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Un Tío en América

Ya está el tío en la Casa Blanca, para disgusto de todos los aficionados a la brocha gorda, que llevan semanas calificándole de ignorante, imbécil, palurdo, mentiroso, farsante, bravucón, impostor, narcisista y pervertido sexual.

Si Donald Trump fuera ese botarate -mezcla de Jesús Gil y Berlusconi- que pintan con columnistas y tertulianos, ni hubiera montado su entramado empresarial, ni habría ganado las elecciones, derrotando a los políticos tradicionales, los medios de comunicación y los presumidos artistas de Hollywood.

Cierta inteligencia bullir bajo ese estrafalario tupé teñido de naranja y algo grave se nos ha estado pasando desapercibido, para que arranquemos 2017 con este paisano en la Presidencia de EEUU y no con Hillary, que es lo que dábamos por supuesto.

Barack Obama se ha despedido con cara de malhuele y el ‘si, se puede’ con que llegó, aderezado con un optimista ‘si pudimos’. De ser cierto lo segundo, los norteamericanos no hubieran votado en masa al ‘magnate antisistema’.

Obama accedió a la presidencia en medio de una depresión económica solo comparable a la de los años 30 y aunque en política internacional ha sido una decepción, hizo muchas cosas en el frente doméstico. La más destacada, al margen del intento de dar cobertura sanitaria a los más desfavorecidos, fue la creación de 11 millones de empleos.

Su problema es que eso ha coincidido con la generalizada y creciente sensación de que la bonanza estadística choca con el empobrecimiento de los americanos de a pie, de la gente sin voz y sin glamour, que hace país cada día.

La que está hasta el gorro de la tiranía de lo políticamente correcto, sospecha que China hace trampas, piensa que hay que expulsar a los inmigrantes delincuentes y cree que la caridad empieza por uno mismo.

A diferencia de Obama, al que dieron el Premio Nobel antes de estrenarse e iba a traer el paraíso a la Tierra, el odiado Trump abre su mandato con la popularidad por los suelos y todos los pronósticos en contra.

Quizá eso termine jugando a su favor, porque sólo puede ir hacia arriba. A pesar de los palos que le han dado, su discurso inaugural ha sido coherente:

«Somos los mejores, se acabó pagar facturas ajenas, vamos a reconstruir las infraestructuras, fumigaremos a los terroristas islámicos, desde ahora la gente controlará a la casta, nunca volveréis a ser ignorados y no os fallaré».

Echen un vistazo a la hemeroteca, comparen lo que dicen aquí desde Pablo Iglesias a Mariano Rajoy, pasando por Albert Rivera o cualquiera que elijan en el PSOE y seguro que encuentran llamativas coincidencias.

ALFONSO ROJO