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Podemos: Un falso enemigo

La estrategia de Pablo Iglesias en el tablero político español repite una y otra vez el sentido de sus jugadas, desde las elecciones de 2015 proclama que su primer objetivo es sacar al PP del poder y a continuación se las arregla para conseguir el resultado opuesto, la consolidación de Rajoy.

Obviamente no se trata de votarle, sino de hacer imposible la formación de una alianza alternativa. Es Mélenchon apuntalando a Le Pen.

Por buscar un simil futbolístico, Pablo es el delantero que con la defensa enemiga al descubierto y posibilidad de jugada resolutoria, dispara intencionadamente a las nubes y culpa del fiasco a los compañeros de ataque.

Su permanente coartada es que él planteó lo que era necesario hacer, pero el PSOE no le hizo caso, aliándose con Ciudadanos, y sobre todo ignorando la propuesta realizada vía consulta regia -humillación inocente- para una coalición de Gobierno donde Sánchez le entregaría el mando como vicepresidente. Y por si al guiso le faltaba sal, añadió la cal viva en prueba de fraternidad.

Su verdadero adversario era el PSOE y por lograr el sorpasso prefería tolerar la supervivencia de Rajoy. Dicho de otro modo, es la táctica del cuco expulsando a sus compañeros de nido, observable también al acercarse a los sindicalistas el Primero de Mayo para robarles cámara.

Cámara ha vuelto a chupar, al montarse sobre el último escándalo de corrupción, con su propuesta de moción de censura, de nuevo cuidándose de ser Él con mayúscula el protagonista, sin contar con los invitados. Al PNV le llegó por email, parece.

A nadie le gusta participar como rabo de zorro, así que el fracaso de una acción unitaria resultó de antemano inevitable, a pesar de la urgencia de alcanzar en el Congreso un acuerdo conjunto de críticas y medidas frente al orden corrupto de Rajoy.

Pero a Iglesias no le importan los fracasos de la democracia, ni el grado de falsedad que encierran sus falsas evidencias. Para justificar su convocatoria, se llena ahora una y otra vez la boca con la palabra España, mientras secunda la política de Ada Colau, consistente en allegar solapadamente votos a la secesión con la exigencia de un referéndum, que sabe inconstitucional.

España y su Constitución nada tienen que ver para este patriota, quien siempre finge apuntar a un blanco cuando dispara a otro.

Los efectos son tanto más graves dado que Rajoy anda empeñado en contrarrestar la acción investigadora de la justicia mediante jueces, fiscales afines, y el propio ministro de Justicia cercenando la acusación popular.

Contra ello, la convergencia de los partidos democráticos en un frente anticorrupción es más necesaria que nunca. Podemos tendría ahí su lugar. No es lo suyo.

Por Antonio Elorza