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Podemos: a la espera de las purgas

LA estrepitosa derrota de Íñigo Errejón en la cita congresual de Podemos demuestra que hay una gran diferencia entre la percepción mediática de su liderazgo interno frente a Pablo Iglesias y la crudeza con que sus bases lo han despachado.

Ya ocurrió meses atrás, en el primer pulso entre ambos dirigentes en Madrid, que se saldó con una auténtica purga de los errejonistas porque ya es una evidencia que el todavía número dos goza de muy pocas simpatías entre su electorado.

Iglesias ha barrido a la corriente «errejonista» y ahora solo cabe esperar lo propio de organizaciones de afectos soviéticos como Podemos: el progresivo y virulento destierro del disidente, las vendettas internas y el cobro de facturas pendientes.

En la pugna ideológica y de poder dentro del populismo para reencontrar su sitio en el panorama político, ha arrasado la lista representativa del comunismo más rancio y del populismo más extremo.

Y es más que probable el renacimiento de la sobreactuación antisistema y la movilización callejera (Pablo Iglesias asalta Vistalegre: aplastante victoria ante su enemigo íntimo Íñigo Errejón).

Podemos retornará a sus orígenes después de la exhibición de autoridad hecha por Iglesias, y cortará de raíz cualquier pretensión de convertirse en una formación capaz de girar hacia la socialdemocracia, suavizar sus formas y adquirir perfiles institucionales.

No será así, y toda la apelación que hagan los vencedores a una reunificación del proyecto sin rencores ni venganzas será una falsa teatralización (Si la casualidad llevara a un derrota al dúo Iglesias-Monedero, los veo en «Sálvame»).

Recomponer los lazos entre Iglesias y Errejón parece una tarea imposible porque tienen dos visiones antagónicas de la táctica política y porque el largo cruce de acusaciones mutuas en los últimos meses revela que entre ambos, y entre sus fieles, hay desprecio y mucho más que simples discrepancias. Iglesias no tolera los pulsos, y las bases lo han refrendado con claridad.

La obsesión de Iglesias sigue siendo dejar al PSOE en cifras residuales de representatividad, y lograr el monopolio de la izquierda. Para un PSOE abierto en canal, no es una buena noticia que Iglesias haya revalidado de forma tan nítida su liderazgo, y tampoco lo es para la democracia española en la medida que su discurso radical pretende devastar todo lo conseguido en casi cuarenta años de libertades y derechos. Llega una etapa en la que cualquier atisbo de moderación en Podemos será una entelequia, y haría bien el PSOE, aunque fuese por supervivencia, en poner fin al mandato populista en las principales capitales españolas.

El PSOE sigue dando oxígeno a Podemos con una estrategia caduca, puesta en marcha en su día por Sánchez, que no ha dado ningún beneficio al socialismo tradicional. Errejón ha medido mal sus pasos, las bases siguen aferradas al mesianismo de Iglesias. Esto es lo que da de sí Podemos.