas machistas» (no meros insultos) son, como dice, «imperdonables», se exige algo más que un «no comparto» (¿no comparte consigo mismo?) o esa «rectificación» genérica que considera poco menos que modélica («rectificar en política está bien»: sólo le faltó decir, «no como otros»).

¿Y qué decir de la política masculina, hecha por cojones? ¿Dónde están las feministas, las del lenguaje antimachista, la feminización de la política y demás soflamas antipatriarcales? ¿Y lo de viejas y asquerosos?¿Y el chalé de Galapagar, vigilado por guardias civiles? Lo de que no le gustan los niños ni la familia, ahora que tiene gemelos, parece una venganza, seguramente de don Mendo. Pero a mí lo que más me ha deslumbrado es esa autodefinición en que se reconoce como «un marxista algo perverso convertido en un psicópata». Así que la cara B de Iglesias es la del psicópata. Una cara B imposible de ocultar ya bajo tanto circunloquio untuoso y exculpatorio. Bajo tanta cara A de quien no es más que un cara B.