Inicio Opinión Salir de la ciénaga, por Olga Merino

Salir de la ciénaga, por Olga Merino

Hace ya casi 20 años que la argentina Lucrecia Martel debutó en el cine con una gran película: ‘La ciénaga‘. El título hace referencia tanto a una población imaginaria al norte de Argentina, un lugar de aguas pantanosas donde las vacas caen en la trampa mortal del barro, como a un estado mental. El argumento es lo de menos: dos familias emparentadas sobreviven a un verano soporífero en una hacienda rural anegada por las lluvias tropicales. Sol, mucho calor, un hervidero sulfuroso de relaciones humanas y una piscina con el agua medio podrida. No sucede nada de interés en la calma aparente y, sin embargo, el espectador se sumerge en la sensación de que algo terrible va a estallar en el próximo segundo. Una atmósfera inquietante y malsana; a uno de los niños de la película le crece un colmillo en el paladar.

El filme pretendía subrayar la inaceptable parálisis de la sociedad argentina después de la fiesta de derroche y corrupción que supuso la ‘era Menem’ en los 90 y, desde luego, la imagen de la ciénaga se antojaba potentísima a tal efecto. También utilizó el símbolo Rafael Chirbes en la novela ‘En la orilla’ (2013), referida a los márgenes de un pantano físico y a la vez a la charca de podredumbre moral que siempre estuvo ahí, aunque nadie parecía dispuesto a asumirlo.

Entretodos

Existe otro sinónimo de ciénaga del que Pedro Sánchez ha echado mano al presentar la moción de censura; ha hablado de «sacar a España del lodazal de corrupción en el que la ha sumido el PP». No parece que a priori el órdago de los socialistas vaya a tener mucho recorrido más allá de adelantar las elecciones, pero bienvenido sea el intento de remover las aguas estancadas y poner fin de una vez a estos años de deterioro e inmoralidad política.

El inmovilismo de Rajoy en tantos frentes nos arrastró hasta aquí. Pero, lo que son las cosas, él, que fio el asunto catalán a una sola carta, la de los tribunales, va a acabar tomando una cucharada amarga de su propio purgante tras la sentencia judicial del ‘caso Gürtel‘, que certifica hasta dónde llegaba la corrupción institucionalizada.

‘Aiguamoll’ es también una palabra hermosísima en catalán; de tan musical, parece inofensiva, pero cuidado: tiene el poder de tragarte.