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Venezuela: Es el final de una abyecta tiranía

Hace menos de un mes en estos mismos espacios hacía mención de lo que aquel tropero golpista que saqueó y ensangrentó Venezuela llamaba «Candelitas».

Tenía tan solo tres años en el Poder cuando un 11 de abril una ciudadanía que vio claramente lo que se nos venía encima con un rastrero militar entregado a los tiranos Castro y deseoso de repetir en Venezuela la misma espantosa tragedia cubana inició las protestas y acciones que lamentablemente no pudieron poner fin a lo que ya veíamos avanzar: Un régimen totalitario, decidido a controlarlo todo y cambiarnos nuestra cultura democrática por la sumisión, la mendicidad y la conversión del ciudadano en siervo.

De aquel abril, han transcurrido 15 años hasta este que acaba de dar paso al mayo venezolano, donde a las lágrimas por los caídos se une la bravura que ha despertado y pone a arder calles y plazas y muestra que agradecemos toda ayuda foránea pero resistimos, combatimos y tendremos el infinito orgullo de mostrar al mundo lo que somos: Corazón y razón, coraje y pundonor.

Y claro, también hay que estar conscientes de que esa inmediatez de la información, junto a la capacidad de los ciudadanos para el manejo de las redes sociales, y fundamentalmente la intrepidez de una juventud decidida a defender su futuro, su país y sus derechos inalienables junto a mujeres y hombres de todas las edades ha puesto en claro lo que está sucediendo en Venezuela donde una pandilla asesina controla las armas de la nación así como grupos hamponiles de alta peligrosidad, armados y apoyados por los mismos capos mafiosos del Narcoestado que les han soltado a las calles de todos los pueblos y ciudades para sembrar terror y tratar de amedrentar a los demócratas para que desistan de empujar la salida de la abyecta tiranía que suma y suma cadáveres, heridos, presos…

Abyecta tiranía que sin pudor muestra su absoluta falta de vergüenza al aparecer en actos públicos, transmitidos por la televisora del estado y donde vemos, los mismos días que lloramos más muertes de inocentes, a Nicolás Maduro, a Cilia Flores su mujer, esa cuyos sobrinos esperan por una condena contundente en tribunales de Estados Unidos, ya que quedó más que demostrado que son narcotraficantes que montaron una red apoyada por el mismo régimen, Adán Chávez hermano del tropero infame, enriquecido como toda esa deshonesta familia, hoy entre los grandes millonarios del mundo, los que en poco más de tres lustros amasaron una fortuna que no tienen posibilidad de justificarla ni tampoco los otros bandidos de la pandilla empoderada, y también a Tareck El Aissami, vicepresidente indiciado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos de estar involucrado en el tráfico de narcóticos de Colombia a México, lo que ha acarreado que se le congelen sus activos en la nación del norte que según informaciones oficiales ascienden a decenas de millones de dólares; acusaciones que se suman también a las que lo vinculan con sanguinarios grupos terroristas islámicos.

Vemos pues al «Cuarteto» bailoteando de manera grotesca, mientras un pueblo llora a los valientes jóvenes asesinados, hijos de madres con sus corazones desgajados pero cual robles, allí de pie, siguiendo la extraordinaria lucha por la que sus hijos dieron la vida.

Ciertamente momentos terribles en el cual un crapuloso Nicolás Maduro no frena su ruindad y utiliza presos comunes para reprimir esas extraordinarias protestas opositoras que llevan más de un mes en Venezuela, y con seguridad asesorado por quienes muy claro tienen que es un irracional ignorantísimo y ya le habían puesto a simular diálogos con pájaros, ahora lo muestran conversando con vacas que aunque no son precisamente animales acordes a su maldad le acortan terreno para hablar con hienas muy similares a él y la pandilla.

Alimañas con las que puede compartir sus modos en este momento crucial que ya no permite que se pueda justificar diálogo alguno y obliga a que seamos implacables con cómplices que aún existen y no pierden oportunidad de generar matrices de opinión que puedan favorecer a esta narcotiranía que incrementa a diario la represión y los niveles brutales de violación a nuestros derechos humanos.

Narcotiranía que juzga civiles en tribunales militares, que saca carros y armas de guerra contra ciudadanos desarmados. Tiranía que un Jorge Bergoglio sigue apoyando, porque él responde no a la caridad y la justicia sino a la abyección comunista donde milita.

Pero sin dudas es el final. El final de una abyecta tiranía y sus crapulosos capos.

[email protected] / @eleonorabruzual

ELEONORA BRUZUAL

Gentiuno.com