Inicio Opinión Sánchez, el caudillo populista plantea el plebiscito sobre el “no es no”

Sánchez, el caudillo populista plantea el plebiscito sobre el “no es no”

Unas 1.500 personas llegadas de toda España a Dos Hermanas, municipio sevillano de 120.000, 15 autobuses y centenares de coches, exigieron a Pedro Sánchez que anunciara allí mismo su candidatura a la secretaría general del PSOE.

Un escenario previsto también en que se quedaría pequeño, y una puesta en escena al borde del lago artificial del instituto tecnológico de la ciudad que facilitó el juego de palabras de que hay agua en la piscina.

Entusiasmo y gritos de ánimo, sobre todo de «no es no», que viene a ser el «Yes We Can» del sanchismo.

Pocos mensajes. Nuevo, ninguno. Pedro Sánchez admitió tácitamente que se vació intelectual y políticamente en la entrevista concedida a Jordi Évole al día siguiente de presentar la renuncia a su acta de diputado. No es demasiado.

La abstención, un error

Es el eje principal del discurso del líder. No explicó en qué escenario nos encontraríamos ahora. No eligió uno de los dos posibles. Recién salidos de unas nuevas elecciones el 18 de diciembre pasado, con un PP con más escaños y un PSOE con menos, en pleno proceso de investidura, con un año de parálisis política a las espaldas. O un gobierno presidido por él, en minoría y en precario, a espaldas de la dirección de su propio partido y con importantes concesiones a Podemos y a los independentistas catalanes.

A pesar del desmentido que ha dado Sánchez a las declaraciones del ex senador y juez Santiago Vidal, sobre las promesas hechas a ERC en la reunión que celebró con los líderes catalanes en vísperas de la explosión del Comité Federal, se han confirmado que había anunciado unas primarias exprés y un congreso instantáneo. Este era el cheque en blanco que pretendía tener para una negociación a todo correr con Podemos y los nacionalistas catalanes para ser investido presidente de Gobierno.

No dijo nada tampoco de la labor de oposición del PSOE en el Congreso, con logros para casi todos, importantes, como la mayor subida del salario mínimo interprofesional, la paralización de la LONCE, el decreto sobre la pobreza energética y otras medias arrancadas al Partido Popular.

Se limitó a exigir que no se apoye al PP en nada y sobre todo en los Presupuestos Generales del Estado. Ni una palabra sobre la renta mínima y sobre ninguna de sus desconocidas propuestas.

Pedro Sánchez, solo, pero con la militancia

Aunque el líder socialista ha perdido todos los apoyos que tenía en la estructura del PSOE –no le queda ninguno de sus más cercanos colaboradores y ningún secretario territorial– se conforma pretendiendo que tiene la representación exclusiva de la militancia socialista.

Convertido en una edición corregida de Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, siempre sin detallarlo, pretende un PSOE asambleario, con una relación directa entre el caudillo y los militantes. La gente de Sánchez son los militantes individualizados, convocados a referéndum o plebiscito cuando el considere, ajenos a las estructuras del partido.

Les pide un cheque en blanco porque eso es lo que cree que tiene que tener un líder. Máxima confianza y delegación de todo el poder sin necesitar de explicar sus planes, para sacar al PP de la Moncloa mediante un pacto con Podemos, sin tener en cuenta que ese partido no lo quiere y además ya lo rechazó.

¿En qué se diferencia su propuesta de la de Podemos?

Esencialmente en que ni siquiera se ve en la obligación de explicarla, aunque fuera en términos más abstractos, lo ya que es difícil, incluso en la propia organización morada.

Pide confianza para un proyecto que se limita a suspirar por la salida del PP de la Moncloa, como camino a nuevas elecciones que le permitan presidir un gobierno con la izquierda y con los nacionalistas catalanes, sin una sola palabra para la estrategia del partido mientras esté en la oposición.

Es la manifestación de un espíritu numantino de resistencia, sin plazos y sin límites.

Una carreta de fondo para un sprint de 100 metros

¿Cómo va a aguantar cuatro largos meses sin explicar ningún detalle de su proyecto político? ¿A cuantos mítines y cuantos autobuses tendrá que fletar para que los 1.500 asistentes al acto de Dos Hermanas le arropen en esta carrera electoral interna?

Mientras Patxi López y él ya ocupan escenario y están expuestos al calor de los focos, Susana Díaz no ha anunciado su candidatura, pero está en campaña sin darse por aludida de la presencia de quienes serán sus competidores. Aunque todavía no lo son, agarrándose a un eslogan eficaz: «no es hora de hablar de candidaturas».

Pedro Sánchez se alivió de aludir a la unidad del partido o a restañar las heridas. El PSOE son solo sus militantes, sin estructuras que él considera filtros y que constituye la esencia de todos los populismos. Él, como Donald Trump, quiere arrebatar el poder al establishment socialista para devolvérselo al pueblo, a su gente, a la militancia concebida como un magna que tiene que limitarse a seguir a su caudillo.

Las ausencias en Dos Hermanas

No queda nadie de los que eran su estado mayor. Como figurantes, Odón Elorza, Zaida Cantero y Adriana Lastra. Ni César Luena ni ninguno de su antiguo equipo de confianza. Ni siquiera los secretarios generales que estuvieron con él, como Francina Armengol o la vasca Idoia Mendía, que ya se han pasado con armas y bagajes a las huestes de Patxi López.

Él ha convertido las deserciones que han sufrido en virtud, porque hubieran sido filtros en la historia de amor y sumisión que pretende con la militancia que está con él, que es la única que cuenta.

No hay marcha atrás

La noticia de la presentación de su candidatura es un paso al frente de su Rubicón personal. Ya no hay posibilidades de entendimiento gane o pierda este envite. El PSOE regresa al escenario de una división irreconciliable porque con un caudillo no se pacta ni este puede pactar con quien no le reconozca.

Conforme pasen los días la pobreza ideológica, política e intelectual del «no es no» le va a promover una soledad profunda; la que promueven los silencios insoportables o la ausencia de cualquier posibilidad de enriquecer su discurso. Sencillamente no lo tiene.