Inicio Opinión Sánchez tras el tsunami del domingo, por Joan Tapia

Sánchez tras el tsunami del domingo, por Joan Tapia

Ninguna encuesta había previsto algo parecido al tsunami andaluz. El PSOE pierde 14 de sus 47 diputados, no hay mayoría de izquierdas posible y -lo más disruptivo- Vox salta de la nada a 12 escaños.

Primera foto: Susana Díaz es ya un cadáver político. Segunda: el PP ya ha enterrado aquello de Mariano Rajoy de que la lista más votada (el PSOE con 33 diputados) tiene derecho a gobernar.

Nacionalismo enfurecido con el independentismo

Más fotos: El PSOE pierde 14 escaños; el PP, 7, y Podemos, 3. Solo suben diputados Cs y Vox (ambos 12). El desplazamiento del parlamento andaluz hacia la extrema derecha (Vox) ha sido del 11%. El resultado se ha debido al desgaste de Susana Díaz y el PSOE-A (juicio de los ERE incluido), la inmigración (en Almería, Vox ha superado bastante su porcentaje medio), la protesta contra la España constitucional (Vox), y un nacionalismo español enfurecido con el independentismo.

Sus efectos se notarán más allá de Andalucía, porque lo que se ha visualizado es que buena parte de España rechaza un Gobierno del PSOE en gran minoría (84 diputados sobre 350) que necesita el apoyo de los secesionistas que proclamaron la DUI y de la extrema izquierda de Podemos, que no se beneficia de la caída socialista y también baja.

Sánchez falló al no disolver tras el verano para gobernar con más fuerza, con los 130 diputados que entonces le daban las encuestas. El gran acierto del «gobierno bonito» de junio solo podía convivir poco tiempo con la mayoría Frankestein (Podemos y secesionistas). Entre otras cosas porque la mayoría Frankestein en realidad solo existe como arma de propaganda de la derecha. La prueba no es solo la negativa del independentismo a votar los Presupuestos del 2019, sino la huelga de hambre que acaban de empezar y que debilitará al Gobierno socialista.

El líder del PSOE, a la defensiva y en malas condiciones

¿Qué va a pasar? Ahora Sánchez no puede convocar elecciones, porque el riesgo de perderlas es alto y se enfrenta a las municipales, autonómicas y europeas de mayo a la defensiva y en malas condiciones. Debe capearlas evitando tormentas, lo que no le será nada fácil, porque el independentismo se ha convertido en un espantajo y es incapaz de asumir que su maximalismo, además estéril, ha sido una gran vitamina para robustecer lo peor del nacionalismo español y la extrema derecha.

España puede ser gobernada desde la izquierda por un socialismo moderado y con gran fuerza electoral (eso fue el felipismo), pero es difícil hacerlo (es el mensaje andaluz) con muchos menos diputados que Felipe en 1993 (la última vez que ganó) y tras sacar la moción de cénsura con los votos de unos partidos que, en gran parte de España, son vistos como malvados separatistas.

Entretodos

Pero Pedro Sánchez aún tiene cartas. Una es acertar en las medidas y conectar mejor en su intento de bajar la crispación y desinflamar. Otra -más relevante- es que el resultado andaluz es de mala digestión para el PP y Cs. Si compran la doctrina TDU (toda la derecha unida) de José María Aznar, y con Santiago Abascal diciendo majaderías, quedarán tintados de extrema derecha. Los centristas arrugarán la nariz y el miedo puede movilizar a los progresistas que en Andalucía se han quedado en casa (la abstención ha subido el 4%).

Si, por el contrario, se dividen -Cs puede buscar el apoyo del PSOE a su candidato- se abren otros horizontes.  

Lo intentado por Sánchez hasta ahora genera excesivas reacciones contrarias. La fórmula de Aznar será difícil de llevar a la práctica y podría acarrear un muy inconveniente frente contra frente. Sánchez tiene el poder y puede intentar abrir su abanico de alianzas. No le será fácil.