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República idiota, por Joan Ollé

Debo de tener un muy particular concepto de cómo deberían ser los cuerpos de Seguridad del Estado, pero, si me preguntan, prefiero que un mosso o un nacional me llamen “idiota” o me hagan la higa (¡vai affanculo!) a que me destrocen, como ha ocurrido recientemente,  un testículo o un ojo. Me han llamado “idiota” mil veces y mil más me han levantado el dedo. Ningún dolor: las palabras y los gestos se los lleva la ventolera del tiempo;  mejor que nuestro cuerpo, no policial, no sufra por ellas ni  ellos.

La frase de uno de los d’Esquadra, por el que Buch y Bruselas han colgado el ‘wanted’ por las paredes, pertenece casi a la misma categoría en el museo verbal del independentismo al “Ni oblit ni perdó”. Recordémosla: “¡La República no existeix, idiota!” Opinaba Pasolini que, en cualquier manifestación, la policía era el verdadero representante de las clases populares, a las que se veía obligada, por contrato, a contener u hostiar, ya que su discreto nivel social no la autorizaba a otros menesteres como cirujano, juez o presidente de Consejo de Administración. Pero nuestro incógnito mosso -tal vez apurado doctor en lenguas muertas- tuvo la virtud de juntar en su haikú dos palabras antitéticas y, en consecuencia, fértiles en su contraste.

Un oximoron

Vayamos a la etimologia, la madre de los corderos: ¿Cómo puede ser que una o un  “idiota” (aquella o aquel que, lejos de mostrar cualquier interés por los asuntos públicos, se ocupa únicamente de lo suyo, lo privado)  llegue a mostrar tanta vehemencia por la “república” (cosa de todos, bien común, ‘commonwealth’…)? Sí, aparentemente el letrado mosso incurrió en oximoron (contradictio in terminis) sumando cosas contrarias como peras y manzanas en una ideal macedonia (no eslovena).

Nuestro actual problema contable consiste en que algunas y algunos, tirios y troyanas, consideran que su “idiosincrasia” -que como “idioma” también tiene que ver con “idiota”- es moralmente superior a la otra parte de la parte contratante y, sin consultar, la exigen para todos, considerándola, más allá de toda matemática, un bien común.

Entretodos

Afortunadamente, en nuestra policía -que muchos querrían política- se ganan su sueldo muchos hombres y mujeres a quienes les importa más su curro que su bandera. Ya nos lo advirtió el abuelo Aristóteles en su ‘Política’: ”El hombre armado debe ser persona de gran criterio”. Amigos polis: si alguna vez nos encontramos cara a cara, os pido encarecidamente que me mandéis a tomar por el culo con un gesto popular o me insultéis, creativamente a poder ser, como el Capitán Haddock, pero no me peguéis, por favor, porque soy medio canijo, ya tengo una edad, llevo gafas y pertenezco a una sociedad hasta ahora no violenta.